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LAS TESIS VISTAS POR NOSOTROS, ENTONCES Y HOY

[De «Il Programma Comunista», nº 19 – 1965]

 

Las tesis presentadas por Zinóviev tenían el principal objetivo de distinguir la posición de los comunistas marxistas de la de los revisionistas de derecha (reformistas, socialdemócratas, laboristas), y de la de los revisionistas de izquierda (sindicalistas revolucionarios, anarquistas); y en este sentido siguen siendo históricamente fundamentales, tanto más hoy en día en que el más vasto oportunismo pequeño–burgués ha inundado todo.

La primera tesis, para establecer que el partido político revolucionario no puede identificarse con la totalidad de la clase trabajadora, usa la famosa fórmula, que nosotros muchas veces indicamos como no perfecta, que afirma que el partido es una parte o fracción de la clase obrera. La fórmula así reducida se presta al equívoco de considerar de igual peso a los obreros miembros del partido y a los otros: era un peligro, pero no era ciertamente el pensamiento de Zinóviev, ni el del Congreso.

La segunda tesis aclara que antes de la conquista del poder el partido no puede organizar en sus filas más que a una minoría de la clase obrera. Para que todos los obreros puedan haber entrado en el partido, se necesitará que la revolución victoriosa haya destruido las gangrenas burguesas: prensa, escuela, parlamento, iglesia, administración estatal.

La tercera tesis precisa las nociones de partido y clase, mostrando que no deben ser confundidas jamás. Era una idea menchevique la de que el partido debiese siempre adaptarse a la tendencia dominante entre los trabajadores, y, por ejemplo, no levantar la cuestión política contra el zar, sino sólo la económica contra los industriales. La fórmula es altamente satisfactoria: la tarea del partido proletario es la de reaccionar contra la mentalidad obrera general, y defender contra viento y marea los intereses históricos del proletariado. Es una posición más que clara, aún si nosotros hubiésemos esperado que se dijese que sólo con el nacer del partido revolucionario se puede decir que el proletariado existe históricamente como clase. El Partido es el órgano de clase del proletariado.

La cuarta tesis está dirigida contra el error de los anarquizantes que después de la bancarrota de la II Internacional pretendían que la forma partido hubiese sufrido una bancarrota histórica. Habían quebrado los partidos traidores socialnacionales, pero se iba forjando el partido revolucionario de la dictadura.

La quinta tesis afirma netamente que la revolución proletaria es imposible sin la forma partido. Se afirma el principio de la centralización propio del órgano partido, haciendo la crítica del sindicalismo industrial, fragmentado en pequeños organismos locales y de categoría. Se recuerda la idea menchevique de un congreso obrero situado por encima del partido («obreristas amarillos»). De la misma manera se critica la vacía fórmula del KAPD alemán, que pretendía no ser un partido en el corriente sentido de la palabra; y la posición es definida como resueltamente reaccionaria. A propósito de las debilidades sindicalistas, se afirma que no basta la huelga general como acto pasivo, y que hace falta la insurrección armada cuyo órgano es político, centralizado y disciplinado. Los mismos sindicalistas revolucionarios hablan de una minoría decidida: ésta no puede ser más que el partido.

La sexta tesis establece que la tarea del partido es un trabajo sistemático en organismos con base más amplia, como lo son los sindicatos y otras formas aún contingentes como los comités de defensa de Rusia en aquel tiempo. Se entiende que tal trabajo es preparado en el seno del partido y no subordina jamás la organización partidaria a las jerarquías de organizaciones extrañas.

La séptima tesis trata del método fundamental de rechazar el boicot de las organizaciones amarillas (dirigidas por reformistas y, como el texto lo admite, aún cristianas). No es una cuestión de pura terminología, pero bueno es recordar que para los socialistas italianos eran amarillas las Cámaras del Trabajo republicanas de la Romaña, y blancas las organizaciones católicas en las cuales no se entraba, pero se buscaba de arrebatarles sus adherentes en cuanto proletarios para conducirlos a las organizaciones rojas. El sentido de esta tesis, a su vez esclarecido en las tesis sindicales, es que, frente a los sindicatos dirigidos por socialistas de derecha, no se predica la salida de los obreros, sino que se lucha en su interior para conquistarlos.

La octava tesis es notable por la condena de la famosa fórmula ternaria de la equipolencia entre partido–sindicato–cooperativa, que hizo estragos en la vieja Internacional y aún en Italia antes y después de la guerra bajo formas varias (pacto paritario entre partido y confederaciones, y propuestas análogas). Para Zinóviev, la terna es, por neto orden de preferencia: partido–soviet–sindicato. Si el soviet es la nueva forma histórica para el Estado de transición, no suplanta empero al partido ni le quita la tarea dirigente. También es notable la condena de otra fórmula del KAPD, que declara que el partido debe adaptarse a la idea soviética y asumir carácter proletario. Errada y reaccionaria es la idea que el partido debe disolverse en los soviets para ser substituido por ellos. Como Lenin siempre lo afirmó, existe la posibilidad histórica de que los soviets caigan bajo la influencia de la burguesía y de los oportunistas: en tal caso el partido tenderá al poder contra ellos.

La novena tesis recalca que el partido tiene funciones notables después de la conquista del poder.

La tesis décima enumera tales funciones de lucha no sólo contra los burgueses sino también contra los socialistas (supresión de tales partidos y de todos aquellos que se opongan al partido comunista). El partido organiza el ejército rojo, lucha contra toda tendencia corporativa que rompe la unidad proletaria, contra el patriotismo regional y la patriotería lugareña que acechan la unidad del estado dictatorial.

De acuerdo con la undécima tesis, el partido no desaparecerá más que cuando hayan desaparecido las clases (sociedad comunista integral). Sólo cuando el comunismo no será ya más un objetivo y toda la clase obrera se haya vuelto comunista, el partido podrá disolverse en el seno de la clase obrera. Más precisa es la fórmula de Marx que habla de la humanidad, puesto que el proletariado, con el completo desarrollo de la sociedad comunista, desaparece como clase junto a todas las otras. El partido tendrá una función hasta tanto no hayan sido extirpadas todas las tradiciones morbosas de la sociedad clasista.

La tesis decimotercera recalca el concepto de centralización, disciplina de hierro y de tipo militar en la guerra civil.

La tesis decimocuarta define así el centralismo democrático: elección de los comités secundarios por parte de los primarios –subordinación obligatoria de cada comité al comité superior– centro con plenos poderes, no contestables entre congreso y congreso. Notemos sólo que, en la concepción de la Izquierda Comunista italiana del centralismo orgánico, los mismos congresos no deben juzgar la obra del centro y la elección de los hombres, sino decidir sobre las cuestiones de orientación en coherencia con la invariante doctrina histórica del partido mundial. De todas maneras, el esquema de la tesis no tiene nada que ver con la democracia electoral.

La tesis decimoquinta prevé la suspensión de las garantías democráticas internas en los períodos de lucha ilegal.

La tesis decimosexta graba vigorosamente el concepto esencial que toda autonomía no es más que una concesión al anarquismo pequeño-burgués.

La tesis decimoséptima establece la integración entre acción legal e ilegal, y el control del centro del partido –aún si su estructura es ilegal– sobre el eventual grupo parlamentario.

La tesis decimoctava exige que la red de los grupos comunistas en los sindicatos y otros organismos debe estar en todas partes subordinada al partido comunista. La Izquierda combatirá con razón la organización por células que, conforme a la bolchevización de los años sucesivos, pretendían ser no un órgano articulado, sino la base misma del partido.

La tesis decimonovena prescribe que el partido debe existir tanto en la ciudad como en el campo, según la tradición del movimiento italiano fuertemente apoyado sobre el glorioso proletariado rural, hermano no menor del proletariado industrial.

Otra tesis defendida en los años siguientes por la Izquierda, siempre fiel a los orígenes de la III Internacional, es que en cada país debe existir un partido y uno sólo, lo que excluye la equívoca fórmula de partido simpatizante. El final de la tesis, cuando establece que deben existir núcleos comunistas en todas las organizaciones apolíticas, excluye, como siempre lo quiso la Izquierda, que se tolere la práctica del entrismo en otros partidos. Las tesis concluyen reivindicando la ligazón con las masas, sostenida siempre por la Izquierda, y descartando tanto el sectarismo como la falta de principios.

 

 

TESIS SOBRE EL PAPEL DEL PARTIDO COMUNISTA EN LA REVOLUCIÓN PROLETARIA

[Resolución del II Congreso de la Internacional Comunista, 1920]

 

El proletariado mundial está en vísperas de luchas decisivas. La época en que vivimos es una época de guerras civiles directas. La hora decisiva se acerca. En casi todos los países en donde existe un importante movimiento obrero, la clase trabajadora tendrá que conducir en el próximo futuro una serie de luchas encarnizadas, empuñando las armas. En este momento más que nunca, la clase obrera necesita una organización sólida. Ella tiene que prepararse infatigablemente a las luchas cruciales que le esperan, sin perder una sola hora del tiempo precioso que queda.

Si durante la Comuna de París (1871) la clase obrera hubiera tenido un Partido Comunista sólidamente organizado, aunque fuere pequeño, la primera heroica insurrección del proletariado francés habría sido mucho más fuerte, y se habrían evitado mil errores y mil flaquezas. Las batallas que el proletariado tiene que sostener hoy, en una situación histórica completamente diferente, tendrán una influencia mucho más profunda para la suerte de la clase trabajadora que las de 1871.

En base a estas consideraciones, el II Congreso mundial de la Internacional Comunista llama la atención de los trabajadores revolucionarios del mundo entero sobre los siguientes puntos:

1.– El Partido Comunista es una parte [o, en la traducción francesa, fracción] de la clase obrera, y precisamente la parte más avanzada, más consciente, y, por consiguiente, más revolucionaria. El mismo se forma mediante la selección espontánea de los trabajadores más conscientes, más devotos, más lúcidos. El Partido Comunista no tiene intereses diferentes de los de la clase obrera. El Partido Comunista se distingue de la totalidad de los trabajadores porque posee una visión general del camino que la clase debe recorrer históricamente y, en todos los virajes del mismo, defiende los intereses no de grupos o de categorías parciales, sino los de toda la clase obrera. El Partido Comunista es la palanca organizadora y política con cuya ayuda la parte más avanzada de la clase obrera dirige en el recto camino a la masa del proletariado y del semiproletariado.

2.– Hasta que el proletariado no haya conquistado el poder estatal, hasta que su dominio no se haya consolidado para siempre, haciendo imposible cualquier restauración burguesa, el Partido Comunista acogerá por regla general en su organización sólo a una minoría de trabajadores. Antes de tomar el poder y en la época de transición, el Partido Comunista puede, en circunstancias favorables, ejercer una influencia ideológica y política incontrastada sobre todas las capas proletarias y semiproletarias de la población, pero no puede reunirlas a todas en sus filas de manera organizada. Sólo después que la dictadura proletaria haya quitado a la burguesía los potentes medios de influencia como la prensa, la escuela, el parlamento, la iglesia, el aparato administrativo, etc., y sólo después que la derrota definitiva del régimen burgués sea una realidad evidente para todos, sólo entonces todos o casi todos los trabajadores entrarán en las filas del Partido Comunista.

3.– Las nociones de partido y de clase deben ser distinguidas con el mayor cuidado. Los miembros de los sindicatos «cristianos» y liberales de Alemania, Inglaterra y otros países, pertenecen indudablemente a la clase obrera. También pertenecen sin duda a ella las asociaciones obreras más o menos considerables que siguen todavía a Scheidemann, a Gompers y a sus amigos. En ciertas condiciones históricas es muy posible que en el seno de la clase trabajadora subsistan numerosos grupos reaccionarios. La tarea del comunismo no consiste en adaptarse a estos elementos atrasados de la clase trabajadora, sino elevar a toda la clase trabajadora al nivel de su vanguardia comunista. La mezcolanza de estos dos conceptos –partido y clase– puede llevar a los más graves errores y a la peor confusión. Es evidente por ejemplo que, durante la guerra imperialista, los partidos proletarios tenían que levantarse a cualquier precio contra los prejuicios y el estado de ánimo de una parte de la clase obrera, y defender los intereses históricos del proletariado que imponían a su partido la declaración de guerra a la guerra. Asimismo, al principio de la guerra imperialista de 1914, los partidos socialtraidores de todo el mundo, que apoyaban a la burguesía de «sus» respectivos países, no dejaron de recurrir al argumento que ésa era la «voluntad» de la clase trabajadora. Ellos olvidaban que, aunque hubiera sido así, el deber del partido proletario era reaccionar contra el estado de ánimo general de los trabajadores y defender, a pesar de todo y contra todos, los intereses históricos del proletariado. Así también, a fines del siglo XIX, los mencheviques rusos de entonces (los llamados economistas) rechazaban la lucha política abierta contra el zarismo, con el pretexto que la clase trabajadora en su conjunto no estaba aún preparada a la lucha política. De la misma manera, los independientes de derecha en Alemania han justificado siempre sus medias medidas diciendo que «así lo querían las masas», sin comprender que el partido existe precisamente para preceder a las masas, e indicarles el camino.

4.– La Internacional Comunista está firmemente convencida de que el fracaso de los viejos partidos «socialdemócratas» de la II Internacional no puede ser considerado, en ningún caso, como un fracaso del partido proletario en general. La época de la lucha directa por la dictadura proletaria suscita a escala mundial un nuevo partido del proletariado –el Partido Comunista.

5.– La Internacional Comunista repudia de la manera más categórica la opinión de que el proletariado pueda realizar su revolución sin un partido político propio y autónomo. Toda lucha de clase es una lucha política. El objeto de esta lucha, que se transforma inevitablemente en guerra civil, es la conquista del poder político. Pero el poder político no puede ser tomado, organizado y dirigido más que por este o por aquel partido político. Sólo si el proletariado está encabezado por un partido organizado y probado, que persigue objetivos claramente definidos y que posee un programa de acción preciso para el próximo porvenir, tanto en el campo de la política interior como en el campo de la política exterior, sólo entonces la conquista del poder político no será un hecho fortuito y temporáneo, sino el punto de partida de un trabajo duradero para la edificación comunista, llevada a cabo por el proletariado.

La lucha de clase misma exige igualmente la centralización de la dirección de las diferentes formas del movimiento obrero (sindicatos, cooperativas, comités de fábrica, asociaciones culturales, elecciones, etc.). Dicho centro organizador dirigente no puede ser sino un partido político. Negarse a crearlo y reforzarlo, negarse a someterse a él, equivale a rechazar la unidad de dirección de las varias patrullas de proletarios, que actúan en diferentes campos de batalla. La lucha de clase del proletariado exige por último una agitación concentrada, que ilumine las diversas etapas de la lucha desde un punto de vista unitario y llame en cada momento la atención del proletariado sobre las tareas que le interesan en su conjunto; cosa que no puede realizarse sin un aparato político centralizado, es decir, sin un partido político.

La propaganda de algunos sindicalistas revolucionarios y de los adherentes a los «Trabajadores Industriales del Mundo (I.W.W.)» contra la necesidad de un partido político independiente no sirve, objetivamente, sino a colaborar con la burguesía y con los «socialdemócratas» contrarrevolucionarios. En toda su propaganda contra el Partido Comunista, que ellos querrían substituir con los sindicatos o con informes uniones «generales» de trabajadores, los sindicalistas y los industrialistas tienen puntos de contacto con los oportunistas declarados.

Después del fracaso de la revolución de 1905, los mencheviques rusos apoyaron por unos años la idea de un llamado Congreso obrero que debía substituir al partido revolucionario de la clase obrera. Los «obreristas amarillos» de toda índole, en Inglaterra y en América, que en realidad llevan a cabo una política abiertamente burguesa, difunden entre los obreros la idea de la creación de informes uniones obreras o de vagas asociaciones puramente parlamentarias, pero no la de la creación de un verdadero partido político. Los sindicalistas revolucionarios y los industrialistas quieren sí combatir contra la dictadura de la burguesía, pero no saben cómo. Ellos no ven que una clase trabajadora sin partido político autónomo es como un cuerpo sin cabeza.

El sindicalismo revolucionario y el industrialismo representan sin duda un paso adelante respecto a la vieja y mohosa ideología contrarrevolucionaria de la II Internacional.  Pero, en comparación con el marxismo revolucionario, es decir con el comunismo, el sindicalismo y el industrialismo significan un paso atrás. Las declaraciones de los comunistas «de izquierda» alemanes del «K.A.P.D.» en su congreso constitutivo de abril p.p., según las cuales ellos forman un partido, pero «no un partido en el sentido corriente» (keine Partei im überlieferten Sinne) es una capitulación ideológica frente a las opiniones reaccionarias del sindicalismo y del industrialismo.

Con la sola huelga general, con la sola táctica de los brazos cruzados, la clase trabajadora no puede alcanzar la victoria completa sobre la burguesía. El proletariado tiene que llegar a la insurrección armada. Quien ha comprendido esto, debe también comprender que la necesidad de un partido político organizado es su consecuencia indispensable, y que, para alcanzar este objetivo, no son suficientes informes organizaciones proletarias.

Los sindicatos revolucionarios hablan a menudo de la gran importancia de una minoría revolucionaria decidida. Pero esta minoría revolucionaria decidida de la clase trabajadora, esta minoría comunista que quiere actuar, que posee un programa, que se propone la organización de las masas, es precisamente el Partido Comunista.

6.– La tarea más importante de un partido verdaderamente comunista es la de mantener un estrecho contacto con las masas más extensas del proletariado. Para lograr esto, los comunistas tienen que trabajar también en organizaciones que no son de partido, pero que abarcan extensas masas proletarias. Tales son por ejemplo las organizaciones de los inválidos de guerra en varios países, los comités «Fuera las manos de Rusia» (Hands off Russia) de Inglaterra, las uniones proletarias de inquilinos, etc. Particularmente importante es el ejemplo de las llamadas conferencias de obreros y campesinos «sin partido» (bezpartiniji) de Rusia. Dichas conferencias son convocadas casi en cada ciudad, en cada barrio obrero, en cada aldea. En su elección participan las más vastas capas de trabajadores, aún atrasados, y en ellas se discuten los problemas más candentes: abastecimiento, vivienda, situación militar, instrucción, tareas políticas del día, etc. Los comunistas se esfuerzan con todos los medios de influenciar a estas «conferencias de sin partido» y lo hacen con gran éxito para el partido mismo.

Los comunistas consideran como tarea principal el trabajo sistemático de organización y educación dentro de estas organizaciones. Pero para que éste sea un trabajo fecundo, para que los enemigos del proletariado revolucionario no se apoderen de estas organizaciones de masa, los trabajadores comunistas dotados de conciencia de clase deben tener su partido comunista independiente y disciplinado, que actúa de manera organizada y que, en todas las circunstancias –y cualesquiera que sean las formas del movimiento– esté en condiciones de representar los intereses generales del comunismo.

7.– Los comunistas no rehúyen las organizaciones obreras de masa políticamente neutras, ni siquiera, en determinadas circunstancias, cuando las mismas presentan caracteres claramente reaccionarios (sindicatos amarillos, cristianos, etc.). El Partido Comunista desarrolla continuamente en ellas su obra y no se cansa de mostrar a los trabajadores que la idea del apartidismo como principio es cultivada adrede entre ellos por la burguesía y sus lacayos, con el intento de desviar al proletariado de la lucha organizada por el socialismo.

8.– La vieja subdivisión «clásica» del movimiento proletario en tres formas (partidos, sindicatos, cooperativas) ha caducado visiblemente. En Rusia la revolución proletaria ha engendrado la forma fundamental de la dictadura proletaria, los soviets. En el próximo porvenir tendremos por doquier esta subdivisión: 1) el partido – 2) el soviet – 3) el sindicato.

Pero el partido del proletariado, es decir, el Partido Comunista, debe dirigir sistemáticamente y sin cesar el trabajo de los soviets así como el de los sindicatos revolucionarios. La vanguardia organizada de la clase obrera, el Partido Comunista, representa igualmente los intereses tanto de la lucha económica como de la lucha política y cultural de la clase obrera en su conjunto. El Partido Comunista debe ser el alma tanto de los sindicatos como de los soviets, al igual que de las demás formas de organización proletaria.

El nacimiento de los soviets, como forma histórica fundamental de la dictadura del proletariado, no disminuye para nada la función dirigente del Partido Comunista en la revolución proletaria. Cuando los comunistas alemanes «de izquierda» (ver su Manifiesto al proletariado alemán del 14 de abril de 1920, firmado «Partido Obrero Comunista Alemán K.A.P.D.») declaran que «también el Partido debe adaptarse cada vez más a la idea de los soviets o asumir carácter proletario» (Kommunistische Arbeiterzeitung, n. 54) quieren decir simplemente que el Partido Comunista tendría que disolverse en los soviets, que los soviets estarían en condiciones de substituirlo.

Este concepto es radicalmente falso y reaccionario.

En la historia de la revolución rusa hubo toda una fase en que los soviets marchaban contra el partido proletario y apoyaban la política de los agentes de la burguesía. Lo mismo se observó en Alemania, y es también posible en otros países.

Para que los soviets puedan cumplir su misión histórica es necesaria la presencia de un Partido Comunista fuerte que no se «adapte» simplemente a los soviets, sino que sepa ejercer una influencia decisiva sobre su política, empujarlos a repudiar su «adaptación» a la burguesía y a la socialdemocracia blanca, y hacer del Partido Comunista, mediante las fracciones comunistas, el partido dirigente de los soviets.

Quien recomienda al Partido Comunista «adaptarse» a los soviets, quien ve en esta adaptación un refuerzo del «carácter proletario» del Partido, este hombre no comprende la importancia ni del partido, ni de los soviets. La «idea de los soviets» triunfará más rápidamente si logramos crear en cada país un partido lo más fuerte posible. También algunos socialistas «independientes», y aún de derecha, reconocen hoy, en palabras, la «idea de los soviets». Pero se puede impedir a estos elementos de deformar la idea soviética sólo poseyendo un fuerte Partido Comunista que esté en condiciones de determinar y dirigir la política de los soviets.

9.– El Partido Comunista es necesario a la clase obrera no sólo antes y durante la conquista del poder, sino también después de que el poder haya pasado a las manos de la clase obrera. La historia del Partido Comunista ruso, que desde hace tres años detiene el poder en un país inmenso, nos muestra que la función del Partido Comunista, lejos de disminuir después de la conquista del poder, ha crecido considerablemente.

10.– En el momento de la conquista del poder por parte del proletariado, su partido sigue constituyendo sin embargo, como antes, sólo una parte de la clase trabajadora. Pero es justamente esa parte de la clase proletaria que ha organizado la victoria. En el curso de dos decenios como en Rusia, y por toda una serie de años, como en Alemania, el Partido Comunista, en su lucha no sólo contra la burguesía sino también contra aquellos «socialistas» que son en realidad los agentes de la burguesía entre los proletarios, ha acogido en sus filas a los militantes más enérgicos, más lúcidos, más adelantados de la clase trabajadora. Sólo la existencia de tal organización compacta de la mejor parte de la clase obrera permitirá superar todas las dificultades que el Partido Comunista deberá salvar después de su victoria. La organización de un nuevo ejército proletario –el Ejército Rojo–, la abolición efectiva del mecanismo estatal burgués y la creación de los primeros lineamentos del aparato estatal proletario, la lucha contra las tendencias corporativas de algunos grupos proletarios, la lucha contra el «localpatriotismo», la apertura de vías nuevas en la creación de una nueva disciplina del trabajo –en todos estos campos la palabra decisiva toca al Partido Comunista, cuyos miembros guían con su ejemplo viviente a las capas más extensas de la clase obrera.

11.– La necesidad de un partido político del proletariado desaparece solamente con la eliminación completa de las clases. Es posible que, en la marcha hacia la victoria definitiva del comunismo, la importancia de las tres formas fundamentales de la organización proletaria contemporánea (partido, soviets, sindicatos de industria) se modifique, y que un único tipo de organización obrera se cristalice poco a poco. Pero el Partido Comunista no se disolverá completamente en la clase obrera sino cuando el comunismo deje de ser el objetivo de la lucha, cuando la clase trabajadora, toda entera, se haya vuelto comunista.

12.– El II Congreso de la Internacional Comunista debe no sólo afirmar la misión histórica del Partido Comunista, sino también decir al proletariado internacional, por lo menos en sus líneas esenciales, cuál es el partido que necesitamos.

13.– La Internacional Comunista piensa que sobre todo en la época de la dictadura del proletariado, el Partido Comunista debe estar construido sobre la base de una inquebrantable centralización proletaria. Para dirigir eficazmente a la clase obrera en la larga y áspera guerra civil que habrá estallado, el Partido Comunista debe establecer también en sus filas una disciplina severa, militar. La experiencia del Partido Comunista ruso, que por tres años ha guiado con éxito a la clase obrera en la guerra civil, ha mostrado que sin la disciplina más fuerte, sin una centralización completa, sin una plena confianza de camarada de todas las organizaciones del partido en el centro dirigente del partido mismo, la victoria de los trabajadores es imposible.

14.– El Partido Comunista debe basarse sobre el principio del centralismo democrático. La eligibilidad de los órganos superiores del Partido por parte de los inferiores, el carácter absolutamente obligatorio de todas las directivas de los órganos superiores para con los inferiores, y la existencia de un fuerte centro del partido, cuya autoridad, en el intervalo entre los Congresos del mismo, no puede ser contestada por nadie: éstos son los principios esenciales de la centralización democrática.

15.– Toda una serie de Partidos Comunistas en Europa y en América han sido obligados, por el estado de asedio proclamado por la burguesía contra los comunistas, a llevar una existencia ilegal. En tales circunstancias es posible que el principio electivo deba sufrir algunas minoraciones, y que se esté obligado a conferir a los órganos directivos del partido el derecho a cooptar miembros nuevos, como sucedió en Rusia. En estado de asedio, el Partido Comunista no puede evidentemente recurrir al referéndum democrático entre todos sus miembros cada vez que surge una cuestión grave (como propondrían un grupo de comunistas americanos); él mismo, en cambio, tiene que otorgar a su centro dirigente el derecho de tomar, cuando es necesario, medidas importantes y obligatorias para todos los miembros del partido.

16.– La reivindicación de amplia «autonomía» para cada organización local del partido no puede en este momento más que debilitar las filas del Partido Comunista, minar su capacidad de acción y favorecer el desarrollo de inclinaciones anárquicas, pequeño–burguesas centrífugas.

17.– En los países en donde el poder está todavía en manos de la burguesía y de la socialdemocracia contrarrevolucionaria, los Partidos Comunistas deben aprender a integrar sistemáticamente la acción legal con la ilegal, y precisamente el trabajo legal debe estar siempre controlado por el partido ilegal. Los grupos parlamentarios comunistas y las fracciones comunistas que actúan en las instituciones, ya sea centrales como locales, del Estado en general, tienen que estar enteramente subordinadas al partido en su conjunto, cualquiera sea la situación, legal o no, del partido en un momento particular. Quien, poseyendo un mandato cualquiera, de una u otra manera, rehúsa someterse al partido, debe ser excluido. La prensa legal (diarios, ediciones varias) debe depender en todo y por todo del conjunto del partido y de su comité central. Ninguna concesión es admisible en este campo.

18.– La piedra angular de cada trabajo organizador del Partido Comunista debe ser la creación de núcleos comunistas dondequiera se encuentren proletarios y semiproletarios, aunque su número sea reducido. En cada soviet, en cada sindicato, en cada cooperativa, en cada taller, en cada comité de inquilinos, en cada institución en que aun solamente tres personas apoyen al comunismo, debe ser organizado inmediatamente un núcleo comunista. Sólo la compacidad de la organización comunista da a la vanguardia de la clase obrera la posibilidad de arrastrar tras de sí a la clase trabajadora entera. Todos los grupos comunistas que trabajan en organizaciones apartidarias deben estar absolutamente subordinados al partido en su conjunto, cualquiera sea su acción legal o ilegal, en un momento particular. Los núcleos comunistas deben ser coordinados de manera rigurosamente jerárquica, según un sistema lo más preciso posible.

19.– El Partido Comunista nace casi por doquier como partido urbano, como partido de los trabajadores de la industria que viven preponderantemente en las ciudades. Para asegurar a la clase obrera la más fácil y rápida victoria posible, es indispensable que el Partido Comunista no sea exclusivamente un partido urbano, sino que adquiera influencia también en el campo. El mismo debe desarrollar su propaganda y su actividad organizadora entre los asalariados agrícolas y los campesinos pobres y medios. El Partido Comunista debe cuidar con esmero la organización de núcleos comunistas en las aldeas.

La organización internacional del proletariado puede ser fuerte sólo si la concepción expuesta arriba acerca de la tarea del Partido Comunista se impone en todos los países en donde viven y luchan comunistas. La Internacional Comunista invita a todos los sindicatos que aceptan los principios de la III Internacional a romper con la Internacional amarilla. La Internacional organizará una sección internacional de aquellos sindicatos rojos que se ponen en el terreno del comunismo. La Internacional Comunista no rechazará la participación de ninguna organización obrera políticamente neutra que quiera llevar a cabo una seria lucha revolucionaria contra la burguesía. Pero la Internacional Comunista no dejará, haciendo esto, de indicar a los proletarios de todo el mundo:

1) que el Partido Comunista es el instrumento esencial para la emancipación del proletariado; por consiguiente, debemos tener en cada país no más grupos o tendencias, sino un Partido Comunista;

2) que en cada país debe haber un solo Partido Comunista.

3) que un Partido Comunista debe fundarse sobre el principio de la centralización más estricta y, en la época de la guerra civil, debe instaurar en su seno una disciplina militar;

4) que dondequiera haya aún sólo diez proletarios o semiproletarios, el Partido Comunista debe contar con un núcleo organizado;

5) que en cada organización apartidaria debe existir un núcleo comunista enteramente subordinado al partido en su conjunto;

6) que mientras defiende inquebrantablemente el programa y la táctica revolucionaria del comunismo, el partido debe siempre estar en ligazón del modo más estricto con las grandes organizaciones obreras, y evitar tanto el sectarismo como la falta de principios.

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“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

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