¡Proletarios del mundo, uníos!
LA CRISIS DE SOBREPRODUCCIÓN PRODUCE LA GUERRA IMPERIALISTA
¡ACABEMOS CON EL CAPITALISMO!
Las determinantes históricas y materiales del periodo actual son la crisis de sobreproducción relativa de capitales, el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo hacia Asia y la ruptura del reparto del mundo.
La crisis de sobreproducción relativa de capitales se manifiesta de la manera más evidente en la enorme inyección de capitales que ha producido tipos de interés negativos (incluso nominales, pero sobre todo reales, tanto bancarios como en el rendimiento de bonos), una hinchazón de la deuda tanto estatal como corporativa y en particular de deuda basura, un exceso de liquidez manifestación de una plétora de capitales, etc. que forman las premisas para el estallido de un crack financiero e industrial.
La reanudación epiléptica de la circulación mundial tras los confinamientos ha generado una dicotomía de abarrotamientos y desabastecimientos a nivel mundial. Esto pone de manifiesto la anarquía de la producción y, a su vez, se manifiesta simultáneamente como una crisis de sobreproducción de mercancías que se abarrotan antes de llegar al destino junto con una crisis de sobrecapacidad productiva excedente en relación con el suministro que recibe.
Esto ha supuesto la paralización de facto de una parte de la capacidad productiva industrial y el aumento de precios de determinados productos, inicialmente algunos de carácter secundario y luego principalmente de materias primas y auxiliares.
Paralelamente, la OPEP+ ha mantenido a nivel mundial la producción de petróleo por debajo de la demanda y todavía no se ha recuperado el nivel de producción previo a los confinamientos de 2020. El petróleo estaba en caída libre antes de los confinamientos y su precio está condenado a caer por la decisión de reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles. Sin embargo, no hay una capacidad energética de reemplazo inmediato y el inicio de esta transición ha producido el efecto contrario a través de una serie de convulsiones: el precio del petróleo se ha disparado y el uso del carbón para generar electricidad ha batido su récord histórico.
El desabastecimiento ha alcanzado a la mercancía fuerza de trabajo, ya sea por la escasez en sectores como el transporte por carretera, ya sea por la negativa de muchos trabajadores a volver a trabajar en la oficina, ya sea por la dificultad de desplazarse de los trabajadores inmigrantes. Esto ha presionado en determinados sectores y áreas al alza los salarios de las categorías más bajas.
Un fenómeno a seguir es cómo y en qué medida la burguesía ha conseguido trasladar el aumento de precio de esta parte del capital constante y, en cierta medida, del capital variable (salarios) a los precios de los productos finales (que han visto incrementos sustancialmente menores). Uno de los factores que ralentizan históricamente la caída tendencial de la tasa de ganancia es la devaluación del capital constante, estamos asistiendo a un encarecimiento sustancial de una parte del capital constante que ahoga la ganancia de toda una serie de sectores productivos.
La burguesía estadounidense y europea se encontraban regando con más gasolina el enorme barril de pólvora acumulado, inyección tras inyección, cuando el aumento de los costes de la energía y materias primas o auxiliares empezó a ahogar los márgenes de beneficio de sectores cada vez más extensos de la burguesía, al tiempo que en determinados sectores se veía incluso obligada a subir los salarios. Mientras seguía hinchándose la burbuja bursátil hasta máximos históricos, una parte sustancial de las empresas estaban viendo caer sus acciones en la bolsa.
En paralelo, el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo hacia Asia sigue su curso. Los abarrotamientos en el puerto de Los Ángeles y en otros puertos occidentales no son sólo producto de la reanudación epiléptica sino también de un incremento real de las importaciones desde Asia hacia EEUU, situación que ha acabado de hundir la balanza comercial de EEUU y lo ha convertido en un imperialismo exportador de… ¡contenedores vacíos! Los bajos tipos de interés, cronificados durante más de una década, han producido una tendencia al desplazamiento de una parte del capital especulativo hacia los mercados financieros de China donde el tipo de interés era superior. Este es un motivo adicional para el capitalismo estadounidense de tratar de subir los tipos de interés.
Pero la receta burguesa clásica de subir los tipos de interés y dejar de ampliar las compras de activos amplificaría el estallido sin paliativos del crack (no hablemos ya de dejar de recomprar la deuda para mantener los balances acumulados): la depreciación de todo el capital especulativo, el encarecimiento de la refinanciación de la deuda y la eventual quiebra de toda una serie de Estados y empresas endeudadas hasta las cejas.
Por lo tanto, el mundo capitalista se encaminaba a velas desplegadas durante el año 2021 hacia el estallido del crack financiero e industrial, sobre la base de la supercapacidad productiva y la sobreproducción de capitales acumulada durante años, así como de los estertores y espasmos de la reanudación de la circulación después de los confinamientos.
Esto conduce a una serie de pérdidas inevitables para la clase capitalista en su conjunto, pero, qué parte de ellas tiene que soportar cada capitalista lo acaba decidiendo la fuerza y la astucia: es así como se determina qué parte del capital será destruida o paralizada, qué parte sufrirá una pérdida relativa o transitoria (El Capital, Libro III, Cap. XV).
Las relaciones de fuerza entre los distintos imperialismos no son las de 1945, a través de un largo proceso, y la ruptura del reparto del mundo se manifiesta - sin ánimo de exhaustividad - en la retirada militar de EEUU de Iraq y Afganistán, en las genuflexiones y disculpas hacia el gobierno chino de magnates estadounidenses, en las delegaciones directas de empresarios estadounidenses a China a espaldas de su Gobierno, en la expansión de China a través de la Nueva Ruta de la Seda y su horadamiento de los patios traseros de los imperialismos occidentales, la intervención militar rusa a nivel mundial, etc. Y, sin embargo, el anterior reparto del mundo no ha desaparecido de golpe, manteniéndose todavía diversos aspectos del mismo. Un nuevo reparto del mundo sólo puede realizarse a través de la guerra imperialista, comercial y militar.
Es en la intersección de estos procesos necesarios donde se desarrollan el resto de sucesos aparentemente accidentales a través de los cuales se acaban manifestando e imponiendo en la realidad material los procesos de fondo.
Todo esto se ha reflejado en la superficie político militar del mundo capitalista en un incremento de la efervescencia militar a nivel mundial con Corea del Norte lanzando misiles semanalmente, China lanzando un mísil hipersónico que dio literalmente la vuelta al mundo, el aumento de los encontronazos y provocaciones en el Golfo de Adén, en el Mar del Sur de la China, en el Mar Negro, la expulsión del imperialismo europeo del Sahel y el recrudecimiento del conflicto en Etiopía y Yemen, etc.
Siguiendo el plan iniciado en 2008 - que resultó infructuoso entonces a los efectos de impedir el estallido de la crisis - EEUU ha ido acumulando un polvorín fortificado en Ucrania, realizando una serie de cumbres y declaraciones del imperialismo occidental en el sentido de volver a ocupar Crimea y parte del Donbás. Esto ha empujado al imperialismo ruso a atacar primero, so pena de ver cómo Ucrania volvía a ocupar estos territorios. Otros dos factores han acabado de empujar a Rusia: la perspectiva de su debilitamiento futuro vinculado al menor uso de los combustibles fósiles y el envalentonamiento producido por el repliegue de EEUU y su rápida victoria en Kazajistán.
Pero no sólo cuenta la fuerza sino también la astucia y al imperialismo ruso le habían tendido una trampa de forma meticulosa, estimulando su arrogancia con amenazas de sanciones ridículamente insuficientes al tiempo que armaban hasta los dientes a su rival regional.
La OTAN y EEUU han sacado de la ecuación desde el principio su intervención militar directa, negándose incluso a declarar una zona de exclusión aérea. Esto es una muestra de su debilidad relativa, pero también es una jugada de espera a una situación en que el desangramiento del ejército ruso les permita actuar con mayores probabilidades de éxito. En ningún caso podemos excluir la intervención militar de la OTAN en Ucrania y en el resto del mundo.
Incluso una vez iniciado el ataque por parte del imperialismo ruso, las sanciones anunciadas fueron tímidas y superficiales para incitar a Rusia a comprometerse en una posición de la que no pudiera salir fácilmente. Entonces empezó lo que puede caracterizarse como el intento circuncéntrico del imperialismo estadounidense, europeo y japonés de descargar las pérdidas del crack financiero-industrial concentradamente sobre el imperialismo ruso.
Es el intento del imperialismo estadounidense de generar una destrucción y desangramiento recíproco entre Ucrania y Rusia como hicieron con Iraq-Irán del 1980 al 1988, de volver a hacer pasar a Rusia por la debacle que siguió a 1989, de encerrarla en su sobreproducción relativa como hicieron luego con Japón a partir del 1992, como intentaron con China en 2020. Es el plan de volver a hacer estallar la guerra en Europa para realizar allí la destrucción o bien debilitar las expectativas independientes del imperialismo europeo, devolviéndolo al regazo de EEUU y asegurando las exportaciones de gas natural licuado (GNL) desde EEUU. El imperialismo europeo ha estado tratando de evitar esta situación, nadando entre dos aguas, pero su debilidad en el plano militar y cibernético, el horadamiento de su patio trasero por parte de China con los bajos precios de sus mercancías y su inversión en infraestructuras, así como la irrupción del matón ruso al borde de sus fronteras, disminuyen drásticamente su margen de maniobra. Igual que un sector dentro de los EEUU sería más bien propenso a intentar una alianza con Rusia, también dentro de las burguesías europeas hay sectores que observan cómo se prepara su sacrificio en caso de que el conflicto se extienda desde Ucrania a otros estados vecinos.
Las repercusiones de esta destrucción y paralización no se limitarán a Rusia, sino que reverberarán en todo el mundo capitalista, por su exposición directa en el mercado ruso y por el hecho de que el origen del crack no está en Rusia. Al mismo tiempo, esta situación echa a Rusia en manos de China y serán empresas chinas las que llenen el vacío dejado en el mercado ruso por la huida de las empresas occidentales.
Dos grandes imperialismos como China e India se han negado a condenar al imperialismo ruso y, de hecho, están comprándole gas y petróleo con importantes descuentos.
Las posiciones desde las que dispara el imperialismo estadounidense, europeo y japonés son el predominio del dólar y del euro en el comercio mundial, su capacidad para congelar los fondos y las transacciones en dólares, euros y yenes inutilizando la mitad de las reservas rusas, su control sobre el sistema pagos SWIFT que es diez veces mayor que su equivalente chino.
Independientemente de los efectos inmediatos del intento del imperialismo occidental, de su éxito parcial o de que incluso le salga el tiro por la culata, las consecuencias a medio y largo plazo serán la aceleración de la pérdida de las posiciones en las que actualmente se apoya, es decir: el desplazamiento del dólar y del euro como monedas de atesoramiento y de pago por otras monedas y, especialmente, por el yuan; el desplazamiento de sus sistemas de pago por la alternativa china; el desplazamiento del lugar de depósito e inversión por las alternativas asiáticas al mismo.
En el plano inmediato, los tipos de interés reales siguen estando en negativo y la curva de los tipos de interés en EEUU sigue entre plana e invertida, con los márgenes de beneficio de las empresas occidentales estrechándose y la inflación de los productos de primera necesidad disparada, golpeando al proletariado.
En cualquier caso, la destrucción en Rusia y Ucrania, incluso con la paralización de parte de la producción mundial por el encarecimiento de las materias primas no es suficiente para superar la crisis de supercapacidad productiva mundial. El volcán de la producción está en Asia y el imperialismo estadounidense sólo puede esperar un alivio temporal si no hace extensiva esta destrucción al continente asiático.
El capitalismo avanza por la senda de la guerra imperialista hacia la tercera guerra mundial en la que al proletariado le espera el papel de carne de cañón en el frente y carne de explotación en la retaguardia si no surge - como reacción contra la guerra o de su desarrollo - la recuperación de las organizaciones de clase del proletariado, la constitución del proletariado en clase para sí, en Partido Comunista Internacional, para yugular al capitalismo respondiendo a su guerra con el derrotismo revolucionario, rechazando cualquier forma de solidaridad con la propia burguesía y derrocándola.
¡POR LA REVOLUCIÓN COMUNISTA INTERNACIONAL!
PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONAL – “EL COMUNISTA” – marzo 2022 – pcielcomunista.org – @pcielcomunista