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¡Proletarios del mundo, uníos!

 

LA ÚNICA SALUD MENTAL EN EL CAPITALISMO: UNA REBELIÓN INTERIOR PERMANENTE CONTRA LA BURGUESÍA

 

Clase para el capital

El capitalismo asesina a más de 2,7 millones de trabajadores al año en los mal llamados “accidentes” laborales. Los carniceros médicos al servicio del capital mandan a trabajar cada día a miles de proletarios enfermos. La clase obrera tiene que esperar meses e incluso años para ser visitada por los especialistas y cuando lo consigue no se le realizan las pruebas ni tratamientos necesarios con el fin de ahorrarle al Estado burgués los costes generales del trabajo. No se reconocen como causadas por el trabajo las enfermedades que padece por los ritmos extenuantes de trabajo que desgastan aceleradamente sus músculos, tendones, huesos y órganos vitales; la burguesía acorta así la vida de millones de proletarios a la vez que aumenta la edad de jubilación para que sus esclavos se mueran antes de ser un coste improductivo. La burguesía estruja al proletariado a cambio de salarios de miseria en los centros de trabajo, verdaderas cárceles donde está sometido y humillado por el despotismo de toda la jerarquía de mandos. La burguesía lanza al proletariado al arroyo del paro cuando no le sirve, imponiéndole una vida de precariedad, agobio y frustración, manteniéndolo en una inseguridad e incomprensión constante sobre las propias condiciones de existencia que lo abocan al consumo de todas las drogas que la propia burguesía pone a su alcance. Y mientras la burguesía y sus servidores a sueldo imponen estas condiciones de vida y tratan peor que a bestias de carga a la clase obrera, se escucha por todos lados la gran preocupación que la burguesía tiene por la “salud mental” de sus esclavos.

 

¿Qué interés de clase hay detrás de la tan cacareada “salud mental”?

“Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase.” (Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Lenin, 1913). La campaña realizada por la burguesía para salvaguardar la “salud mental” de sus esclavos va dirigida a tener una masa de bestias mansas fácilmente explotable. Para la burguesía un trabajador está mentalmente sano sólo si está sometido.

La conformación de una clase obrera dócil y sometida fue una tarea que la burguesía naciente impuso a base de sangre y fuego. Este proceso fue recogido por K. Marx en el Capítulo XXIV del Primer Libro de El Capital: la llamada acumulación originaria. Después de siglos de dominación, la burguesía actual no necesita ni siquiera ejercer una violencia diaria directa, cinética, sobre las masas obreras para que éstas actúen directamente contra sus propios intereses de clase y a favor de los intereses de la clase explotadora, de la burguesía.

Así ha tejido la burguesía la telaraña ideológica sobre la “salud mental” para atrapar a la clase obrera: primero, deportistas, artistas, y demás servidores bien alimentados del capital lloraron ante las cámaras confesando tener problemas de estrés, ansiedad. Después, los periodistas y plumíferos abrieron debate sobre la poca importancia que se da a la “salud mental”. Así se consiguió fijar la expresión “salud mental” en todos los cerebros (en los bien nutridos de la burguesía y la aristocracia obrera; y en los mal nutridos y machacados del proletariado). Luego, se llevó el teatrillo del terreno periodístico al del cretinismo parlamentario, cuya resolución tenían clara antes de iniciar la campaña: son de vital importancia más psicólogos y psiquiatras que tutelen el estado de ánimo de los trabajadores. Finalmente, los médicos a sueldo del capital son los encargados de diagnosticar a los trabajadores y a sus hijos problemas de “salud mental”, quienes tras toda la campaña aceptan sin oposición ni resistencia el diagnóstico y el tratamiento.

Se envía entonces a los trabajadores al moderno confesionario burgués, en el que en vez de curas hay psicólogos y psiquiatras. El cura defiende que todo sucede por designio divino, y que para alcanzar una mejor vida en el cielo hay que resignarse en la tierra. El cura moderno, el psicólogo o psiquiatra formado en las Universidades de la burguesía, tiene como función impedir al proletariado reconocer en las actuales instituciones y relaciones de producción capitalistas el obstáculo para la superación de todas las miserias y contradicciones en que vive; adormecer la rabia y rebelión interna contra el actual orden social. Para ello, en caso de tratamiento farmacológico, se le narcotiza con pastillas supuestamente para regular y mejorar el estado de ánimo y, en general, adictivas. Así se consigue tener drogados y anestesiados a los trabajadores hasta convertirlos en unos adictos como una potente herramienta de control social por parte de la burguesía.

En 1817 la farmacología burguesa empezó a comercializar un medicamento al que llamaron “Morfina” (en referencia al dios griego de los sueños Morfeo, por el sueño que provocaba); se recetaba tanto como analgésico, antitusivo o antidiarreico como contra la adicción al alcohol. En EEUU fue el analgésico más administrado a los soldados en la Guerra de Secesión por lo que su adicción se llegó a denominar “la enfermedad del soldado”. En 1895 la compañía química alemana Bayer aseguró haber sintetizado un medicamento que causaba menos adicción que la morfina y con beneficios que consideraron “heroicos”. Lo patentaron con el nombre de… “Heroína”. En 1937 un laboratorio alemán sintetizó la “Metadona” que fue administrada tanto durante como después de la Segunda Guerra Mundial como analgésico y antidepresivo para que los proletarios que volvieron de la guerra pudieran ser explotados en la reconstrucción de Alemania. Año en curso: “la esketamina, derivada de la ketamina, ya se administra en spray para personas con depresión resistente (…) la revista Science reconoció como uno de los grandes hallazgos del 2021 un trabajo que constataba la eficacia de MDMA para reducir los síntomas del estrés postraumático (…) En la práctica, la terapia con psicodélicos es como un viaje (…) viven experiencias místicas (…) de desconexión del mundo.” (El País, 08-07-2023).

 

La conexión con la realidad material

Éste es el descubrimiento científico más importante para la clase obrera: la única fuente de ganancia es el plusvalor, obtenido a través de la explotación de la clase obrera.

La opción burguesa es la desconexión de la realidad de esta explotación por medio de todo tipo de drogas, recetadas y sin receta, entre las que se incluyen también la televisión, la religión y la consulta psicológica. La alternativa proletaria es la comprensión de las causas de esta explotación y de todas las miserias que conlleva para poder enfrentarlas y combatirlas.

La primera vía convierte física y mentalmente a la clase obrera en simples bestias de carga. La segunda vía alimenta el ODIO contra las relaciones de producción burguesas: “No es de sorprender que los trabajadores, que se trata como a bestias, se conviertan verdaderamente en bestias, o bien que sólo tengan, para salvaguardar su conciencia de seres humanos y el sentimiento de que son seres humanos, el odio más feroz, una rebelión interior permanente, contra la burguesía en el poder. No son seres humanos sino en la medida en que sienten la cólera contra la clase dominante; se convierten en bestias desde el momento en que se acomodan pacientemente a su yugo, no buscando sino hacer agradable su vida bajo el yugo, sin tratar de romperlo.” (La situación de la clase obrera en Inglaterra, F. Engels, 1844).

Ciertamente, la masa de la clase potencialmente revolucionaria, la clase obrera, está hoy deprimida y estresada, carece de vitalidad propia, está sometida a los designios del capital y en la mayoría de los casos cuando se pone en acción es por la defensa de los intereses de la pequeña burguesía más que de los suyos propios. Las terribles consecuencias de la degeneración de la III Internacional que culminaron en la contrarrevolución estalinista le rompieron el espinazo al movimiento obrero que tiene que hacer enormes esfuerzos para levantarse de nuevo.

Éste era el diagnóstico de 1952, todavía imperante en muchos centros de trabajo: “He aquí como se presenta, el mundo burgués, año en curso: La clase dominante ha conseguido, maniobrando las palancas del oportunismo, aplastar hasta la médula el movimiento revolucionario, en una maldita guerra que debía concluir el proceso de involución contrarrevolucionaria de los partidos obreros. Una máquina estatal de proporciones y de capacidades represivas inauditas mantiene encadenadas a las masas a la explotación, peor que el torno al cuerpo del condenado al suplicio. La confusión caótica y los sufrimientos de las masas son tales y tantos que la clase obrera está transformada en un tronco sangrante que se mueve inconscientemente: su cerebro está obscurecido e intoxicado, su sensibilidad narcotizada, los ojos no ven, las manos se retuercen sobre sí mismas. En el lugar de la lucha de clase, existe el horripilante estrago de la lucha intestina, propia de náufragos en la balsa de salvamento a merced de las olas. En las fábricas, y no es cosa nueva en la historia, impera el espionaje, la delación, el rencor, la venganza mezquina y pícara, el oportunismo más estúpido y bestial, la prepotencia, el abuso neurasténico, pero en las masas oprimidas por las consecuencias de treinta años de tremendas derrotas, no existe ni siquiera la fuerza para sentir auténtica náusea, porque ésta se expresa en las exhalaciones miasmáticas del sindicalismo de empresa, del corporativismo y, en el plano político, del conciliacionismo social y del pacifismo impotente.” (Activismo, 1952).

Pero, ¿acaso la vitalidad y el vigor que necesita la clase obrera se lo darán los traficantes honoris causa de la burguesía? Todo lo contrario, la conducirán a la postración y el colapso. “Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabio, [la burguesía] los ha convertido en sus servidores asalariados” (Manifiesto del Partido Comunista, K. Marx, 1848). Morfina, Heroína, Metadona…y para la carne de cañón para la tercera matanza imperialista mundial: Ketamina, Fentanilo y MDMA.

La vitalidad y vigor que necesita la clase obrera sólo puede provenir de un ambiente ferozmente ANTIBURGUÉS en el que se cultive el ODIO hacia las relaciones de producción existentes. Sólo este ambiente, que tiene que ser necesariamente de lucha real y no de vacuo charlataneo, permitirá al proletario forjarse un carácter de rebelión al calor de la lucha. El combate diario contra las usurpaciones del capital, en el sindicato de clase, es una primera escuela en la que el proletario sale del aislamiento, egoísmo y ensimismamiento que le impone esta sociedad para poder explotarlo mejor. A través de los choques contra el capital comprueba en su propia piel y en la de sus compañeros los antagonismos de clase, el papel represor del estado burgués en todas sus ramificaciones: policía, jueces, funcionarios, inspectores de trabajo, inspectores médicos, sindicalismo subvencionado. A través de su organización en el sindicato de clase, no integrado en el Estado, puede constatar que su interés individual va ligado al interés colectivo de su clase.

 

Clase para sí: el derrocamiento de la burguesía

La función de los comunistas es estimular esta lucha inmediata sin dejar de mostrar sus limitaciones, elevar políticamente a los trabajadores que la emprenden, enlazarla con el objetivo superior de la abolición del trabajo asalariado, de la revolución comunista. Sólo con el partido y con la acción del partido el proletariado llega a ser clase para sí y para la revolución: “Bastará para ello recordar que, si la conciencia de los hombres es el resultado y no la causa de las características del medio en el cual están obligados a vivir y actuar, la regla no será jamás que el explotado, el hambriento, el desnutrido, pueda convencerse que debe derribar y substituir al explotador bien nutrido y provisto de todos los recursos y poderes. Esto no puede ser más que la excepción.” (Partido y clase, 1921).

La elevación real del tenor de vida material y, por tanto, mental del proletariado sólo será posible después de abatir al capitalismo: “12.- El proceso de transformación de las relaciones de producción irá acompañado de una serie vastísima de medidas sociales, fundadas en el principio de que la colectividad tome a su cargo la existencia material e intelectual de todos sus miembros. Así irán eliminándose sucesivamente todas las taras degenerativas que el proletariado hereda del mundo capitalista y, según las palabras del Manifiesto, a la vieja sociedad dividida en clases que chocan entre sí le sucederá una asociación en la cual el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos.” (Tesis de la Fracción Comunista Abstencionista del PSI, 1920).

La misión histórica del proletariado es la abolición de las clases sociales, de la propiedad privada, del trabajo asalariado, del intercambio mercantil y de la anarquía de la producción. A través de “la constitución del proletariado en clase y, por tanto, en partido político” (Manifiesto del Partido Comunista), debe derrocar por medio de la violencia a la burguesía, tomar el poder y ejercer la dictadura del proletariado para impedir la restauración del privilegio social y aplicar todas las medidas que lleven a la abolición de las clases sociales y la extinción del Estado.

Para llevarla a cabo, es una necesidad de todo obrero que se organiza para luchar y de los militantes comunistas rechazar la narcotización ideológica y farmacológica que la burguesía administra a la clase obrera con fines de adormecimiento idiotizador: “El revolucionario no puede ser más que un desintoxicado” (Trayectoria y catástrofe de la forma capitalista, 1957).

 

¡POR LA REVOLUCIÓN SOCIAL ANTICAPITALISTA!

 

Partido Comunista Internacional – “El Comunista” – www.pcielcomunista.org – septiembre 2023

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