¡Proletarios del mundo, uníos!
¡POR LA REDUCCIÓN DRÁSTICA DE JORNADA, HACIA LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO ASALARIADO!
Con cada vez mayor frecuencia, varias fracciones de la burguesía hablan de reducir la jornada de trabajo, preocupados por la bomba social que se puede acumular al desplazar la automatización a masas cada vez mayores de proletarios de la explotación directa o por el coste que conllevaría mantenerla desactivada con ayudas y subsidios. Pese a ser lanzadas con gran estrépito y generar grandes oposiciones y aspavientos en otros sectores burgueses, las reducciones propuestas por la burguesía son irrisorias o llevan aparejada una reducción salarial, ya sea inmediata o derivada.
La lucha por las 40 horas semanales se llevó a cabo y se impuso en los principales estados capitalistas hace cien años. La realidad es que con el salto tecnológico que se ha producido en los medios de producción en el último siglo, e incluso en las últimas décadas, la jornada de trabajo debería reducirse a menos de 20 horas por semana.
La reducción drástica de la jornada de trabajo es una consigna fundamental que conecta la lucha en el plano inmediato de la clase obrera con la lucha comunista por la superación revolucionaria del capitalismo: “El tiempo es el espacio en que se desarrolla el ser humano. El ser humano que no dispone de ningún tiempo libre, cuya vida, prescindiendo de las interrupciones puramente físicas del sueño, las comidas, etc., está toda ella absorbida por su trabajo para el capitalista, es menos que una bestia de carga. Físicamente destrozado y espiritualmente embrutecido, es una simple máquina para producir riqueza ajena.” (Salario, precio y ganancia, K. Marx).
La base del capitalismo es el trabajo asalariado
El capitalismo se distingue de las anteriores formas de explotación y de división de la sociedad en clases sociales por el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo, por el hecho de que la clase obrera vende su fuerza de trabajo: “La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. (…) no hay trabajo asalariado donde no hay capital” (Manifiesto del Partido Comunista, 1848).
Esta fuerza de trabajo tiene un valor de cambio (el tiempo socialmente necesario para su producción y reproducción ) pero se consume por parte del capitalista por un tiempo superior, arrojando una diferencia en favor del capitalista: el plusvalor. Este plusvalor, tiempo no remunerado a la clase obrera, es la única fuente de la ganancia. El sistema del trabajo asalariado no es más que el más moderno sistema de explotación y esclavitud, que sujeta a la mercancía fuerza de trabajo (a la clase obrera) a todos los vaivenes y oscilaciones destructivas de la anarquía de la producción mercantil.
Plusvalor absoluto y plusvalor relativo
La prolongación de la jornada es a su vez la base del plusvalor, la prolongación del tiempo de trabajo no remunerado (El Capital, Sección III, plusvalor absoluto). Pero la prolongación del tiempo de trabajo no remunerado se impone también a través del desarrollo tecnológico de los medios de producción que reduce el coste de la producción y reproducción de la mercancía fuerza de trabajo, ampliando la parte no remunerada de la jornada incluso sin ampliar la jornada total (El Capital, Sección IV, plusvalor relativo).
El tiempo socialmente necesario que se requiere para producir lo que la clase obrera consume para su producción y reproducción no para de reducirse. Lo que hace unos años tardaba días en producirse, hoy se produce en horas o incluso minutos. Pero el tiempo que trabajamos no se ha reducido en las mismas proporciones, cuando no ha incluso aumentado. La consecuencia es que el tiempo de la jornada no remunerado a la clase obrera se ha incrementado y sigue incrementándose exponencialmente.
Consecuencias del desarrollo tecnológico
Este incremento exponencial de la capacidad productiva del trabajo, desarrollado por y dentro del capitalismo, tiene como consecuencia para la clase obrera la expulsión del proceso productivo de una masa cada vez mayor de proletarios cuyo trabajo se ve reemplazado por la tecnología.
Esto a su vez produce un incremento de las jornadas y de los ritmos de trabajo de la parte que conserva su puesto de trabajo, en el círculo vicioso por el que las empresas compiten entre sí para mantener a flote su tasa de ganancia. Esta competencia es inevitable y se ve incrementada por la reducción de la tasa de ganancia y la saturación de los mercados producto de la sobreproducción.
Pero también se manifiesta en la fragmentación de jornadas y, en diversos sectores, se ha producido de hecho una reducción de jornada con reducción salarial abocando a muchos compañeros y compañeras a no poder alcanzar una jornada completa incluso sumando varios trabajos.
El desempleo es inevitable en el capitalismo
El capitalismo necesita la existencia de una masa de desocupados para presionar a la baja el salario y para cubrir las necesidades variables de fuerza de trabajo para su explotación:
“La existencia de una superpoblación obrera es producto necesario de la acumulación o del incremento de la riqueza dentro del régimen capitalista, (…) una de las condiciones de vida del régimen capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva (…) Le brinda el material humano, dispuesto siempre para ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de explotación (…)” (El Capital, Libro I, Sección 7ª, Cap. XXIII).
Pero, en su desarrollo y pese a que su única base es la explotación del trabajo asalariado, el capitalismo expulsa del proceso productivo a masas cada vez mayores de la población proletaria reduciendo así la masa que explota directamente y aumenta la masa que tiene que mantener, aunque sea en condiciones miserables, a través de subsidios, prestaciones y pensiones. Es una más de las contradicciones en las que se enreda el capitalismo, previstas desde el Manifiesto de 1848, y que demuestra su carácter históricamente transitorio: “(…) la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a esta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él.” (Manifiesto del Partido Comunista, 1848).
Por la abolición del trabajo asalariado
La lucha por la reducción de la jornada de trabajo y, en general por las condiciones salariales y de trabajo es una necesidad ineludible para la clase obrera y es también una condición necesaria, aunque no suficiente, para la lucha por el abatimiento del régimen burgués y la abolición de la explotación asalariada.
La íntima relación entre esta lucha inmediata y la perspectiva de la revolución comunista está clara desde hace tiempo:“¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, veríase degradada en una masa uniforme de seres humanos desgraciados y quebrantados, sin salvación posible. (…) Si en sus conflictos diarios con el capital cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura.” (Salario, precio y ganancia, K. Marx). Precisamente para liquidar o encorsetar cualquier impulso de lucha incluso en el plano inmediato, la burguesía financia y subvenciona al sindicalismo integrado, auténtico seguro de vida para el capital. Y por este motivo los comunistas debemos apoyar y alentar el desarrollo de una red de lucha sindical fuera y contra el sindicalismo integrado: el sindicato de clase.
Pero en esta lucha inmediata no podemos olvidar que mientras exista capitalismo y trabajo asalariado, la fuerza de trabajo seguirá siendo una mercancía sujeta a las leyes que presiden la anarquía de la producción mercantil: “[La clase obrera] Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de "¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!", deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: "¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!".” (Salario, precio y ganancia, K. Marx).
Capitalismo significa derroche y despilfarro
El capitalismo se impuso a las formas precedentes de producción a través de la aplicación implacable de la ciencia y la división del trabajo en el interior del taller. Pero esto mismo se torna en un barullo caótico y descontrolado en su exterior, en un mercado inundado de mercancías, en el que compiten a ciegas todas las empresas entre ellas para transformar en ganancia el plusvalor arrancado a la clase obrera.
"Toda sociedad basada en la producción de mercancías tiene la peculiaridad de que en ella los productores pierden el dominio de sus propias relaciones sociales. Cada cual produce para sí con los medios que casualmente tiene y para su individual necesidad de intercambiar. Ninguno de ellos sabe cuánta cantidad de su artículo está llegando al mercado, cuánta de ella se necesita y usa realmente; nadie sabe si su propio producto va a encontrar una necesidad real, si va a poder cubrir costes, y ni siquiera si va a poder vender. Reina la anarquía de la producción social.
Pero la producción de mercancías, como cualquier otra forma de producción, tiene sus leyes características, inherentes, inseparables de ella, y esas leyes se imponen a pesar de la anarquía y a través de la anarquía. Estas leyes se manifiestan en la única forma de conexión social que subsiste, a saber, el intercambio, y se imponen frente al productor individual en forma de leyes constrictivas de la competencia. (…) El producto domina a los productores." (Anti-Dühring, F. Engels)
Esto lleva a que se produzca inevitablemente en exceso de aquello que no se necesita mientras no se produce suficiente para satisfacer otras necesidades apremiantes, lleva a que los mismos procesos se desarrollan por duplicado manteniéndolos bajo secreto comercial, lleva a multitud de trabajos improductivos desde un punto de vista social, a toda otra multitud de trabajos antisociales (piénsese en el aparato burocrático al servicio de las funciones de dominación de la burguesía), a producir mercancías que se estropeen para poder volver a vender (obsolescencia programada), y, finalmente, a la destrucción periódica de las fuerzas productivas ya creadas a través de crisis y guerras.
Por ello, sólo con la revolución comunista y la abolición de la anarquía de la producción mercantil podremos eliminar toda esta redundancia y derroche de esfuerzos, eliminar todos los trabajos inútiles y antisociales, incorporar a toda la población a la producción, reduciendo así la jornada de trabajo obligatoria a una fracción mínima del día, a través de la combinación de la obligación de trabajar con la distribución de este trabajo entre la totalidad de la población, en distintos tiempos e intensidades según la edad y otras circunstancias personales.
Por la revolución social, por el comunismo
Actualmente, vivimos en la dictadura de la burguesía por más adornos que le pongan. Es una verdad que palpamos a cada momento en las huelgas, en los tribunales, etc. Por esto no es posible romper ni modificar el sistema de relaciones capitalistas de producción, del que deriva la explotación, sin destruir el Estado burgués. La clase obrera deberá dotarse a su vez de su propio instrumento para impedir la restauración de la esclavitud y la explotación: la dictadura del proletariado, la historia no permite un término medio. Sin embargo, este Estado revolucionario es sólo necesario en un periodo transitorio y se extinguirá siendo sustituido gradualmente por la organización colectiva de los productores libres asociados.
Para poder llevar a cabo esta tarea, la clase obrera necesita un Partido con una comprensión científica de la historia y un programa que no sea de reforma o conservación de la presente sociedad: este partido es el Partido Comunista Internacional que debe reunir la parte más avanzada y decidida del proletariado, unificando los esfuerzos de las masas proletarias dirigiéndolas desde la lucha por intereses y resultados contingentes a la lucha general para la emancipación revolucionaria del proletariado.
Es imprescindible entender que “sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario” (¿Qué hacer?, Lenin) y estudiar los fundamentos científicos del marxismo (“Trabajo asalariado y Capital”, “Manifiesto del Partido Comunista”, “Anti-Dühring”, “El Capital”, “Crítica al programa de Gotha”) junto con las lecciones sacadas por la Izquierda Comunista de la degeneración táctica-programática-organizativa de la Internacional Comunista (degeneración de la que fue copartícipe el “trotskismo”), que terminó abandonando la revolución comunista mundial en 1926.
Este mundo burgués se hunde y amenaza con arrastrarnos con él, no tenemos parches o remiendos que ponerle sino una nueva sociedad por la que luchar y vivir. Y no una caricatura de ésta con los nombres cambiados sino una sociedad verdaderamente comunista: sin trabajo asalariado, sin mercado, sin anarquía de la producción, sin propiedad privada, sin Estado, ni crisis ni guerras… en la que “el libre desarrollo de cada uno será la premisa del libre desarrollo de todos” (Manifiesto del Partido Comunista, 1848).
PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONAL – “EL COMUNISTA” – 1º mayo 2024 – www.pcielcomunista.org – twitter.com/pcielcomunista