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LA TÁCTICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN EL PROYECTO DE TESIS PRESENTADO POR EL PC DE ITALIA EN EL IV CONGRESO MUNDIAL (MOSCU - NOVIEMBRE-1922)

[De Stato Operaio, 6-3-1924]

 

 

 

Las condiciones para alcanzar los objetivos revolucionarios de la Internacional Comunista son de naturaleza objetiva en la medida en que residen en la situación del régimen capitalista y en el estadio de la crisis que éste atraviesa; son de naturaleza subjetiva en lo que se refiere a la capacidad de la clase obrera para luchar por el abatimiento del poder burgués y para organizar su propia dictadura con unidad de acción, es decir, logrando subordinar todos los intereses parciales de grupos limitados al interés general de todo el proletariado y al objetivo final de la revolución.

Las condiciones subjetivas son de dos órdenes, a saber:

a) La existencia de partidos comunistas dotados de una clara visión programática y de una organización bien definida que les asegure la unidad de acción;

b) Un grado de influencia del partido comunista sobre la masa de los trabajadores y sobre sus organizaciones económicas que lo ponga en una situación de predominio con respecto a las otras tendencias políticas del proletariado.

El problema de la táctica consiste en la elección de los medios que mejor permiten a los partidos comunistas realizar simultáneamente estas condiciones revolucionarias de naturaleza subjetiva basándose en las condiciones objetivas y en el proceso de sus desarrollos.

 

CONSTITUCIÓN DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS Y DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

 

La bancarrota de la Segunda Internacional y la revolución rusa han dado lugar a la reconstitución de la ideología revolucionaria del proletariado y a su reorganización política en las filas de la Internacional Comunista.

Para poder cumplir con su tarea de unificación en la lucha del proletariado de todos los países hacia el objetivo final de la revolución mundial, la Internacional Comunista debe ante todo asegurar su propia unidad de programa y de organización. Todas las secciones y todos los militantes de la Internacional Comunista deben estar comprometidos por su adhesión de principio al programa común de la Internacional Comunista.

Eliminando todos los vestigios del federalismo de la vieja Internacional, la organización internacional debe asegurar el máximo de centralización y de disciplina. Este proceso se desarrolla todavía a través de las dificultades que derivan de las diferentes condiciones de los distintos países y de las tradiciones del oportunismo. Esto no se resolverá eficazmente con expedientes mecánicos, sino con la realización de una efectiva unidad de método que ponga en evidencia los caracteres comunes a la acción de los grupos de vanguardia del proletariado en los diferentes países.

No se puede admitir que un grupo político cualquiera pueda ser encuadrado en la disciplina y en la organización revolucionaria internacional en virtud de su simple adhesión a determinados textos y con la promesa de respetar una serie de compromisos. En cambio, se debe tener en cuenta el proceso real que se ha desarrollado en los grupos organizados que actúan en la arena política proletaria (partidos y tendencias), la formación de su ideología y su experiencia de acción para juzgar si pueden -y en qué medida pueden- formar parte de la Internacional Comunista.

Las crisis disciplinarias de la Internacional Comunista derivan de un doble aspecto que asume hoy el oportunismo tradicional: el de aceptar con entusiasmo las formulaciones de la experiencia táctica de la Internacional Comunista sin comprender su sólida coordinación con los fines revolucionarios, y retomar sus formas exteriores de aplicación para retornar a los viejos métodos oportunistas, despojados de toda conciencia y voluntad finalista y revolucionaria; y el de rechazar aquellas formulaciones de la táctica con una crítica superficial que las pinta como una renuncia y un repliegue respecto a los objetivos programáticos revolucionarios. Tanto en un caso como en el otro se trata de una incomprensión de las relaciones que transcurren entre el empleo de los medios y los fines comunistas.

Para eliminar los peligros oportunistas y las crisis disciplinarias la Internacional Comunista debe apoyar la centralización organizativa en la claridad y la precisión de las resoluciones tácticas, y en la exacta definición de los métodos que aplicar.

Una organización política, es decir, basada en la adhesión voluntaria de todos sus miembros, sólo responde a las exigencias de la acción centralizada cuando sus componentes conocen y aceptan el conjunto de los métodos que pueden ser ordenados por el centro para ser aplicados en las diferentes situaciones.

El prestigio y la autoridad del centro, que no dispone de sanciones materiales, sino que se vale de parámetros que pertenecen al dominio de los factores psicológicos, exigen de manera absoluta claridad, decisión y continuidad en las proclamaciones programáticas y en los métodos de lucha. En esto reside la única garantía de poder constituir un centro de la efectiva acción unitaria del proletariado internacional.

Una organización sólida solamente nace de la estabilidad de sus normas organizativas; asegurando a cada uno su aplicación imparcial, ésta reduce al mínimo las rebeliones y las deserciones. Los estatutos organizativos, tanto como la ideología y las normas tácticas, deben dar una impresión de unidad y de continuidad.

Por estas consideraciones, basadas en una rica experiencia, el paso del período de construcción de la Internacional de los partidos comunistas al de la acción del Partido Comunista Internacional hace necesaria la eliminación de normas organizativas totalmente anormales. Es el caso de las fusiones de secciones aisladas de la Internacional con otros organismos políticos; del hecho de que algunas de éstas puedan ser constituidas sobre el criterio de la adhesión de organizaciones obreras, y no sobre el de las adhesiones personales; de la existencia de fracciones o de grupos organizados en tendencia en el seno de la organización; de la penetración sistemática y el noyautage (entrismo) en otros organismos que tienen naturaleza y disciplina políticas (lo que se aplica, con más razón, a los de tipo militar).

En la medida en que la Internacional aplique tales expedientes, se verificarán manifestaciones de federalismo y rupturas disciplinarias. Si se frenase o invirtiese el proceso tendiente a la eliminación de dichas anormalidades, o si éstas se erigiesen en sistema, se presentaría con extrema gravedad el peligro de una recaída en el oportunismo.

 

LA CONQUISTA DE LAS MASAS

 

Una tarea fundamental de los partidos comunistas es la conquista de una influencia creciente sobre las masas. Para esto, deben recurrir a todos los medios tácticos que la situación objetiva vuelva oportunos y que sirvan para asegurar una extensión creciente en las capas del proletariado de la influencia ideológica y de las diversas formas de encuadramiento que se apoyan en el partido.

La conquista de las masas no puede realizarse con la simple propaganda de la ideología del partido y con el simple proselitismo, sino con la participación en todas las acciones a las que los proletarios son empujados por su condición económica. Es necesario hacer comprender a los trabajadores que estas acciones no pueden por sí mismas asegurar el triunfo de sus intereses; éstas sólo pueden proveer de una experiencia, de un resultado organizativo y de una voluntad de lucha que encuadrar en la lucha revolucionaria general. Esto no se logra negando tales acciones, sino estimulándolas, incitando para ello a los trabajadores a emprenderlas y presentándoles las reivindicaciones inmediatas que sirven para realizar una unión cada vez más amplia de participantes en la lucha.

Incluso en las situaciones de desarrollo normal del capitalismo, era una necesidad fundamental para los partidos marxistas revolucionarios la lucha por las reivindicaciones concretas de los grupos proletarios sobre el terreno de los sindicatos y de los grupos afines. Las reivindicaciones de orden social y político general también deben servir para el trabajo revolucionario. Pero estas reivindicaciones no deben formar el terreno de un compromiso con la burguesía, por medio del cual el proletariado pague las concesiones de ésta con la renuncia a la independencia de sus organizaciones de clase y a la propaganda del programa y de los métodos revolucionarios.

A través de las acciones por las reivindicaciones parciales, el partido comunista realiza un contacto con la masa que le permite hacer nuevos prosélitos: al completar con su propaganda las lecciones de la experiencia, el partido conquista simpatía y popularidad, y hace nacer en torno suyo toda una red más amplia de organizaciones ligadas a los más profundos estratos de las masas y, por otra parte, al centro directivo del partido mismo. De este modo se prepara una disciplina unitaria de la clase obrera. Esto se alcanza con el noyautage sistemático de los sindicatos, de las cooperativas y de toda forma de organización suscitada por los intereses de la clase obrera. Deben surgir redes organizativas análogas, en cuanto sea posible, en todos los campos de la actividad del partido; a saber: lucha armada y acción militar, educación y cultura, trabajo entre los jóvenes y entre las mujeres, penetración en el ejército, y así sucesivamente. El objetivo de este trabajo es la conquista de una influencia no sólo ideológica, sino también organizativa del partido comunista sobre la mayor parte de la clase obrera. En consecuencia, en su trabajo en los sindicatos los comunistas tienden a lograr la máxima extensión de la base de los mismos, así como de todas las organizaciones de naturaleza análoga, combatiendo toda escisión y propugnando la unificación organizativa allí donde la escisión ya existe, con tal de que le esté garantizado un mínimo de posibilidad de trabajo para la propaganda y el noyautage comunista. En casos especiales, esta actividad puede también ser ilegal y secreta.

Los partidos comunistas, aun trabajando con el objetivo de asegurarse la dirección de las centrales sindicales -aparato indispensable de maniobras en las luchas revolucionarias- por medio de la conquista de la mayoría de los obreros organizados, aceptan en todos los casos la disciplina respecto a las decisiones de este aparato y no pretenden que en los estatutos de las organizaciones sindicales y afines, o en pactos especiales, esté sancionado el compromiso de someterse a un control del partido.

 

EL FRENTE ÚNICO

 

La ofensiva del capital y sus particulares características actuales ofrecen posibilidades tácticas a los partidos comunistas para acrecentar su influencia sobre las masas. De allí surge la táctica del frente único.

La ofensiva capitalista tiene un doble objetivo: destruir las organizaciones proletarias con capacidad de ofensiva revolucionaria e intensificar, además, la explotación económica de los trabajadores para intentar la reconstitución de la economía burguesa. Por tanto, la ofensiva capitalista choca directamente incluso contra los intereses de los proletarios que todavía no han sido ganados por la conciencia y el encuadramiento revolucionarios, y ataca incluso a las mismas organizaciones que no tienen un programa revolucionario y están dirigidas por elementos oportunistas. Comprendiendo bien que la aceptación de la lucha, aunque sólo sea defensiva, equivale a plantear un problema revolucionario y a alinear a los trabajadores en un frente de lucha contra la clase burguesa y sus instituciones, la burocracia que encuadra a dichos organismos sabotea incluso la simple resistencia defensiva, mientras renuncia al programa ilusorio de un mejoramiento gradual de las condiciones de vida del proletariado.

Dicha situación permite a los partidos comunistas conducir a la lucha incluso a la parte de los obreros que no tienen una conciencia política desarrollada. Los partidos comunistas tienen la posibilidad de invitar a estos estratos de trabajadores a participar en acciones unitarias por aquellas reivindicaciones concretas e inmediatas que consisten en la defensa de los intereses amenazados por la ofensiva del capital.

Para tal fin, los comunistas proponen una acción común de todas las fuerzas proletarias, de las más diversas tendencias, encuadradas en las organizaciones.

Esta táctica nunca debe entrar en contradicción con la tarea fundamental del partido comunista, es decir, con la difusión en el seno de la masa obrera de la conciencia de que sólo el programa comunista y el encuadramiento organizativo en torno al partido comunista la conducirán a su emancipación.

Las perspectivas del frente único son dobles. La invitación al frente único servirá para una campaña contra los programas y la influencia de las otras organizaciones proletarias, si éstas rechazan la invitación a la acción hecha por los comunistas; es evidente, en tal caso, la ventaja del partido comunista. Si, por el contrario, se llega realmente a una acción en la que participan todas las organizaciones proletarias y todo el proletariado, el partido comunista se propone llegar a tomar la dirección del movimiento, cuando las condiciones generales permitan conducirlo a una salida revolucionaria. Cuando esto no sea posible, el partido comunista debe intentar enraizar en las masas por todos los medios -a través de las vicisitudes de la lucha, sea de un éxito parcial de la misma, sea de la derrota cuando fuese inevitable- la convicción de que el partido comunista es el mejor preparado para hacer prevalecer la causa del proletariado; si el partido comunista ha hecho anteriormente una campaña sobre las propuestas precisas que garantizarían el éxito de la lucha, podrá hacer, a través de la participación de sus fuerzas en primera línea en la acción común, que las masas se formen la convicción de que la victoria será posible cuando sobre ellas no tengan una influencia predominante las organizaciones no comunistas.

Por tanto, la táctica del frente único es un medio para la conquista de una influencia ideológica y organizativa preponderante del partido.

La tendencia instintiva de las masas a la unidad debe ser utilizada cuando pueda servir para el empleo favorable de la táctica del frente único; debe ser combatida cuando conduzca al resultado opuesto.

Por consiguiente, el grave problema táctico del frente único presenta límites fuera de los cuales nuestra acción no cumpliría con sus propios fines. Estos límites deben ser definidos en relación con el contenido de las reivindicaciones y con los medios de lucha que proponer, y en relación con las bases organizativas que proponer o aceptar como plataforma de las fuerzas proletarias.

Las reivindicaciones que el partido comunista plantea para el frente único no deben estar en contradicción con los programas de los diferentes organismos cuya coalición se propone, y deben ser alcanzables por ésta con métodos de lucha que ninguno de dichos organismos rechace por principio.

Pueden ser planteadas todas las reivindicaciones que puedan perseguirse por medios de la acción directa del partido: la defensa de los salarios y de los convenios de trabajo en la industria y en la agricultura, la lucha contra los despidos y la desocupación, la defensa efectiva del derecho de asociación y de agitación.

Pueden ser propuestos como medios de lucha todos aquellos que el partido comunista no rechaza para sus propias acciones independientes y, por lo tanto, todas las formas de propaganda, de agitación y de lucha en las que la clase proletaria se opone neta y declaradamente al capital.

En fin, las bases de la coalición deben ser tales que aun en el caso en que los otros organismos proletarios no hayan aceptado las propuestas comunistas -cuyo conjunto ha de ser conocido por las masas-, pero inicien así y todo una acción general proletaria (por ejemplo: usando los mismos medios de lucha aconsejados por el partido comunista, como la huelga general, etc., etc., pero con otros objetivos), el partido comunista, al no permanecer ajeno a la acción común, pueda sin embargo hacer recaer la responsabilidad de la dirección de la lucha sobre los otros organismos en caso de derrota del proletariado.

En consecuencia, el partido comunista no aceptará formar parte de organismos comunes a diferentes organismos políticos que actúen con continuidad y con responsabilidad colectiva a la cabeza del movimiento general del proletariado. El partido comunista evitará también aparecer como partícipe en declaraciones comunes con partidos políticos, cuando éstas contradigan en parte su programa y sean presentadas al proletariado como resultado de negociaciones para encontrar una línea de acción común.

Especialmente en los casos en los que no se trata de una breve polémica pública con la que se invita a otros organismos a la acción, previendo con seguridad que se negarán, sino en los que existe en cambio la posibilidad de llegar a una lucha en común, el centro dirigente de la coalición deberá consistir en una alianza de organismos proletarios de carácter sindical o afines. De esta manera, este centro aparecerá ante las masas como susceptible de ser conquistado por los diferentes partidos que actúan en el seno de los organismos obreros.

Solamente así se asegurará el empleo útil de la táctica del frente único, incluso en el curso de una acción que, por la influencia de los oportunistas, termine en una victoria incompleta o en una derrota de la clase obrera.

 

 

EL GOBIERNO OBRERO

 

Las reivindicaciones inmediatas que interesan al proletariado también pueden estar ligadas a la política del Estado.

Estas reivindicaciones deben ser formuladas por el partido comunista y propuestas como objetivos de una acción de todo el proletariado llevada a cabo mediante una presión externa sobre el gobierno, ejercida con todos los medios de agitación.

Cuando el proletariado se encuentra frente a la constatación de que para conseguir tales reivindicaciones es necesario que el gobierno existente sea cambiado, el partido comunista debe apoyar sobre este hecho su propaganda por el abatimiento del poder burgués y por la dictadura proletaria, análogamente a lo que debe hacerse cuando los trabajadores constatan que sus demandas económicas no encuentran lugar en el marco de la economía capitalista.

Cuando el régimen de gobierno se encuentra en una situación crítica por la relación de las fuerzas sociales, es necesario hacer de su abatimiento una reivindicación concreta accesible a la masa, y no una simple fórmula de propaganda. Tal reivindicación (el poder a los Soviets, a los Comités de Control, a los Comités de la Alianza Sindical) puede ser planteada a los trabajadores de todos los partidos y a los sin partido representados en dichos organismos. Todos los trabajadores serán llevados a aceptarla, incluso contra sus propios dirigentes. Esta reivindicación entra en el marco de la tarea política propia del partido comunista, dado que su realización implica la lucha revolucionaria y la supresión de la democracia burguesa, y que su proposición induce a toda la masa proletaria a seguir sobre esta vía. Pero no debe excluirse que dicha consigna extraparlamentaria pueda ser lanzada también en el parlamento o en una campaña electoral.

Hablar de gobierno obrero como de un gobierno de coalición de los partidos obreros, sin indicar cuál será la forma de la institución representativa sobre la que dicho gobierno podrá apoyarse, no significa lanzar una reivindicación comprensible para los obreros, sino sólo dar una fórmula de propaganda que confunde los términos de la preparación ideológica y política revolucionaria. Los partidos son organizaciones constituidas para tomar el gobierno, y los partidos que forman el gobierno obrero no pueden ser los que están por la conservación de las instituciones parlamentarias burguesas.

Hablar de gobierno obrero declarando -o no excluyendo- que pueda surgir de una coalición parlamentaria en la que participe el partido comunista, significa negar prácticamente el programa político comunista, o sea, la necesidad de la preparación de las masas para la lucha por la dictadura.

La situación política mundial no es tal que permita prever la formación de gobiernos de transición entre el régimen burgués parlamentario y la dictadura proletaria, sino más bien la de gobiernos de coalición burgueses que dirigirán con extrema energía la lucha por la defensa contrarrevolucionaria. Si debiera haber gobiernos de transición, es una necesidad de principio para el partido comunista dejar la responsabilidad de dirigirlos a los partidos socialdemócratas, mientras éstos surjan sobre la base de las instituciones burguesas. Sólo así el partido comunista puede dedicarse a la preparación de la conquista revolucionaria del poder y a la sucesión del gobierno de transición.

 

LA CONQUISTA DE LAS MASAS NO ORGANIZADAS

 

La existencia de fuertes y florecientes organizaciones económicas es una buena condición para el trabajo de penetración en las masas. La acentuación del desequilibrio de la economía capitalista crea una situación objetivamente revolucionaria. Pero, debido a que la capacidad de la lucha del proletariado ha resultado insuficiente -en el momento en que, después del aparente florecimiento de la inmediata posguerra, la crisis ha aparecido con toda su gravedad-, asistimos hoy en muchísimos países al vaciamiento de los sindicatos y de todas las organizaciones análogas. Es previsible que el mismo fenómeno no tarde en verificarse en otros países.

En consecuencia, la preparación revolucionaria del proletariado se hace difícil, a pesar de la expansión de la miseria y del descontento.

Se plantea como problema de primera línea el encuadramiento tras los partidos comunistas de los estratos de los desocupados y de los elementos proletarios reducidos a un estado caótico por la parálisis de la máquina productiva. Es posible que dentro de algún tiempo este problema resulte más grave que el de la conquista de los obreros que siguen a otros partidos proletarios a través de las organizaciones económicas dirigidas por éstos, problema que está bien afrontado en la táctica del frente único. Al añadirse a la decadencia económica la intensidad de la acción unitaria contrarrevolucionaria de todas las fuerzas burguesas, debe considerarse más bien que los organismos económicos proletarios no comunistas se vaciarán más rápidamente. Los términos del problema de la conquista de las masas estarán entonces modificados.

Debiendo apoyarse siempre el trabajo revolucionario sobre las situaciones concretas reales, deberá realizarse una nueva forma de organización de los intereses proletarios. En la fase actual, se delinea la tarea de encuadrar en torno a los comités y a los órganos del frente único de las organizaciones -con formas oportunas de representación- a los estratos de los proletarios sin organización. El partido comunista deberá ser el centro de la lucha y del contraataque contra la centralización reaccionaria capitalista que tiende a imponerse sobre una clase obrera en desbandada y dispersa, y definitivamente abandonada a sí misma por la burocracia oportunista.

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“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

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