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LA ESTRUCTURA ORGÁNICA DEL PARTIDO ES LA OTRA CARA DE SU UNIDAD DE DOCTRINA Y DE PROGRAMA

 [Publicado en Il Programma Comunista, del 20 de diciembre de 1965]

 

 

NI LIBERTAD DE TEORÍA, NI LIBERTAD DE TÁCTICA

 

En el espacio de un año ha aparecido en estas columnas un cuerpo de tesis en el que encuentra sistematización definitiva la posición de Ia Izquierda Comunista y de nuestro Partido en las cuestiones de organización. Hacemos elenco de la sucesión cronológica según la cual ha sido publicado este material: nº 22, del 30 de diciembre de 1964, “Apuntes para las tesis sobre la cuestión de la organización”; nº 1, del 12 de enero de 1965, “Primeros resultados de las contribuciones llegadas desde todo el Partido para la elaboración de las tesis definitivas sobre su organización”; nº 2, del 24 de enero de 1965, “Consideraciones sobre la actividad orgánica del Partido cuando la situación general es históricamente desfavorable”; nº 14, del 28 de julio de 1965, “Tesis sobre la tarea histórica, la acción y la estructura del partido comunista mundial, según las posiciones que desde hace más de medio siglo forman el patrimonio histórico de la Izquierda comunista” (traducidas y publicadas también en Le Proletaire, nº 24, de septiembre, de 1965); nº 15, 16, 17 y 18, de 1965, material documentario expuesto e ilustrado como comentario de las tesis generales de la reunión de Nápoles.

En todo este cuerpo de tesis se demuestra abundantemente que las posiciones de nuestro Partido sobre las cuestiones de organización son las sostenidas siempre por la Izquierda Comunista y que ningún “giro” o “nuevo curso” ha sido inaugurado sobre la materia. A esta abundancia de demostraciones nosotros queremos añadir nueva abundancia, no ciertamente para abrirle los ojos a los ciegos, sino para consolidar aún más nuestra decisión y de todo el Partido de proseguir a lo largo de la vía que desde hace más de cincuenta años emprendió la Izquierda Comunista, la única correcta, la única que llevará a la reconstitución de una nueva Internacional Comunista y a la victoria proletaria mundial.

Algunas citas de las que pretendemos recordar, han sido sacadas de textos fundamentales de nuestro Partido, desde hace mucho tiempo conocidas por todos los compañeros. En el nº 14, del 23 de julio-2 de agosto de 1953, de Programma Comunista, apareció un importante artículo titulado “Presión “racial” del campesinado presión clasista de los pueblos de color”, que sirvió como introducción para el estudio clásico del Partido: “Factores de Raza y Nación en la Teoría Marxista”.    

Nuestro movimiento salía entonces de una fase en la que se había debido liberar de algunas escorias contrarrevolucionarias, una de cuyas características consistía precisamente en considerar superadas las tesis nacionales de Marx y de Lenin. Pero otra característica suya era una desviación análoga en la cuestión organizativa, consistente en reivindicar la utilización del mecanismo democrático y rechazar la tesis clásica de la Izquierda Comunista sobre el centralismo orgánico.

Era por tanto lógico que, al demoler la desviación oportunista sobre la cuestión nacional, el Partido aludiese también a las tesis clásicas de la Izquierda sobre las cuestiones de organización, aunque éstas no estuviesen entonces planteadas en primer plano, dado el escaso desarrollo del Partido en aquel período. Y he aquí como efectivamente, en el artículo citado, eran recordadas sintéticamente las tesis de la Izquierda Comunista en el campo táctico y organizativo, en un parágrafo titulado sugestivamente “Ni libertad de teoría, ni de táctica”:

“Es necesario entenderse sobre este concepto fundamental de la Izquierda. La unidad sustancial y orgánica del partido, diametralmente opuesta a la formal y jerárquica de los estalinistas, debe entenderse requerida por la doctrina, por el programa y por la llamada táctica. Si entendemos por táctica los medios de acción, éstos no pueden ser establecidos más que por la misma indagación que, en base a los datos de la historia pasada, nos ha conducido a establecer nuestras reivindicaciones programáticas finales e integrales. Los medios no pueden variar y ser distribuidos a placer, en épocas sucesivas o peor por grupos distintos, sin que sea distinta la valoración de los objetivos programáticos a los que se tiende y del curso que nos conduce a ellos. Es obvio que los medios no se eligen por sus cualidades intrínsecas, por bonitos o feos, dulces o amargos, suaves o ásperos. Sino que, con gran aproximación, incluso la previsión sobre la sucesión de su elección debe ser tarea común del partido, y no depender de las “situaciones que se presentan”. En esto radica la vieja lucha de la Izquierda. En esto radica también la fórmula organizativa de que la llamada base puede ser requerida útilmente a seguir los movimientos indicados por el centro, en cuanto el centro está ligado a una “rosa” (por decirlo brevemente) de posibles movimientos ya previstos en correspondencia con no menos previstas eventualidades. Sólo con este lazo dialéctico se supera el punto neciamente perseguido con las aplicaciones de democracia interna consultiva, que hemos demostrado repetidas veces carentes de sentido. Son de hecho reivindicadas por todos, pero todos están dispuestos para dar el espectáculo, en pequeño y en grande, de extraños e increíbles golpes de fuerza y de escena en la organización.”

 

LENIN EN 1904 Y EN 1922

 

El texto es de una cristalina claridad. Sin embargo, consideramos útiles algunas observaciones. La superación de la “democracia interna consultiva” en el partido revolucionario está unida a la “previsión” y planificación de los medios tácticos de los que el partido se sirve en las situaciones históricas sucesivas. Es obvio que en los períodos históricos en los que el partido proletario no había llegado históricamente a una planificación racional de la táctica, por tanto, en la II y en la misma III Internacional, todo brusco (e incluso leve) cambio de la situación generase en el partido revolucionario, contrastes, choques, formaciones de corrientes y de fracciones, y a veces laceraciones organizativas. El mecanismo democrático era pues, en aquel período histórico, el instrumento del que las corrientes y fracciones que componían el partido, se servían en su lucha interna para vencerse mutuamente, y al mismo tiempo era el tejido conectivo que en períodos normales mantenía unido al partido. Que la democracia en el partido fuese la fuente de la “verdad” o del “error”, era una cuestión que sólo podían plantear los metafísicos, y que en realidad planteaban por una parte los reformistas, por la otra, los anarquistas y los sindicalistas sorelianos. Los marxistas revolucionarios, por su parte, nunca habían planteado y no podían plantear una cuestión similar y pueril. Los marxistas debían saber que la democracia es un mecanismo de coerción, un engaño organizativo, y debían estar prestos tanto para servirse de ella para sus objetivos como para pisotearla cuando era necesario, siempre por sus objetivos. Debían saber que los partidos en los que conducían su lucha no eran “partidos puramente comunistas”, que había corrientes y fracciones no marxistas y no comunistas, y que se trataba de derrotarlas y someterlas sirviéndose del mecanismo democrático. La democracia en el partido debía servir a los marxistas para engañar a los propios enemigos, evitando con cuidado ser engañados.

La utilización del mecanismo democrático está pues indisolublemente ligada a una época histórica en la que no existen “partidos comunistas puros”. No sólo los partidos de la II y de la III Internacional no habían alcanzado una sistematización racional de la táctica basada en la teoría, en los principios y en los fines comunistas, y por consiguiente entraban en crisis fraccionales a cada giro de la situación política, sino que por definición no eran “partidos marxistas”. Esto es evidente en cuanto se refiere a la II Internacional, acervo federalista de tendencias de todo género. Pero en la misma III Internacional había corrientes que se proclamaban abiertamente no marxistas sin que esto comportase su expulsión.

En Francia, por ejemplo, sindicalistas revolucionarios como Rosmer y Monatte y reformistas evolucionistas como Cachin y Frossard constituían de hecho la sección francesa de la I.C., manteniéndose juntos por la admiración hacia la revolución de Octubre. En Italia, A. Graziadei, exponente de la corriente de derechas del Partido, podía escribir, publicar y defender libros en los que se demolía el Capital de Marx, sin que esto condujese a su expulsión. En Alemania, Lukacs y Korsch podían iniciar una revisión filosófica del marxismo en sentido idealista, y permanecer sin embargo en la Internacional. Zinóviev tronaba, es verdad, desde Moscú; pero los truenos de Zinóviev ciertamente no significaban la expulsión de Korsch y de Lukacs.

Si no se parte de estas consideraciones obvias, es inútil leer a Lenin, y en particular el texto que dedicó en 1904 a las cuestiones organizativas surgidas en el POSDR, después de la primera ruptura entre bolcheviques y mencheviques, y este es “Un paso adelante, dos pasos atrás”.

A esta importantísima obra de Lenin, que desde hace 40 años se ha convertido en el caballo de batalla de las falsificaciones estalinistas por cuanto se refiere a las cuestiones de organización del partido revolucionario, le dedicaremos un análisis en profundidad, no sólo volviéndola a colocar en la situación histórica en la que nació, sino enlazándola con las polémicas que se han desarrollado en el campo proletario sobre las cuestiones de organización, a partir de la Liga de los Comunistas y de la I Internacional, pasando a través de la II Internacional, y llegando hasta la Internacional Comunista y a su degeneración y disolución. Un estudio similar debería adjuntarse al análogo aparecido en 1960 en nuestro periódico y dedicado a El Extremismo, enfermedad infantil del comunismo de Lenin. Como de hecho el “Extremismo” es el texto sobre el que el estalinismo y el posestalinismo basan su falsificación en el campo de la táctica, así también “Un paso adelante, dos pasos atrás” es el texto utilizado por los oportunistas de cualquier matiz para crear confusión en el campo de las cuestiones organizativas e incluso por eso podemos repetir cuanto decíamos a propósito del “Extremismo”: “El texto más explotado desde hace 40 años por todas las carroñas oportunistas, y cuya invocación impúdica caracteriza y define a la carroña”.

Pero a nosotros nos interesa recordar ahora que en 1904, cuando Lenin escribió Un paso adelante, dos pasos atrás, el POSDR era una sección de la II Internacional, y que las fórmulas organizativas en él propugnadas son las mismas que entonces hacía suyas la socialdemocracia alemana, como Lenin mismo repite en cada página; con el añadido de una acentuación del centralismo y de los poderes del Comité Central en relación con la base, por lo demás explicada y justificada por la situación ilegal en que el POSDR estaba obligado a luchar.

Por tanto, si en 1904 Lenin habla de utilización del mecanismo democrático, habla al mismo tiempo de la normalidad de la división del partido en corrientes y en fracciones. Esto en 1904. Pero, si nos ocupamos de la III Internacional, también aquí vemos que Lenin acepta como normal su división en corrientes. En todos los escritos posteriores a 1919, Lenin habla de la existencia de una derecha, de un centro y de una izquierda comunista. Hay más, incluso peor: en el artículo titulado Serrati y la caza de la zorra, escrito entre el III y IV Congreso, Lenin, después de haber reconocido una vez más la división de la Internacional en derecha e izquierda, reconoce haberse equivocado en el III Congreso atacando demasiado a fondo a la “izquierda”, y se promete de nuevo conducir una lucha mucho más dura contra la “derecha”. Lenin se planteaba pues como dirigente de la Internacional que una de sus funciones debía ser la de equilibrar el choque de las corrientes existentes en su seno, mientras fuese posible. Y en esta situación política y organizativa verdaderamente trágica, el mismo Lenin, a finales de 1922, en el IV Congreso, captó la atención de los delegados del proletariado mundial en torno a la cuestión: “¿Estamos o no estamos perdidos?”. Y reconoce no poder ofrecer una respuesta. Pero en el mismo período, Lenin prevé, en su “testamento”, la posibilidad de una ruptura en el Partido Comunista ruso, en el “monolítico” partido ruso, y en los artículos sobre la cuestión nacional, mientras ataca a Stalin como “chovinista gran-ruso”, registra el desarrollo de un “imperialismo ruso”, y de un “socialnacionalismo ruso”; constata la supervivencia del “viejo aparato estatal zarista consagrado por el santo óleo soviético”, y prevé que los pequeños núcleos de obreros soviéticos y sovietizados permanezcan anegados en el océano de la basura chovinista gran-rusa “como una mosca en la leche”. Y, mientras prevé y escribe todo esto, el dirigente de la Internacional se halla en la no envidiable situación de no saber a quién confiarle sus previsiones, y a quién transmitir sus escritos. Lenin es prisionero de un oportunismo naciente. Y mientras la contrarrevolución está al acecho, y ya construye el obsceno mausoleo en el que encerrar embalsamado al dirigente de la revolución de octubre, el otro gran dirigente, Trotski, guarda en sus cajones los últimos escritos de Lenin, aceptando no revelarlos al Partido, ya reacio a afrontar con vigor las cuestiones de política económica convertidas en urgentes por la “crisis de las tijeras” de 1923. Otra vez hemos observado, comentando la carta de Lenin a Serrati después del Congreso de Bolonia, que la cuestión de la revolución se resuelve escribiendo una decena de directrices correctas. Lenin en 1922 ya no tenía directrices.

 

LA INTERNACIONAL Y LA IZQUIERDA

 

En conclusión, la III Internacional era una organización no “puramente comunista”, en cuyo seno, por tanto, existían corrientes declaradamente no marxistas, e incluso antimarxistas; una organización dividida en corrientes y fracciones que por todos estos motivos no había podido llegar a una sistematización racional de las cuestiones tácticas. Era un producto de la historia, ciertamente, un puente de paso hacia una Internacional “puramente comunista” y hacia un Partido Comunista Internacional único, como Zinóviev y los bolcheviques sostenían. Por eso, la fórmula de organización que la caracterizaba, el “centralismo democrático”, precisamente, también ésta era una fórmula de transición, abierta a distintos y opuestos desarrollos.

La Izquierda Comunista italiana condujo valientemente su lucha en el seno de la Internacional, para salvarla de un nuevo oportunismo y para facilitarle y hacer posible su pasaje a Partido Comunista Internacional. Sostuvo que la condición de este pasaje era la sistematización de la táctica a escala mundial, y que sólo sobre esta base se habría podido superar las crisis fraccionales, la división en corrientes y la utilización del mecanismo democrático. Esta valiente y difícil lucha se resolvió entonces en una derrota, porque la Izquierda se encontró sola conduciéndola, pero sin embargo fue la única lucha fecunda, que salvaba los principios comunistas y el futuro del movimiento, y echaba las sólidas bases de una lejana, pero inevitable reanudación de la batalla revolucionaria.

Por consiguiente, no es posible separar las posiciones de la Izquierda en el campo táctico de las posiciones de la Izquierda en el campo organizativo. No se puede decir: sí a la sistematización racional de la táctica, y no al centralismo orgánico y a la supresión del mecanismo democrático en el Partido. Quien pretende poner en práctica una distinción similar, no es más que un demagogo, un demagogo que mistifica a los otros mistificándose a sí mismo. Y los demagogos, como dijo Lenin, son los peores enemigos del proletariado.

Quien pretende (o se propone) utilizar el mecanismo democrático en la organización del Partido, no puede hablar de Partido Monolítico. Los partidos proletarios en los que estaba vigente la utilización de la democracia no han sido nunca partidos monolíticos, sino que han sido partidos divididos en corrientes y en fracciones, partidos no “puramente comunistas” y por definición no “marxistas”. Un sólo ejemplo nos ha ofrecido la historia de partidos organizados sobre la base del mecanismo democrático, y a pesar de esto monolíticos: el de los partidos estalinistas. Pero el estalinismo pudo ser monolítico y democrático al mismo tiempo, porque se basaba en la fuerza del Estado, como por lo demás el fascismo. Y hoy el monolitismo estalinista se rompe en el choque entre los Estados que componen, o componían el falso y mentiroso “campo socialista”.

 

¿Y HOY?

 

La fórmula organizativa del “centralismo democrático”, característica de la III Internacional, estaba abierta pues históricamente a distintos y opuestos desarrollos: por una parte tendía hacia el centralismo burocrático, despótico y estatal, y sin embargo siempre democrático, del estalinismo, o sea, de la contrarrevolución; y por otra parte hacia el centralismo orgánico y no democrático propio del Partido Comunista Internacional único, puramente comunista y puramente marxista, basado en una sola doctrina, un sólo programa y una sistematización racional de la táctica. El “centralismo democrático” estaba abierto históricamente por una parte hacía el monolitismo de la revolución, por otra parte hacia el monolitismo de la contrarrevolución. Este concepto está claramente formulado en el texto de 1953 más arriba citado, en el que “la unidad sustancial y orgánica del partido” se “opone diametralmente a la formal y jerárquica de los estalinistas”.

Antes de abandonar este tema, con la reserva de volver a analizarlo cumplidamente en un estudio sobre “Un paso adelante, dos pasos atrás”, apuntamos brevemente la distinción entre “círculo” y “partido”, planteada por muchos de forma totalmente disparatada. ¿Qué eran los “círculos”? Éstos surgieron en Rusia entre 1890 y 1900, y confluyeron en la constitución del POSDR. Y he aquí, gritan algunos, que hoy nos encontramos en la situación de Rusia entre 1890 y 1900: existen muchos “grupos” y “círculos” revolucionarios, lo que falta es el “partido”. Y, para llegar a este -aparte de la eventual y suspirada reaparición del “gran jefe”- hace falta una receta, la de la “democracia”, o sea, de un “congreso soberano” que unifique a los “grupos” en “partido”...

El paralelo histórico entre la situación rusa de 1890-1900 y la situación actual es tan pueril que merece un solo comentario. En 1890 existía solamente una II Internacional. ¿Existe hoy algo parecido? ¿No se han planteado nunca los imitadores, que quieren hacer como Lenin, esta pequeña y simple pregunta?

Y por otra parte, si fuese verdad (pero no lo es) que vivimos en la época de los “círculos”, debería ser igualmente verdad que en los “círculos” no se vota. Ahora bien, todos aquellos que tontean con el pasaje de los “círculos” al “partido” votan ¡y cuánto! Pero entonces está claro que diez personas que charlan para votar, y votan para charlar no son un “círculo”, y tampoco un “salón”; porque en los “salones” se hacen juegos de sociedad, se charla y se conspira maliciosamente, pero no se vota. Diez personas que votan no pueden pretender constituir un “círculo” que confluya en el futuro partido revolucionario, porque sólo son una sección del presente y real manicomio burgués, una sucursal del obsceno burdel capitalista.

  

(Publicado en Il Programma Comunista, del 1-15 de enero de 1966)

 

En la parte precedente, está desarrollado el concepto de que el empleo del mecanismo democrático dentro de los partidos de la II e incluso de la III internacional correspondía a su naturaleza todavía no homogénea ni integralmente marxista; mientras el centralismo orgánico expresa en el plano organizativo la plena unidad alcanzada por el partido -sobre el hilo de la tradición histórica de la izquierda italiana- en la doctrina, en el programa y en la solución de los problemas tácticos.

Con todo esto, nosotros seríamos “metafísicos”, porque en la tesis 15 de los “Apuntes para las tesis sobre la cuestión de organización”, hemos escrito que “debe considerarse cerrada para siempre la época en la que se podía tolerar que en el campo organizativo del partido sobreviviesen formas electivas”.

¿Para siempre? ¡Ay va!, una afirmación similar no sólo sería “metafísica”, sino que representaría una novedad absoluta para nuestro partido, una nueva palabra nunca hasta hoy dicha o escrita. ¿Cómo se puede excluir para siempre el uso de la democracia dentro del partido?

Quien plantea una pregunta similar cree no ser metafísico. Pero esa equivale a esta otra: ¿cómo se puede afirmar perentoriamente que la tierra es redonda? ¿no podría en cualquier remota eventualidad futura revelarse cuadrada? Quien plantea una pregunta similar se enreda en la peor metafísica, la de los curas que condenaron a Galileo, oponiéndole que no había demostrado exhaustivamente que la tierra gira alrededor del sol; sustituyendo la dialéctica de la necesidad propia del marxismo por la sofística de la “posibilidad” característica querida por la degenerada filosofía burguesa contemporánea. Por tanto ¿la palabrita “para siempre” nosotros no la habríamos escrito nunca hasta noviembre de 1964? Pues bien, en el ya citado artículo de 1953 se lee: “sólo con este lazo dialéctico se supera el punto neciamente perseguido con las aplicaciones de democracia interna consultiva, que hemos demostrado carentes de sentido repetidas veces”. Se supera ¿¡¿y dónde se ha oído decir nunca, o visto, que se supera alguna cosa no para siempre, no definitivamente, sino durante unas horas, o durante unos minutos?!? Un organismo supera la infancia y pasa a la adolescencia: ¿Puede quizás volver a la infancia?

Pero el artículo citado es de 1953. Hace falta volver más atrás a 1947, a otro texto clásico “Fuerza, Violencia y Dictadura en la Lucha de Clase”, aparecido en la revista Prometeo, en los nºs. 2, 4, 5, 8, 9 y 10 de la I serie (ahora número 3 de la lista “Los Textos de la Izquierda Comunista”). Recordamos que en este texto se reafirma (y no es el único lugar) como en muchísimos otros, la otra “novísima” tesis, según la cual el partido comunista es órgano humano, y como órgano humano perpetúa su función más allá de la sociedad dividida en clases, en la sociedad sin clases y sin Estado, en la sociedad comunista; “no queremos afrontar aquí la discusión sobre la transformación del partido en un simple órgano futuro de investigación y de estudio social, que coincida con los grandes organismos de investigación científica de la nueva sociedad...”.

¡También ésta sería una tesis “metafísica” y “nueva”! ¡Sería “filosofía”... “idealista”! En cuanto a la “novedad”, es tan “nueva” que ya en las Tesis de Roma, por tanto, desde 1922, se la encuentra afirmada (tesis 24). En cuanto a la “filosofía”, incluso “idealista” ¿qué queréis que hagamos? ¡Somos “filósofos”! ¡pobres de nosotros! También Marx, el pobre hombre “filosofaba”, parece que en el desierto. Y en 1844, metafísico e idealista como era, escribía en los “Manuscritos Económico-Filosóficos”, que el comunismo afirma desde su surgimiento “la conciencia del género”, “la esencia del género”, “la existencia del género”. Y proclamaba que “la existencia del género” era “consabida” en el comunismo, por tanto, en su cabeza. Proclamaba, sic et simpliciter, ser él, Carlos Marx, la conciencia del género humano. Pretendía ¡qué horror! encerrar en su pobre cabeza de “filósofo idealista” todo el devenir de la humanidad, al margen de la lucha de clase real. ¿No condenaba de hecho, en la misma obra, de “filósofo idealista”, el comunismo tosco? ¡Poco a poco, quitamos de la circulación estos diabólicos “Manuscritos económico-filosóficos”! Ha hecho bien el profesor Galvano Della Volpe recordando que esta obra no está considerada un texto “canónico” del marxismo, y que está reservada sólo para los “especialistas”. ¡Han hecho bien los estalinistas, los pos-estalinistas y los maoistas, retirándola de la circulación! ¡Poco a poco, ponemos a Marx en la buhardilla y mantenemos como consuelo su barba, desde el momento en que con ella aún se puede conmover a los proletarios y hacer negocio!

En cuanto a nosotros, que no somos “canónicos” como el profesor Della Volpe ¡arrojamos la barba y nos quedamos con los Manuscritos!

Pero volvamos a las cuestiones de organización. Por tanto, el citado estudio “Fuerza, Violencia y Dictadura en la Lucha de Clase” se cerraba con una “Apostilla”, que dice:

“En la visión de la Izquierda sobre la organización de partido, se sustituye el estúpido criterio mayoritario imitado de la democracia burguesa por un criterio dialéctico mucho más alto que hace depender todo del vínculo sólido de militantes y dirigentes con la severa y obligatoria continuidad de teoría, de programa y de táctica, y se depone toda veleidad de cortejo demagógico a estratos demasiado amplios y por ello más fácilmente maniobrables de la clase trabajadora; en realidad es la única que mejor se concilia con una profilaxis contra la degeneración burocrática de los cuadros del partido y el atropello de la base por parte de éstos, que se resuelve siempre con un retorno a las desastrosas influencias de la clase enemiga”.

También aquí, se trata de volver a la escuela elemental, y de aprender el significado de las palabras. Las visiones de la Izquierda sobre la organización de partido, sustituyen el estúpido criterio mayoritario imitado de la democracia burguesa... Preguntamos una vez más: ¿se ha visto alguna vez una sustitución parcial? En todo caso, el texto citado prosigue afirmando que las visiones de la Izquierda sobre la organización de partido hacen depender todo del sólido lazo... etc., etc.

Preguntamos: ¿¡¿¡Se ha visto alguna vez a un todo convertirse en una parte!?!?

Pero se objetará que todo esto no es suficiente, porque la ”palabrita” para siempre no la hemos demostrado, ni podremos demostrarla. Muy bien, quien objeta esto se equivoca grandemente.

Ante todo, en toda reunión de partido, desde hace 15 años, se repite que la utilización del mecanismo democrático en el seno del partido está superada para siempre, y se puede encontrar la huella de esta constante proclamación buscando en Il Programma Comunista los resúmenes de las reuniones interfederales y locales.

En segundo lugar, la palabrita “para siempre” fue escrita, no ayer ni antes de ayer, sino en 1952, por tanto, ahora hace 13 años. Y si es verdad que verba volant, es igualmente verdad que scripta manent. Los escritos no se cancelan ¡y qué escritos! ¡y en qué ocasión!

En 1952 nuestro Partido vivía en pleno la fase que hemos recordado, y en la que procedía a expeler de su seno residuos y escorias contrarrevolucionarias. En 1952, éstas pretendían, entre otras cosas, que en el partido se aplicase el mecanismo democrático. Y con una argumentación típica de los oportunistas de todos los tiempos, nos acusaban, de querer esterilizar el partido, de querernos quedar al margen de la lucha de clase real. Y se jactaban, faltaba decirlo, de ser verdaderamente “políticos”.

En esta situación, salió el último número de Battaglia Comunista, órgano del Partido, el 12-28 de septiembre de 1952. El último, porque los oportunistas entonces consiguieron con maniobras verdaderamente... “políticas” apropiarse de la cabecera del periódico y de la revista “Prometeo”. De hecho, quien lee el nº 16-1952 de Battaglia Comunista, encuentra en la última página un “Aviso a los lectores” en el que se afirma que los responsables del robo “legal” del periódico al Partido revolucionario “no podrán ya volver sobre el terreno del partido revolucionario. Es inútil, por consiguiente, hablar de sus nombres y de sus móviles, hoy y después”. El número sucesivo lleva la cabecera Il Programma Comunista, vuelve a publicar el “Aviso a los lectores” y lleva en grande la indicación: “Año I-nº 1”.

 Se trata pues de un evento capital en la historia del partido, de un episodio crucial que marca irrevocablemente su tradición. Ahora bien, el número del 12-28 de septiembre de 1952, de Battaglia Comunista refiere: “Una importante reunión de Partido en Milán el 6 y 7 de septiembre”. En el mismo período, y también en Milán, los oportunistas de los que hablábamos más arriba anunciaban su “congreso soberano”, con votos, mociones, presidencia, debate y segundas vueltas en las votaciones, con la complacida presencia de representantes de la revista ultraoportunista “Socialisme ou Barbarie”, hoy ya desenmascarado como lo que siempre fue, un órgano de la socialdemocracia. La importante reunión de nuestro Partido se contraponía pues radicalmente, en la misma ciudad y en el mismo período, a todos aquellos oportunistas. Dos métodos antitéticos de entender la naturaleza del Partido revolucionario, su función, y su organización se contrapusieron entonces, para siempre.

La reunión tuvo el carácter de una verdadera movilización de las fuerzas de todo el partido, y fueron tratados los temas presentados luego en la revista “Siguiendo el Hilo del Tiempo” (Sul filo del tempo) bajo el título: invariancia del marxismo revolucionario, e impersonalidad de la clase. Tesis, éstas, que nos caracterizan ya desde hace años y años frente a todos los oportunistas. Transcribimos del resumen:

“Las dos sesiones del día siete, muy concurridas de compañeros de Milán y de cada región, tuvieron un carácter de verdadero Congreso, aunque anunciadas con la fórmula de las «Reuniones de Estudio» ya probada como de amplio y ventajoso efecto. Estaban presentes compañeros de las organizaciones de Turín, Asti, Casale, Génova, Parma, Forli, Ravenna, Boloña, Florencia, Palmanova, Trieste, Milán, Luino, Nápoles, Roma, etc. y compañeros franceses.

“La posición democratoide y filistea común, propia de los “cortejadores” y corruptores de la “base” le negará carácter de Congreso a una sesión donde toma la palabra sólo el ponente para una exposición concluyente y profunda, y la reunión manifiesta su consenso participando en el trabajo sólo con una ininterrumpida y seria atención y comprensión: de modo que el informe en sus tesis se demuestra expresión efectiva del pensamiento común y unánime. Falta, se suele decir más o menos hipócritamente, el debate contradictorio. Se olvida que en 48 horas de permanencia en la ciudad de reunión los compañeros, todos o en grupos, además de las 6 horas de sesión con el ponente, llevan a cabo un intercambio muy ardiente de opiniones, noticias, propósitos y precisos programas de trabajo; no dedican las horas disponibles a habladurías y a los comentarios sobre la valentía de los dirigentes, sobre los tonos de su voz o el color de sus cabelleras, sino a los serios problemas que pueden interesar a verdaderos militantes. Y entre éstos los había jovencísimos y ancianos, que entrelazaban las cuestiones del hoy con las soluciones que dicta la experiencia de una lucha de hace más de medio siglo. Sea lo que sea de la democracia formal y de los votos sobre las mociones, históricamente los efectos de los congresos han estado determinados siempre fuera de la sala oficial de sesiones de tipo parlamentario, a las que es hora de darle la espalda para siempre” (Battaglia Comunista, 12-28 de septiembre de 1952, nº 16).

Todos los compañeros pueden constatar que la descripción del modo de funcionar y de la dinámica, del partido revolucionario, es aquí idéntica, incluso en las palabras, a la que se encuentra en los puntos 7 y 8 de las “Tesis sobre la tarea histórica, la acción y la estructura del partido comunista mundial”, aparecidas en el nº 14, 1965 de Il Programma Comunista. Recordamos también que el texto ha sido transcrito íntegramente, sin añadirle ninguna modificación. Y ahora, releamos el último período, permitiéndonos subrayar las palabras, a 13 años de distancia:

“Sea lo que sea de la democracia formal y de los votos sobre las mociones, históricamente los efectos de los congresos han estado determinados siempre fuera de la sala oficial de sesiones de tipo parlamentario, a las que es hora de darles la espalda para siempre”.

A aquellos que sostienen que el todo es pues una parte, les quedará el flaco consuelo de observar que en los “Apuntes” de noviembre de 1964, la “palabrita” para siempre viene subrayada, impresa en cursivas, lo que no se hacía en 1952. Pero esta palabrita, nosotros la hemos grabado en caracteres indelebles en nuestra vida de Partido.

¡Llegará el día -estamos seguros- en que, bajo la inexorable presión de la fuerza material, los sordos oirán y los ciegos verán!

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“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

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