El socialismo y la guerra: la actitud del P.O.S.D.R. ante la guerra
[Lenin, julio-agosto 1915]
Índice
LOS PRINCIPIOS DEL SOCIALISMO Y LA GUERRA DE 1914-1915
La actitud de los socialistas ante la guerra
Tipos históricos de guerras modernas
Diferencia entre guerra ofensiva y guerra defensiva
La guerra actual es una guerra imperialista
La guerra entre los más grandes esclavistas por el mantenimiento y fortalecimiento de la esclavitud
"La guerra es la prolongación de la política por otros medios" (a saber: por la violencia)
Las falsas referencias a Marx y a Engels
La bancarrota de la II Internacional
El socialchovinismo es el oportunismo más acabado
La consigna de los marxistas es la consigna de la socialdemocracia revolucionaria
El ejemplo de la fraternización en las trincheras
Importancia de la organización ilegal
Sobre la derrota del "propio" gobierno en la guerra imperialista
Sobre el pacifismo y la consigna de la paz
Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación
LAS CLASES Y LOS PARTIDOS EN RUSIA
La fracción obrera socialdemócrata de Rusia en la Duma del Estado y la guerra
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA INTERNACIONAL
El método de los socialchovinistas y del "centro"
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la III Internacional
HISTORIA DE LA ESCISIÓN Y SITUACIÓN ACTUAL DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN RUSIA
Los "economicistas" y la vieja Iskra (1894-1903)
El menchevismo y el bolchevismo (1903-1908)
El marxismo y el liquidacionismo (1908-1914)
Marxismo y socialchovinismo (1914-1915)
La situación actual en la socialdemocracia rusa
(publicada en el extranjero)
La guerra dura ya un año. Nuestro Partido fijó su actitud ante ella, en su comienzo mismo, en el manifiesto del Comité Central, redactado en setiembre de 1914 y publicado (después de ser distribuido a los miembros del Comité Central y a los representantes responsables de nuestro Partido en Rusia, y de recibir su conformidad) el 1 de noviembre de 1914 en el núm. 33 de Sotsial-Demokrat, órgano del Comité Central de nuestro Partido*. Más tarde, en el número 40 (29 de marzo de 1915), aparecieron las resoluciones de la Conferencia de Berna**, que ofrecen una exposición más precisa de nuestros principios y de nuestra táctica.
En el momento actual, el estado de ánimo revolucionario de las masas crece evidentemente en Rusia. Síntomas del mismo fenómeno se observan por doquier en otros países, pese a que las aspiraciones revolucionarias del proletariado se ven ahogadas por la mayoría de los partidos socialdemócratas oficiales, que se han puesto del lado de sus gobiernos y de su burguesía. En virtud de tal estado de cosas, es muy necesaria la publicación de un folleto que haga un balance de la táctica socialdemócrata respecto de la guerra. Reeditamos íntegramente los documentos del Partido antes citados, acompañándolos de breves explicaciones en las que tratamos de tomar en cuenta los principales argumentos que, en favor de la táctica burguesa y la táctica proletaria, han sido expuestos en las publicaciones y en las reuniones del Partido.
El presente folleto fue escrito en el verano de 19151, en la víspera de la Conferencia de Zimmerwald. Apareció también en alemán y francés, y ha sido reimpreso en noruego en su totalidad en el órgano de la Juventud Socialdemócrata Noruega. La edición alemana del folleto fue introducida clandestinamente en Alemania – en Berlín, Leipzig, Bremen y otras ciudades –, y difundida ilegalmente por los partidarios de la izquierda de Zimmerwald y por el grupo de Karl Liebknecht. La edición francesa, impresa clandestinamente en París, fue difundida allí por los zimmervaldianos franceses. De la edición rusa llegaron al país muy contados ejemplares, y en Moscú fue copiada a mano por los obreros.
Ahora reimprimimos íntegramente este folleto, a título de documento. El lector debe recordar siempre que fue escrito en agosto de 1915. Hay que recordarlo sobre todo en los pasajes en que se habla de Rusia: Rusia era todavía la Rusia zarista, la Rusia de los Románov…
Editado en forma de libro en 1918.
EL SOCIALISMO Y LA GUERRA
(La actitud del P. O. S. D. R. ante la guerra)
CAPÍTULO I
LOS PRINCIPIOS DEL SOCIALISMO Y LA GUERRA DE 1914-1915
La actitud de los socialistas ante la guerra
Los socialistas han condenado siempre las guerras entre los pueblos como algo bárbaro y feroz. Pero nuestra actitud ante la guerra es distinta, por principio, de la que asumen los pacifistas burgueses (partidarios y propagandistas de la paz) y los anarquistas. Nos distinguimos de los primeros en que comprendemos el lazo inevitable que une las guerras con la lucha de clases en el interior del país, y en que comprendemos que no se puede suprimir las guerras sin suprimir antes las clases y sin instaurar el socialismo; también en que reconocemos plenamente la legitimidad, el carácter progresista y la necesidad de las guerras civiles, es decir, de las guerras de la clase oprimida contra la clase opresora, de los esclavos contra los esclavistas, de los campesinos siervos contra los terratenientes y de los obreros asalariados contra la burguesía. Nosotros, los marxistas, diferimos tanto de los pacifistas como de los anarquistas en que reconocemos la necesidad de estudiar históricamente (desde el punto de vista del materialismo dialéctico de Marx) cada guerra en particular. La historia ha conocido muchas guerras que, pese a los horrores, las ferocidades, las calamidades y los sufrimientos que toda guerra acarrea inevitablemente, fueron progresistas, es decir, útiles para el progreso de la humanidad, contribuyendo a destruir instituciones particularmente nocivas y reaccionarias (como, por ejemplo, la autocracia o la servidumbre), y las formas más bárbaras del despotismo en Europa (la turca y la rusa). Por esta razón, hay que examinar las peculiaridades históricas de la guerra actual.
Tipos históricos de guerras modernas
La Gran Revolución Francesa inauguró una nueva época en la historia de la humanidad. Desde entonces hasta la Comuna de París, es decir, desde 1789 a 1871, las guerras de liberación nacional, de carácter progresista burgués, constituían uno de los tipos de guerra. Dicho en otros términos: el contenido principal y la significación histórica de estas guerras eran el derrocamiento del absolutismo y del régimen feudal, su quebrantamiento y la supresión del yugo nacional extranjero. Eran, por ello, guerras progresistas, y todos los demócratas honrados y revolucionarios, así como todos los socialistas, simpatizaban siempre, en esas guerras con el triunfo del país (es decir, de la burguesía) que contribuía a derrumbar o a minar los pilares más peligrosos del régimen feudal, del absolutismo y de la opresión ejercida sobre otros pueblos. Así, por ejemplo, en las guerras revolucionarias de Francia hubo un elemento de saqueo y de conquista de tierras ajenas por los franceses, sin embargo, ello no cambia en nada la significación histórica fundamental de esas guerras, que demolían y quebrantaban el régimen feudal y el absolutismo de toda la vieja Europa, de la Europa feudal. Durante la guerra franco-prusiana, Alemania expolió a Francia, pero ello no altera la significación histórica fundamental de esta guerra, que liberó a decenas de millones de alemanes del desmembramiento feudal y de la opresión de dos déspotas: el zar ruso y Napoleón III.
Diferencia entre guerra ofensiva y guerra defensiva
La época de 1789 a 1871 ha dejado huellas profundas y recuerdos revolucionarios. Antes de que fueran destruidos el régimen feudal, el absolutismo y el yugo nacional extranjero, no cabía hablar siquiera del desarrollo de la lucha proletaria por el socialismo. Cuando los socialistas hablaban del carácter legítimo de la guerra "defensiva", refiriéndose a las guerras de esa época, siempre tenían en cuenta precisamente esos fines, que se reducían a la revolución contra el régimen medieval y la servidumbre. Los socialistas entendieron siempre por guerra "defensiva" una guerra "justa" en este sentido (expresión empleada en cierta ocasión por W. Liebknecht). Sólo en ese sentido, los socialistas admitían y siguen admitiendo el carácter legítimo, progresista y justo de la "defensa de la patria" o de una guerra "defensiva". Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían guerras "justas", "defensivas", independientemente de quien atacara primero, y todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las "grandes" potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras.
Pero imagínese que un propietario de cien esclavos hace la guerra a otro que posee doscientos por llegar a una distribución más "equitativa" de los esclavos. Es evidente que emplear en este caso el concepto de guerra "defensiva" o de "defensa de la patria" sería falsificar la historia y, en la práctica, equivaldría pura y simplemente a un engaño de la gente sencilla, de los pequeños burgueses y de los ignorantes por hábiles esclavistas. Pues bien, precisamente así engaña hoy la burguesía imperialista a los pueblos, valiéndose de la ideología "nacional" y de la idea de defensa de la patria, en la guerra actual que los esclavistas libran entre sí para consolidar y reforzar la esclavitud.
La guerra actual es una guerra imperialista
Casi todo el mundo reconoce que la guerra actual es una guerra imperialista, pero en la mayor parte de los casos se tergiversa esta idea, ya sea aplicándola a una de las partes o bien dando a entender que, pese a todo, esta guerra podría tener un carácter burgués progresista, de liberación nacional. El imperialismo es la fase superior del desarrollo del capitalismo, fase a la que sólo ha llegado en el siglo XX. El capitalismo comenzó a sentirse limitado dentro del marco de los viejos Estados nacionales, sin la formación de los cuales no habría podido derrocar al feudalismo. El capitalismo ha llevado la concentración a tal punto, que ramas enteras de la industria se encuentran en manos de asociaciones patronales, trusts, corporaciones de capitalistas multimillonarios, y casi todo el globo terrestre está repartido entre estos "potentados del capital", bien en forma de colonias o bien envolviendo a los países extranjeros en las tupidas redes de la explotación financiera. La libertad de comercio y la libre competencia han sido sustituidas por la tendencia al monopolio, a la conquista de tierras para realizar en ellas inversiones de capital y llevarse sus materias primas, etc. De liberador de naciones, como lo fue en su lucha contra el feudalismo, el capitalismo se ha convertido, en su fase imperialista, en el más grande opresor de naciones. El capitalismo, progresista en otros tiempos, se ha vuelto reaccionario; ha desarrollado las fuerzas productivas a tal extremo, que a la humanidad no le queda otro camino que pasar al socialismo, o bien sufrir durante años, e incluso durante decenios, la lucha armada de las "grandes" potencias por el mantenimiento artificial del capitalismo mediante las colonias, los monopolios, los privilegios y todo género de la opresión nacional.
La guerra entre los más grandes esclavistas por el mantenimiento y fortalecimiento de la esclavitud
A fin de mostrar con claridad la significación del imperialismo, citamos a continuación datos precisos sobre el reparto del mundo entre las llamadas "grandes" potencias (es decir, las que han tenido éxito en el gran saqueo).
El siguiente cuadro nos permite ver cómo los pueblos que de 1789 a 1871 lucharon, en la mayoría de los casos al frente de los otros, por la libertad, se han convertido en nuestra época, después de 1876 y gracias a un capitalismo altamente desarrollado y "pasado de maduro", en los opresores y explotadores de la mayoría de la población y de las naciones del globo. Entre 1876 y 1914, seis "grandes" potencias se apoderaron de 25 millones de kilómetros cuadrados, ¡es decir, una superficie dos veces y media más grande que la de toda Europa! Seis potencias subyugan a una población de más de quinientos millones (523) de habitantes en las colonias. Por cada cuatro habitantes de las "grandes" potencias hay cinco habitantes de "sus" colonias. Y todo el mundo sabe que las colonias han sido conquistadas a sangre y fuego, que sus pobladores son tratados bárbaramente y explotados de mil maneras (mediante la exportación de capitales, concesiones, etc., el engaño en la venta de mercancías, el sometimiento a las "autoridades" de la nación "dominante", etc., y con otras cosas por el estilo). La burguesía anglo-francesa engaña a los pueblos al decir que hace la guerra en aras de la libertad de los pueblos y de Bélgica, cuando en realidad la hace para conservar los inmensos territorios coloniales de los que se ha apoderado. Los imperialistas alemanes evacuarían de inmediato Bélgica y otros países si los ingleses y franceses se repartiesen "amistosamente" con ellos sus colonias. Lo peculiar de la situación actual consiste en que la suerte de las colonias se decide con la guerra que se libra en el continente.
Desde el punto de vista de la justicia burguesa y de la libertad nacional (o del derecho de las naciones a la existencia), Alemania tendría sin duda alguna razón contra Inglaterra y Francia, ya que ha sido "defraudada" en el reparto de las colonias, y sus enemigos oprimen a muchísimas más naciones que ella; en cuanto a su aliada, Austria, los eslavos por ella oprimidos gozan sin duda de más libertad que en la Rusia zarista, verdadera "cárcel de pueblos". Pero la propia Alemania no lucha por liberar a los pueblos, sino por sojuzgarlos. Y no corresponde a los socialistas ayudar a un bandido más joven y más vigoroso (Alemania) a desvalijar a otros bandidos más viejos y más cebados. Lo que deben hacer los socialistas es aprovechar la guerra que se hacen los bandidos para derrocar a todos ellos. Para esto, es preciso ante todo que los socialistas digan al pueblo la verdad, a saber, que esta guerra es, en un triple sentido, una guerra entre esclavistas para reforzar la esclavitud.
En primer lugar, es una guerra que tiende a consolidar la esclavitud de las colonias mediante un reparto más "equitativo" y una explotación ulterior más "coordinada" de las mismas; en segundo lugar, es una guerra que persigue el reforzamiento del yugo que pesa sobre las naciones extrañas en el seno mismo de las "grandes" potencias, pues tanto Austria como Rusia (y ésta mucho más y mucho peor que aquélla) sólo se mantienen gracias a ese yugo que refuerzan con la guerra; en tercer lugar, es una guerra con vistas a intensificar y prolongar la esclavitud asalariada, pues el proletariado está dividido y aplastado, mientras que los capitalistas salen ganando, enriqueciéndose con la guerra, avivando los prejuicios nacionales e intensificando la reacción, que ha levantado la cabeza en todos los países, aún en los más libres y republicanos.
"La guerra es la prolongación de la política por otros medios" (a saber: por la violencia)
Esta famosa sentencia pertenece a Clausewitz2, uno de los más profundos escritores sobre temas militares. Los marxistas siempre han considerado esta tesis, con toda razón, como la base teórica de las ideas sobre la significación de cada guerra en particular. Justamente desde este punto de vista examinaron siempre Marx y Engels las diferentes guerras.
Aplíquese esta tesis a la guerra actual. Se verá que durante decenios, casi desde hace medio siglo, los gobiernos y las clases dominantes de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Austria y Rusia practicaron una política de saqueo de las colonias, de opresión de otras naciones y de aplastamiento del movimiento obrero. Y esta política precisamente, y sólo ésta, es la que se prolonga en la guerra actual. En especial, tanto en Austria como en Rusia, la política de tiempos de paz, al igual que la de tiempos de guerra, ha consistido en esclavizar a las naciones y no en liberarlas.
Por el contrario, en China, en Persia, en la India y otros países dependientes vemos en los últimos decenios la política del despertar de decenas y centenas de millones de hombres a la vida nacional, una política que tiende a liberarlos del yugo de las "grandes" potencias reaccionarias. Sobre este terreno histórico concreto, una guerra puede tener también hoy un carácter progresista burgués, puede ser una guerra de liberación nacional. Basta considerar la guerra actual como una prolongación de la política de las "grandes" potencias y de las clases fundamentales de las mismas para ver de inmediato el carácter antihistórico, la falsedad y la hipocresía de la opinión según la cual puede justificarse, en la guerra actual, la idea de la "defensa de la patria".
Los socialchovinistas de la Triple (hoy Cuádruple) Entente (en Rusia, Plejánov y Cía.) gustan sobre todo de invocar el ejemplo de Bélgica. Pero este ejemplo se vuelve contra ellos. Los imperialistas alemanes han violado desvergonzadamente la neutralidad de Bélgica, como han hecho siempre y por doquier los Estados beligerantes que, cuando les conviene, pisotean todos los tratados y todas las obligaciones. Admitamos que todos los Estados que tienen interés en respetar los tratados internacionales hubieran declarado la guerra a Alemania para exigir que este país evacuase a Bélgica y le pagara una indemnización.
En este caso, la simpatía de los socialistas estaría, como es natural, del lado de los enemigos de Alemania. Ahora bien, la cuestión estriba precisamente en que la "Triple (y Cuádruple) Entente" no hace la guerra por Bélgica. Esto lo sabe muy bien todo el mundo, y sólo los hipócritas lo disimulan. Inglaterra saquea las colonias de Alemania y Turquía; Rusia hace lo propio con Galitzia y Turquía; Francia procura conseguir la Alsacia-Lorena e incluso la orilla izquierda del Rin; con Italia se ha firmado un tratado para repartir el botín (Albania y el Asia menor), y con Bulgaria y Rumania se regatea también por el reparto del botín.
En la guerra que hoy libran los gobiernos actuales ¡no se puede ayudar a Bélgica más que ayudando a estrangular a Austria o a Turquía, etc.! ¿¿A qué viene aquí la "defensa de la patria"?? Justamente en esto reside el carácter peculiar de la guerra imperialista, guerra entre gobiernos burgueses reaccionarios, que se han sobrevivido históricamente, destinada a sojuzgar a otras naciones. Quien justifica la participación en esta guerra, contribuye a perpetuar la opresión imperialista de las naciones. Quien preconiza la explotación de las dificultades actuales de los gobiernos para luchar en favor de la revolución social, defiende la libertad real de todas las naciones sin excepción, que sólo puede ser alcanzada con el socialismo.
¿Por qué combate Rusia?
En Rusia, el imperialismo capitalista de novísimo tipo se ha revelado plenamente en la política del zarismo con respecto a Persia, Manchuria y Mongolia; pero lo que predomina, en general, en Rusia, es el imperialismo militar y feudal. En ninguna parte del mundo está tan oprimida la mayoría de la población como en Rusia: los gran rusos sólo constituyen el 43% de la población, es decir, menos de la mitad, y el resto de los habitantes, por no ser rusos, carecen de derechos.
De los 170 millones de habitantes que tiene Rusia, cerca de 100 millones están oprimidos y carecen de derechos. El zarismo hace la guerra para apoderarse de Galitzia y estrangular definitivamente la libertad de los ucranianos, para apoderarse de Armenia, de Constantinopla, etc. El zarismo ve en la guerra un medio para distraer la atención del descontento que aumenta en el interior del país y aplastar el movimiento revolucionario que va en ascenso. Hoy por cada dos gran rusos hay en Rusia de dos a tres "alógenos" privados de derechos.
El zarismo pretende, por medio de la guerra, aumentar el número de naciones oprimidas, intensificar su opresión y, de este modo, minar la lucha por la libertad que libran los gran rusos mismos. La posibilidad de oprimir y desvalijar a otros pueblos agrava el estancamiento económico, pues en vez de desarrollarse las fuerzas productivas, se busca la fuente de los ingresos en la explotación semifeudal de los pueblos "alógenos". Por tanto, por parte de Rusia, esta guerra tiene un carácter sumamente reaccionario y opuesto a toda libertad.
¿Qué es el socialchovinismo?
El socialchovinismo es la sustentación de la idea de "defensa de la patria" en la guerra actual. De esta posición derivan, como consecuencia, la renuncia a la lucha de clases, la votación de los créditos de guerra, etc. Los socialchovinistas aplican, de hecho, una política antiproletaria, burguesa, pues lo que propugnan en realidad no es la "defensa de la patria" en el sentido de la lucha contra el yugo extranjero, sino el "derecho" de tales o cuales "grandes" potencias a saquear las colonias y oprimir a otros pueblos.
Los socialchovinistas repiten el engaño burgués de que la guerra se hace en defensa de la libertad y de la existencia de las naciones, con lo cual se ponen del lado de la burguesía contra el proletariado. Entre los socialchovinistas figuran tanto los que justifican y exaltan a los gobiernos y a la burguesía de uno de los grupos de potencias beligerantes como los que, a semejanza de Kautsky, reconocen a los socialistas de todas las potencias beligerantes el mismo derecho a "defender la patria". El socialchovinismo, que defiende de hecho los privilegios, las ventajas, el saqueo y la violencia de "su" burguesía imperialista (o de toda burguesía en general), constituye una traición absoluta a todas las ideas socialistas y a la resolución del Congreso Socialista Internacional de Basilea.
El manifiesto sobre la guerra, aprobado por unanimidad en Basilea en 1912, tenía en cuenta precisamente la guerra entre Inglaterra y Alemania, con sus aliados actuales, que estalló en 1914. El manifiesto declara abiertamente que ningún interés popular puede justificar una guerra semejante, que se libra en aras de los "beneficios de los capitalistas y por conveniencias dinásticas", sobre la base de la política imperialista, expoliadora, de las grandes potencias.
El manifiesto declara en forma expresa que la guerra es peligrosa "para los gobiernos" (para todos sin excepción), hace notar que sienten el temor a la "revolución proletaria" y señala con toda precisión el ejemplo de la Comuna de 1871 y el de octubre-diciembre de 1905, es decir, el ejemplo de la revolución y de la guerra civil. Así, pues, el manifiesto de Basilea establecía, justamente para la guerra actual, la táctica de la lucha revolucionaria de los trabajadores contra sus gobiernos en escala internacional, la táctica de la revolución proletaria. El manifiesto de Basilea repite las palabras de la resolución de Stuttgart de que en caso de estallar la guerra, los socialistas deben aprovechar la "crisis económica y política" creada por ella para "precipitar el hundimiento del capitalismo", es decir, aprovechar en beneficio de la revolución socialista las dificultades que la guerra causa a los gobiernos, así como la indignación de las masas.
La política de los socialchovinistas, que justifican la guerra desde el punto de vista burgués sobre los movimientos de liberación, que admiten la "defensa de la patria", que votan en favor de los créditos de guerra y participan en los ministerios, etcétera, es una traición abierta al socialismo, que sólo puede explicarse, como veremos más adelante, por el triunfo del oportunismo y de la política obrera nacional-liberal en el seno de la mayoría de los partidos europeos.
Las falsas referencias a Marx y a Engels
Los socialchovinistas rusos (con Plejánov a la cabeza) se remiten a la táctica de Marx con respecto a la guerra de 1870; los alemanes (por el estilo de Lensch, David y Cía.) invocan la declaración de Engels en 1891, sobre el deber de los socialistas alemanes de defender la patria en caso de guerra contra Rusia y Francia coaligadas; finalmente, los socialchovinistas del tipo de Kautsky, deseosos de transigir con el chovinismo internacional y de legitimarlo, se remiten al hecho de que Marx y Engels, aun condenando como condenaban la guerra, se pusieron constantemente, desde 1854-1855 hasta 1870-1871 y en 1876-1877, de parte de tal o cual Estado beligerante, una vez que la guerra, pese a todo, había estallado.
Todas estas referencias constituyen una indignante desnaturalización de las ideas de Marx y Engels para complacer a la burguesía y a los oportunistas, de la misma manera que los escritos de los anarquistas Guillaume y Cía. tergiversan las ideas de Marx y Engels para justificar el anarquismo. La guerra de 1870-1871 fue, por parte de Alemania, una guerra históricamente progresista hasta la derrota de Napoleón III, pues él, de acuerdo con el zar, había oprimido a Alemania durante largos años, manteniendo en ella el fraccionamiento feudal.
Pero en cuanto la guerra se trasformó en un saqueo de Francia (con la anexión de Alsacia y Lorena), Marx y Engels condenaron resueltamente a los alemanes. E incluso al comienzo mismo de la guerra, Marx y Engels aprobaron la negativa de Bebel y Liebknecht a votar los créditos y aconsejaron a los socialdemócratas no mezclarse con la burguesía, sino defender los intereses independientes, de clase, del proletariado. Extender esta apreciación sobre una guerra progresista burguesa y de liberación nacional a la guerra imperialista actual, es mofarse de la verdad. Lo mismo puede decirse – y con mayor razón – de la guerra de 1854-1855 y de todas las guerras del siglo XIX, cuando no existían ni el imperialismo actual, ni las condiciones objetivas ya maduras para el socialismo, ni partidos socialistas de masas en todos los países beligerantes, es decir, en una época en que no se daban precisamente las condiciones en que se basaba el manifiesto de Basilea para trazar la táctica de la "revolución proletaria" en relación con la guerra entre las grandes potencias.
Quienes invocan hoy la actitud de Marx ante las guerras de la época de la burguesía progresista y olvidan las palabras de Marx, de que "los obreros no tienen patria" – palabras que se refieren precisamente a la época de la burguesía reaccionaria y caduca, a la época de la revolución socialista –, tergiversan desvergonzadamente a Marx y sustituyen el punto de vista socialista por un punto de vista burgués.
La bancarrota de la II Internacional
Los socialistas del mundo entero declararon solemnemente en 1912, en Basilea, que consideraban la guerra europea que se avecinaba como una empresa "criminal" y archirreaccionaria de todos los gobiernos, que debía precipitar el hundimiento del capitalismo engendrando inevitablemente la revolución contra él. Llegó la guerra y estalló la crisis. En vez de aplicar una táctica revolucionaria, la mayoría de los partidos socialdemócratas aplicó una táctica reaccionaria, poniéndose del lado de sus gobiernos y de su burguesía. Esta traición al socialismo marca la bancarrota de la II Internacional (1889–1914), y nosotros debemos tener una clara idea de qué es lo que ha provocado esta bancarrota, qué ha engendrado el socialchovinismo y qué le ha dado fuerza.
El socialchovinismo es el oportunismo más acabado
Durante toda la época de la II Internacional se libró en todas partes una lucha en el seno de los partidos socialdemócratas entre el ala revolucionaria y el ala oportunista. En varios países (Inglaterra, Italia, Holanda y Bulgaria) se llegó, con este motivo, a la escisión. Ningún marxista dudaba de que el oportunismo expresa la política burguesa en el movimiento obrero, los intereses de la pequeña burguesía y de la alianza de una ínfima porción de obreros aburguesados con "su" burguesía, contra los intereses de las masas proletarias, oprimidas.
Las condiciones objetivas de fines del siglo XIX reforzaron especialmente el oportunismo, trasformando la utilización de la legalidad burguesa en servilismo ante ella, creando una pequeña capa burocrática y aristocrática de la clase obrera e incorporando a las filas de los partidos socialdemócratas a muchos "compañeros de ruta" pequeñoburgueses.
La guerra aceleró este desarrollo, convirtiendo el oportunismo en socialchovinismo, y la alianza secreta de los oportunistas con la burguesía en una alianza abierta. Además, las autoridades militares han declarado en todas partes el estado de guerra y amordazado a las masas obreras, cuyos viejos jefes se han pasado, casi en su totalidad, al campo de la burguesía.
La base económica del oportunismo y del socialchovinismo es la misma: los intereses de una capa ínfima de obreros privilegiados y de la pequeña burguesía, que defienden su situación excepcional y su "derecho" a recibir unas migajas de los beneficios que obtiene "su" burguesía nacional del saqueo de otras naciones, de las ventajas que le da su situación de gran potencia, etc.
El contenido ideológico y político del oportunismo y del socialchovinismo es el mismo: la colaboración de las clases en vez de la lucha entre ellas, la renuncia a los medios revolucionarios de lucha y la ayuda a "su" gobierno en su difícil situación, en lugar de aprovechar sus dificultades en favor de la revolución. Si consideramos todos los países europeos en su conjunto, sin detenernos en personalidades aisladas (aunque se trate de las más prestigiosas), veremos que precisamente la corriente oportunista ha sido el principal sostén del socialchovinismo, y que del campo revolucionario se alza, casi en todas partes, una protesta más o menos consecuente contra esa corriente. Y si examinamos, por ejemplo, la manera cómo se agruparon las diversas corrientes en el Congreso Socialista Internacional de Stuttgart, en 1907, veremos que el marxismo internacional se pronunció contra el imperialismo, mientras que el oportunismo internacional se manifestó ya entonces en su favor.
La unidad con los oportunistas es la alianza de los obreros con "su" burguesía nacional y la escisión de la clase obrera revolucionaria internacional
En el pasado, antes de la guerra, el oportunismo fue considerado a menudo como un componente legítimo, aunque "divisionista" y "extremista", del Partido Socialdemócrata. La guerra ha demostrado que esto ya no será posible en el futuro. El oportunismo "ha llegado a su plena madurez" y desempeñado hasta el fin su papel de emisario de la burguesía en el movimiento obrero. La unidad con los oportunistas se ha vuelto pura hipocresía, de la que vemos un ejemplo en el Partido Socialdemócrata Alemán. En todas las grandes ocasiones (como por ejemplo en la votación del 4 de agosto), los oportunistas presentan su ultimátum y logran imponerlo gracias a sus múltiples vínculos con la burguesía, al hecho de tener la mayoría en las direcciones de los sindicatos, etc. Hoy, la unidad con los oportunistas significa de hecho la subordinación de la clase obrera a "su" burguesía nacional y la alianza con ella para oprimir a otras naciones y luchar por los privilegios de toda gran potencia, lo cual representa la escisión del proletariado revolucionario de todos los países.
Por dura que sea, en algunos casos, la lucha contra los oportunistas, que dominan en muchas organizaciones, y sean cuales fueren en los distintos países las peculiaridades que adopte el proceso de depuración de los partidos obreros para desembarazarse de los oportunistas, este proceso es inevitable y fecundo. El socialismo reformista agoniza; el socialismo que renace "será revolucionario, intransigente e insurreccional", según la acertada expresión del socialista francés Paul Golay.
Kautsky, la más alta autoridad de la II Internacional, es el ejemplo más típico y claro de cómo el reconocimiento verbal del marxismo ha llevado en la práctica a transformarlo en "struvismo" o en "brentanismo”3. Plejánov nos ofrece otro ejemplo de ello. Mediante sofismas evidentes, se extirpa del marxismo su espíritu vivo y revolucionario, y se admite en él todo, excepto los medios revolucionarios de lucha y la propaganda y preparación de los mismos, así como la educación de las masas en ese sentido. Despreciando todo principio, Kautsky "concilia" la idea fundamental del socialchovinismo, la aceptación de la defensa de la patria en la guerra actual, con concesiones diplomáticas y ostensibles a la izquierda, tales como la abstención en la votación de los créditos de guerra, la actitud verbal en favor de la oposición, etc. Kautsky, que en 1909 escribió todo un libro sobre la inminencia de una época de revoluciones y sobre las relaciones entre la guerra y la revolución ¡Kautsky, que en 1912 firmó el manifiesto de Basilea sobre la utilización revolucionaria de la guerra que se avecinaba, ahora justifica y exalta el socialchovinismo por todos los medios y, como Plejánov, se une a la burguesía para ridiculizar toda idea de revolución, toda iniciativa en el sentido de una lucha revolucionaria directa.
La clase obrera no puede cumplir su misión revolucionaria universal sin librar una guerra implacable contra esa actitud de renegados, contra esa falta de principios, contra esa actitud servil hacia el oportunismo y contra ese increíble envilecimiento teórico del marxismo. El kautskismo no es fruto del azar, sino el producto social de las contradicciones de la II Internacional, de la combinación de la fidelidad verbal al marxismo con la sumisión, de hecho, al oportunismo.
Esta falsedad esencial del "kautskismo" se manifiesta de distintas formas en diferentes países. En Holanda, Roland Holst, a la vez que rechaza la idea de la defensa de la patria, aboga por la unidad con el partido de los oportunistas. En Rusia, Trotski, que también rechaza esa idea, defiende asimismo la unidad con el grupo oportunista y chovinista de Nasha Zariá. En Rumania, Rakovski declara la guerra al oportunismo por considerarlo culpable de la bancarrota de la II Internacional, pero al mismo tiempo está dispuesto a admitir la legitimidad de la idea de la defensa de la patria. Todas estas no son más que manifestaciones del mal que los marxistas holandeses (Gorter y Pannekoek) han llamado el "radicalismo pasivo" y que se reduce a la suplantación del marxismo revolucionario por un eclecticismo en teoría, y por el servilismo o la impotencia ante el oportunismo en la práctica.
La consigna de los marxistas es la consigna de la socialdemocracia revolucionaria
Es indudable que la guerra ha creado la más grave de las crisis y acentuado increíblemente las calamidades de las masas. El carácter reaccionario de esta guerra, las mentiras desvergonzadas de la burguesía de todos los países, que disimula sus objetivos de rapiña con una ideología "nacional", suscitan ineludiblemente, en la situación revolucionaria objetiva que se ha creado, un espíritu revolucionario entre las masas. Nuestro deber es ayudar a que las masas adquieran conciencia de ese espíritu, profundizarlo y darle forma.
Esta tarea sólo la expresa certeramente la consigna de la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil, y toda lucha consecuente de clase durante la guerra, toda táctica de "acciones de masas", aplicada en serio, conduce de modo inevitable a dicha trasformación. No podemos saber si un fuerte movimiento revolucionario estallará con motivo de la primera o de la segunda guerra imperialista de las grandes potencias, o si estallará en el curso de esta guerra o después de ella, pero de todos modos nuestro deber ineludible es trabajar de un modo sistemático y firme en esa dirección.
El manifiesto de Basilea se refiere directamente al ejemplo de la Comuna de París, es decir, a la trasformación de una guerra entre gobiernos en guerra civil. Hace medio siglo el proletariado era demasiado débil; las condiciones objetivas del socialismo no estaban aún maduras; entre los movimientos revolucionarios de todos los países beligerantes no podía haber coordinación ni cooperación; el entusiasmo de una parte de los obreros de París por la "ideología nacional" (la tradición de 1792) fue manifestación de su debilidad pequeñoburguesa, como señaló Marx cuando tuvo la oportunidad, y fue una de las causas del fracaso de la Comuna. Medio siglo después de ésta han desaparecido las condiciones que debilitaban entonces a la revolución, y hoy sería imperdonable en un socialista admitir la renuncia a actuar precisamente en el espíritu de los comuneros de París.
El ejemplo de la fraternización en las trincheras
Los periódicos burgueses de todos los países beligerantes han citado ejemplos de fraternización entre los soldados de las naciones en guerra, incluso en las trincheras mismas. Y los decretos draconianos dictados por las autoridades militares (de Alemania y de Inglaterra) contra dicha fraternización demuestran que los gobiernos y la burguesía le conceden una gran importancia. Si pudieron producirse casos de fraternización, pese al dominio total del oportunismo en la dirección de los partidos socialdemócratas de la Europa occidental y pese al apoyo que el socialchovinismo recibe de toda la prensa socialdemócrata y de todas las autoridades de la II Internacional, ello viene a demostrar hasta qué punto sería posible acortar la duración de la guerra criminal, reaccionaria y esclavista que se hace en la actualidad y organizar el movimiento revolucionario internacional, si se realizara un trabajo sistemático en este sentido, aunque sólo fuera por los socialistas de izquierda de los países beligerantes.
Importancia de la organización ilegal
Los anarquistas más notables de todo el mundo se han deshonrado en esta guerra no menos que los oportunistas por su socialchovinismo (en el espíritu de Plejánov o de Kautsky). Uno de los resultados útiles de esta contienda será, indudablemente, acabar, a la vez, con el oportunismo y el anarquismo.
Sin renunciar en ningún caso, y cualesquiera sean las circunstancias, a aprovechar la menor posibilidad legal para organizar las masas y propagar el socialismo, los partidos socialdemócratas deben romper con toda actitud servil ante la legalidad. "Disparad vosotros primero, señores burgueses"4, escribía Engels, aludiendo precisamente a la guerra civil y a nuestra necesidad de violar la legalidad burguesa después que la burguesía la haya violado. La crisis ha demostrado que la burguesía la viola en todos los países, incluso en los más libres, y que no se puede llevar a las masas a la revolución sin crear una organización clandestina que propague, discuta, aprecie y prepare los medios revolucionarios de lucha. Así, en Alemania, todo lo que se hace de honesto por los socialistas, se hace contra el vil oportunismo y el hipócrita "kautskismo", y se hace precisamente en la clandestinidad. En Inglaterra envían a presidio a los que distribuyen llamamientos impresos invitando al pueblo a no presentarse a filas.
Considerar que el repudio de los métodos ilegales de propaganda y la mofa de ellos en la prensa legal es compatible con la pertenencia al partido socialdemócrata, es traicionar al socialismo.
Sobre la derrota del "propio" gobierno en la guerra imperialista
Tanto los partidarios de la victoria de su propio gobierno en la guerra actual, como los defensores de la consigna de "ni victoria ni derrota", adoptan igualmente el punto de vista del socialchovinismo. En una guerra reaccionaria, la clase revolucionaria no puede dejar de desear la derrota de su gobierno; no puede dejar de ver que existe una relación entre los reveses militares de este gobierno y las facilidades que éstos crean para su derrocamiento. Sólo el burgués que piense que la guerra iniciada por los gobiernos terminará indefectiblemente como una guerra entre gobiernos, y que además así lo desea, encuentra "ridícula" o "absurda" la idea de que los socialistas de todas las naciones beligerantes expresen el deseo de que todos "sus" gobiernos sean derrotados. Por el contrario, justamente esa posición respondería al pensamiento más íntimo de todo obrero consciente y se situaría en el marco de nuestra actividad encaminada a la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil.
Es indudable que la importante labor de agitación contra la guerra, efectuada por una parte de los socialistas ingleses, alemanes y rusos, "debilitó la potencia militar" de sus respectivos gobiernos, pero tal agitación fue un mérito de los socialistas. Estos deben explicar a las masas que para ellas no hay salvación fuera del derrocamiento revolucionario de "sus" gobiernos y que las dificultades con que tropiezan estos gobiernos en la guerra actual deben ser aprovechadas con ese fin.
Sobre el pacifismo y la consigna de la paz
El estado de ánimo de las masas en favor de la paz expresa con frecuencia un comienzo de protesta, de indignación y de toma de conciencia del carácter reaccionario de la guerra. Aprovechar ese estado de ánimo es un deber de todos los socialdemócratas. Ellos participarán con el mayor entusiasmo en todo movimiento y en toda manifestación en ese sentido, pero no engañarán al pueblo dejándole creer que sin un movimiento revolucionario se puede alcanzar una paz sin anexiones, sin opresión de las naciones y sin saqueos, una paz sin gérmenes de nuevas guerras entre los gobiernos de hoy y las clases dominantes en la actualidad. Semejante engaño sólo haría el juego a la diplomacia secreta de los gobiernos beligerantes y a sus planes contrarrevolucionarios. Quien desee una paz firme y democrática, debe pronunciarse en favor de la guerra civil contra los gobiernos y la burguesía.
Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación
El medio empleado con más amplitud en la guerra actual por la burguesía para engañar al pueblo es el de ocultar los fines de rapiña con la ideología de la "liberación nacional". Los ingleses prometen la libertad a Bélgica, los alemanes, a Polonia, etc. Pero en realidad, como ya hemos visto, se trata de una guerra entre los opresores de la mayoría de las naciones del mundo para afianzar y extender su opresión.
Los socialistas no pueden alcanzar su elevado objetivo sin luchar contra toda opresión de las naciones. Por ello deben exigir absolutamente que los partidos socialdemócratas de los países opresores (sobre todo de las llamadas "grandes" potencias) reconozcan y defiendan el derecho de las naciones oprimidas a la autodeterminación, y justamente en el sentido político de esta palabra, es decir, el derecho a la separación política. El socialista de una gran potencia o de una nación poseedora de colonias, que no defiende este derecho, es un chovinista.
La defensa de este derecho no solamente no estimula la formación de pequeños Estados, sino que, por el contrario, conduce a que se constituyan, del modo más libre, más decidido y por lo tanto más amplio y universal, grandes Estados o federaciones de Estados que son más ventajosos para las masas y más adecuados para el desarrollo económico.
A su vez, los socialistas de las naciones oprimidas deben luchar absolutamente por la unidad plena (incluida la unidad orgánica) de los obreros de las naciones oprimidas y opresoras. La idea de una separación jurídica entre una y otra nación (la llamada "autonomía cultural nacional" propugnada por Bauer y Renner) es una idea reaccionaria.
El imperialismo es la época de la opresión creciente de las naciones del mundo entero por un puñado de "grandes" potencias, razón por la cual la lucha por la revolución socialista internacional contra el imperialismo es imposible sin el reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación. "Un pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre" (Marx y Engels). Un proletariado que acepte que su nación ejerza la menor violencia sobre otras naciones no puede ser socialista.
CAPÍTULO II
LAS CLASES Y LOS PARTIDOS EN RUSIA
Hay un aspecto en el que el gobierno ruso no ha quedado a la zaga de sus cofrades europeos: como ellos, ha sabido engañar a "su" pueblo en una escala grandiosa. También en Rusia se ha puesto en juego un inmenso y monstruoso aparato de falsedades y argucias para inocular el chovinismo a las masas, para dar la impresión de que el gobierno zarista libra una guerra "justa", que defiende desinteresadamente a sus "hermanos eslavos", etc.
La clase de los terratenientes y las capas superiores de la burguesía comercial e industrial apoyan enérgicamente la política belicista del gobierno del zar. Esperan, con toda razón, inmensos beneficios materiales y privilegios del reparto de la herencia turca y austríaca. En toda una serie de sus congresos han saboreado ya por anticipado los beneficios que afluirían a sus bolsillos si triunfase el ejército zarista. Además, los reaccionarios comprenden muy bien que si hay algo que todavía puede aplazar la caída de la monarquía de los Románov y detener una nueva revolución en Rusia es una guerra exterior victoriosa para el zar.
Amplias capas de la burguesía urbana "media", de la intelectualidad burguesa, de las profesiones liberales, etc., estaban también contaminadas – por lo menos al principio de la guerra – por el chovinismo. El partido de la burguesía liberal de Rusia – los kadetes – apoyó íntegra e incondicionalmente al gobierno zarista. En materia de política exterior, hace ya tiempo que los kadetes son un partido gubernamental. El paneslavismo, mediante el cual la diplomacia zarista realizó más de una vez sus grandiosos fraudes políticos, se ha convertido en la ideología oficial de los kadetes. El liberalismo ruso ha degenerado en nacional-liberalismo. Rivaliza en "patriotismo" con las centurias negras, vota siempre de buen grado por el militarismo, la hegemonía naval, etc. En el campo del liberalismo ruso se observa, aproximadamente, el mismo fenómeno que en Alemania en la década del 70, cuando el liberalismo "librepensador" se desintegró y dio nacimiento al partido nacionalliberal. La burguesía liberal rusa ha emprendido definitivamente el camino de la contrarrevolución. El punto de vista del P.O.S.D.R. en esta cuestión se ha confirmado en su plenitud. La realidad echó por tierra la idea de nuestros oportunistas, según la cual el liberalismo ruso es aún la fuerza motriz de la revolución en Rusia.
La camarilla gobernante ha logrado también, con ayuda de la prensa burguesa, del clero, etc., provocar un estado de ánimo chovinista entre los campesinos. Pero a medida que los soldados vayan volviendo del campo de batalla, el estado de ánimo en el campo cambiará, indudablemente, y no a favor de la monarquía zarista. Los partidos democrático-burgueses que tienen puntos de contacto con los campesinos tampoco han resistido la ola de chovinismo. El partido de los trudoviques se negó en la Duma del Estado a votar por los créditos de guerra. Pero por boca de su jefe Kerenski dio a conocer una declaración "patriótica" que hace perfectamente el juego a la monarquía. Toda la prensa legal de los "populistas" ha seguido, en general, los pasos de los liberales. Incluso el ala izquierda de la democracia burguesa, el llamado partido socialista-revolucionario, afiliado al Buró Socialista Internacional, ha seguido esta corriente. El señor Rubánovich, representante de este partido en el B.S.I., se manifiesta abiertamente como un socialchovinista. La mitad de los delegados de este partido en la conferencia de los socialistas de la "Entente", celebrada en Londres, votó una resolución chovinista (la otra mitad se abstuvo). En la prensa ilegal de los socialistas-revolucionarios (en el periódico Nóvosti5 y otros) predominan los chovinistas. Los revolucionarios "salidos de un medio burgués", es decir, los revolucionarios burgueses que no están ligados a la clase obrera, han sufrido un terrible descalabro en esta guerra. La triste suerte de Kropotkin, Búrtziev y Rubanóvich es sumamente significativa.
El proletariado es la única clase en Rusia a la que no se ha logrado inocular el virus del chovinismo. Algunos excesos cometidos al comienzo de la guerra no afectaron sino a las capas más atrasadas de la clase obrera. La participación de los obreros en los escandalosos actos de Moscú contra los alemanes ha sido muy exagerada. En general, la clase obrera en Rusia se ha mostrado inmune al chovinismo.
Esto se explica por la situación revolucionaria existente en el país y por las condiciones generales de vida del proletariado ruso.
Los años de 1912 a 1914 marcaron el comienzo de un nuevo y grandioso auge revolucionario en Rusia. Nuevamente fuimos testigos de un vasto movimiento huelguístico, sin precedentes en el mundo. Según los cálculos más modestos, las huelgas revolucionarias de masas abarcaron en 1913 a un millón y medio de participantes, para pasar en 1914 los dos millones y aproximarse al nivel de 1905. En vísperas de la guerra, en Petersburgo los acontecimientos llevaron ya a los primeros combates de barricadas.
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, partido ilegal, ha cumplido su deber ante la Internacional. La bandera del internacionalismo no tembló en sus manos. Nuestro Partido ha roto orgánicamente, desde hace ya tiempo, con los grupos y elementos oportunistas. Los grilletes del oportunismo y del "legalismo a toda costa" no ataron de pies y manos a nuestro Partido. Y esta circunstancia le permitió cumplir su deber revolucionario, de la misma manera que la escisión con el partido oportunista de Bissolati ayudó también a los camaradas italianos.
La situación general de nuestro país es hostil al florecimiento del oportunismo "socialista" entre las masas obreras. En Rusia vemos toda una serie de matices del oportunismo y del reformismo entre los intelectuales, en la pequeña burguesía, etc. Pero ello sólo cuenta con una ínfima minoría de partidarios en las capas obreras políticamente activas. El sector de obreros y empleados privilegiados es muy débil en nuestro país. El fetichismo de la legalidad no ha podido surgir entre nosotros. Los liquidadores (el partido de los oportunistas, dirigido por Axelrod, Potrésov, Cherevanin, Máslov y otros) no contaban con ningún apoyo serio, antes de la guerra, entre las masas obreras. A la IV Duma del Estado fueron elegidos seis diputados obreros, todos adversarios del liquidacionismo. La tirada de la prensa obrera legal de Petrogrado y Moscú, así como las colectas de fondos para ella, demostraron irrefutablemente que las cuatro quintas partes de los obreros conscientes están contra el oportunismo y la corriente liquidacionista.
Al comenzar la guerra, el gobierno zarista detuvo y deportó a miles y miles de obreros avanzados, miembros de nuestro P.O.S.D.R. ilegal. Este hecho, unido a la declaración del estado de guerra en el país y a la clausura de nuestros periódicos etc., logró frenar nuestro movimiento. Sin embargo, la actividad revolucionaria clandestina de nuestro Partido continúa a pesar de todo. En Petrogrado, el Comité de nuestro Partido publica un periódico ilegal, Proletarski Golos.6
Los artículos del órgano central Sotsial-Demokrat, que se edita en el extranjero, se reimprimen en Petrogrado y se envían a las provincias. Se publican proclamas ilegales que se difunden incluso en los cuarteles. Fuera de la ciudad, en lugares apartados, se celebran reuniones obreras clandestinas. Últimamente, estallaron en Petrogrado grandes huelgas de obreros metalúrgicos. Con este motivo, nuestro Comité de Petrogrado lanzó varios manifiestos dirigidos a los obreros.
La fracción obrera socialdemócrata de Rusia en la Duma del Estado y la guerra
En 1913 se produjo una escisión entre los diputados social-demócratas de la Duma del Estado. De un lado quedaron siete partidarios del oportunismo, dirigidos por Chjeídze, que habían sido elegidos por siete provincias no proletarias, donde el número de obreros era de 214.000. De otro lado quedaron seis diputados, todos ellos de la curia obrera, elegidos en los centros más industriales de Rusia, que contaban en total con 1.008.000 obreros.
La cuestión principal de divergencia era esta: táctica del marxismo revolucionario o táctica del reformismo oportunista. En la práctica, la divergencia se manifestaba, sobre todo, en la actividad extra parlamentaria en el seno de las masas. Esta actividad debía desplegarse en Rusia clandestinamente, si los que la llevaban a cabo querían mantenerse en un plano revolucionario. La fracción de Chjeídze siguió siendo la aliada más fiel de los liquidadores, que rechazaban el trabajo clandestino, y los defendía en todas las charlas con los obreros, en todas las reuniones. De ahí la escisión. Los seis diputados formaron la fracción obrera socialdemócrata de Rusia. Un año de trabajo demostró de modo irrefutable que con ella precisamente estaba la inmensa mayoría de los obreros rusos.
Al comenzar la guerra, la divergencia alcanzó gran relieve. La fracción de Chjeídze se limitó al terreno estrictamente parlamentario. No votó en favor de los créditos, porque si hubiera procedido de otro modo habría suscitado una tempestad de indignación contra ella entre los obreros (hemos visto que en Rusia ni siquiera los trudoviques, pequeñoburgueses, han votado en pro de los créditos). Pero tampoco alzó su protesta contra el socialchovinismo.
De otro modo procedió la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, que expresaba la línea política de nuestro Partido. Llevó la protesta contra la guerra a lo más profundo de la clase obrera y extendió la propaganda contra el imperialismo a las amplias masas de proletarios rusos.
Y los obreros acogieron con gran simpatía a esta fracción, lo que asustó al gobierno y le obligó, violando flagrantemente sus propias leyes, a detener a nuestros camaradas diputados y condenarlos a deportación perpetua a Siberia. Ya en su primer comunicado oficial sobre la detención de nuestros camaradas, el gobierno zarista escribía:
"Algunos miembros de las sociedades socialdemócratas, que se han planteado como fin de su actividad quebrantar la potencia militar de Rusia realizando una agitación contra la guerra, por medio de proclamas clandestinas y de una propaganda oral, han adoptado a este respecto una posición muy especial."
Al famoso llamamiento de Vandervelde pidiendo que se suspendiera "temporalmente" la lucha contra el zarismo – ahora se sabe por las declaraciones del emisario del zar en Bélgica, príncipe Kudashiev, que Vandervelde no redactó él solo dicho llamamiento, sino en colaboración con el mencionado enviado zarista –, sólo nuestro Partido dio una respuesta negativa, por boca de su Comité Central. El centro dirigente de los liquidadores se mostró de acuerdo con Vandervelde y declaró oficialmente en la prensa que "con su actividad no se opondría a la guerra".
El gobierno zarista acusó, ante todo, a nuestros camaradas diputados de haber difundido entre los obreros esta respuesta negativa a Vandervelde.
Durante el proceso, el procurador zarista, señor Nenarókomov, puso de ejemplo a nuestros camaradas los socialistas alemanes y franceses. "Los socialdemócratas alemanes – dijo – han votado los créditos de guerra y se han mostrado amigos del gobierno. Así procedieron los socialdemócratas alemanes, mientras que los tristes caballeros de la socialdemocracia rusa no han actuado así [. . .]. Los socialistas de Bélgica y Francia, como un solo hombre, olvidaron sus discordias con otras clases, sus querellas de partidos, y se colocaron sin vacilación bajo la bandera". Sin embargo, los miembros de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, que se subordinaron a las directivas del Comité Central del Partido, no obraron de ese modo. . .
En el proceso se desplegó el imponente cuadro del amplio trabajo ilegal de agitación contra la guerra, realizado por nuestro Partido entre las masas proletarias. Como es natural, el tribunal zarista no logró, ni con mucho, "descubrir" toda la actividad de nuestros camaradas en este dominio. Pero lo que se reveló demostró cuánto se había hecho en el breve lapso de unos meses.
Durante el juicio se dio lectura a los manifiestos clandestinos de nuestros grupos y comités contra la guerra y en favor de una táctica internacionalista. Los obreros conscientes de toda Rusia estaban en relación con los miembros de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, que se esforzaba, en la medida de sus posibilidades, por ayudarlos a enjuiciar la guerra desde el punto de vista del marxismo.
El camarada Muránov, diputado de los obreros de la provincia de Járkov, declaró ante el tribunal:
"Comprendiendo que el pueblo no me había enviado a la Duma del Estado para apoltronarme en mi escaño, iba a las localidades para conocer el estado de ánimo de la clase obrera." Muránov reconoció también en el juicio que había asumido las funciones de agitador ilegal de nuestro Partido y organizado un comité obrero en los Urales, en la fábrica de Verjneisetsk, y en otros lugares. El proceso demostró que, desde el comienzo de la guerra, los miembros de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia habían recorrido, con fines de propaganda, casi toda Rusia, que Muránov, Petrovski, Badáiev y otros habían organizado numerosas asambleas obreras en las cuales se adoptaron resoluciones contra la guerra, etc.
El gobierno zarista amenazó a los acusados con la pena de muerte. Esto hizo que no todos se mostraran en el curso mismo del proceso tan valientes como el camarada Muránov. Trataron de dificultar a los procuradores zaristas su condena. De ello se aprovechan hoy, indignamente, los socialchovinistas rusos para velar el fondo de la cuestión, a saber: ¿cuál es el parlamentarismo que necesita la clase obrera?
Aceptan el parlamentarismo Südekum y Heine, Sembat y Vaillant, Bissolati y Mussolini, Chjeídze y Plejánov. También lo aceptan nuestros camaradas de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, así como los camaradas búlgaros e italianos que han roto con los chovinistas. Pero hay parlamentarismo y parlamentarismo. Unos utilizan la tribuna parlamentaria para hacer méritos ante sus gobiernos, o, en el mejor de los casos, para lavarse las manos, como la fracción de Chjeídze. Otros utilizan el parlamentarismo para ser revolucionarios hasta el fin, para cumplir su deber como socialistas e internacionalistas, incluso en las circunstancias más difíciles. La actividad parlamentaria de los unos conduce a los sillones ministeriales; la de los otros conduce a la cárcel, a la deportación, al presidio. Los unos sirven a la burguesía; los otros, al proletariado. Los unos son socialimperialistas, los otros marxistas revolucionarios.
CAPÍTULO III
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA INTERNACIONAL
¿Cómo reconstruir la Internacional? Antes digamos algunas palabras sobre cómo no debe ser reconstruida.
El método de los socialchovinistas y del "centro"
¡Oh, los socialchovinistas de todos los países son grandes "internacionalistas"! Desde que estalló la guerra están abrumados de preocupación por la Internacional. Por un lado, afirman que los rumores acerca de la bancarrota de la Internacional son "exagerados". Pues en realidad no ha pasado nada extraordinario. Escuchen a Kautsky: la Internacional es, simplemente, "un instrumento de tiempos de paz", y es natural que, en tiempos de guerra, no haya estado a la altura de las circunstancias. Por otro lado, los socialchovinistas de todos los países han encontrado un medio muy sencillo – y lo que es más importante, un medio internacional – para salir de la situación creada. Ese medio no es complicado: basta esperar el final de la guerra. Y mientras llega su fin, los socialistas de todos los países deben defender su "patria" y apoyar a "sus" gobiernos. Una vez acabada la guerra, se "amnistiarán" unos a otros, reconocerán que todos tenían razón, que en tiempos de paz vivimos como hermanos, pero que en tiempos de guerra – y sobre la base concreta de tal o cual resolución – exhortamos a los obreros alemanes a exterminar a sus hermanos franceses y viceversa.
En este punto están igualmente de acuerdo: Kautsky, Plejánov, Víctor Adler y Heine. Víctor Adler escribe: "Cuando hayamos pasado estos tiempos difíciles, nuestro primer deber será no reprocharnos mutuamente cada menudencia." Kautsky afirma: "Hasta ahora, en ninguna parte se alzaron voces de socialistas serios que puedan hacernos temer" por la suerte de la Internacional. Plejánov dice: "Es desagradable estrechar la mano (de los socialdemócratas alemanes), tinta en sangre de inocentes asesinados." Pero de inmediato propone una "amnistía": "Será muy conveniente en este caso – escribe – someter el corazón a la cabeza. En nombre de su gran causa, la Internacional deberá tomar en cuenta incluso las lamentaciones tardías." En Sozialistische Monatshefte, Heine califica de "viril y orgullosa" la conducta de Vandervelde, y la pone de ejemplo a los izquierdistas alemanes.
En una palabra, cuando la guerra haya terminado, habrá que nombrar una comisión formada por Kautsky y Plejánov, Vandervelde y Adler, y en un abrir y cerrar de ojos redactarán una resolución "unánime" en un espíritu de amnistía mutua. La controversia se esfumará felizmente. En vez de ayudar a los obreros a comprender lo que ha pasado, se los engañará con una aparente "unidad" en el papel. La unión de los socialchovinistas y de los hipócritas de todos los países será bautizada con el nombre de reconstrucción de la Internacional. No hay por qué ocultarlo: el peligro de semejante "reconstrucción" es muy grande. Los socialchovinistas de todos los países están igualmente interesados en ella. Ninguno quiere que las propias masas obreras de sus países se orienten en esta cuestión: socialismo o nacionalismo. Todos se hallan interesados por igual en disimular mutuamente sus pecados. Ninguno de ellos puede proponer otra cosa que no sea la que propone Kautsky, el virtuoso de la hipocresía "internacionalista".
Sin embargo, este peligro no se comprende de la manera debida. En el curso de un año de guerra hemos presenciado varias tentativas de restablecimiento de las relaciones internacionales. No hablemos de las conferencias de Londres y de Viena a las que asistieron determinados chovinistas con el propósito de ayudar a los Estados Mayores Generales y a la burguesía de "sus" patrias. Nos referimos a las conferencias de Lugano y de Copenhague, a la Conferencia Internacional de Mujeres y a la Conferencia Internacional de la Juventud7. Estas reuniones estuvieron animadas por los mejores deseos, pero no vieron en absoluto el peligro señalado. No trazaron la línea de combate de los internacionalistas. No mostraron al proletariado el peligro al que lo exponía el método socialchovinista de "reconstrucción" de la Internacional. En el mejor de los casos, se limitaron a repetir las viejas resoluciones, sin indicar a los obreros que, si no luchan contra los socialchovinistas, la causa del socialismo es una causa desesperada. En el mejor de los casos, no hicieron más que marcar el paso sin moverse del sitio.
No cabe la menor duda de que la situación en la oposición socialdemócrata alemana reviste el mayor interés para todos los internacionalistas. La socialdemocracia alemana oficial, que era el partido más fuerte, el partido dirigente, en el seno de la II Internacional, asestó el golpe más sensible a la organización internacional de los obreros. Pero también en la socialdemocracia alemana resultó más poderosa la oposición. Es el primero de los grandes partidos europeos en el que alzaron su vigorosa voz de protesta los camaradas que permanecen fieles a la bandera del socialismo. Hemos leído con alegría las revistas Lichtstrahlen y Die Internationale. Y con mayor alegría aún nos hemos enterado de la difusión en Alemania de llamamientos revolucionarios ilegales, como por ejemplo el titulado "El enemigo principal está dentro del propio país". Esto demuestra que el espíritu del socialismo vive entre los obreros alemanes, que en Alemania hay todavía hombres capaces de defender el marxismo revolucionario.
En el seno de la socialdemocracia alemana se ha perfilado con el mayor relieve la escisión del socialismo contemporáneo. Aquí vemos con toda nitidez tres tendencias: los oportunistas chovinistas, que en ninguna parte han llegado a tal degradación y apostasía como en Alemania; el "centro" kautskista, que demostró una incapacidad absoluta para desempeñar otro papel que no sea el de lacayo de los oportunistas, y la izquierda, que representa a los únicos socialdemócratas de Alemania.
Como es natural, lo que más nos interesa es la situación en la izquierda alemana. En ella vemos a nuestros camaradas que son la esperanza de todos los elementos internacionalistas.
¿Cuál es, pues, esta situación?
La revista Die Internationale tenía toda la razón al afirmar que en la izquierda alemana todo se halla todavía en un proceso de fermentación, que deben producirse aún grandes reagrupamientos y que en el seno de ella hay elementos más decididos y menos decididos.
Nosotros, los internacionalistas rusos, no pretendemos, de ninguna manera, inmiscuirnos en los asuntos internos de nuestros camaradas de la izquierda alemana. Comprendemos que sólo ellos son verdaderamente competentes para definir sus métodos de lucha contra los oportunistas, de acuerdo con las condiciones de lugar y tiempo. Sólo estimamos que tenemos el derecho y el deber de expresar con franqueza nuestra opinión sobre la situación.
Estamos convencidos de que el autor del artículo editorial de la revista Die Internationale tenía toda la razón al afirmar que el "centro" kautskista causa más daño al marxismo que el socialchovinismo descarado. Quienes velan ahora las divergencias y predican a los obreros, bajo una apariencia de marxismo, lo mismo que predica el kautskismo, adormecen a los obreros y son más nocivos que los Südekum y los Heine, los cuales plantean el problema de frente y obligan a los obreros a analizarlo.
La fronda contra las "instancias superiores", que Kautsky y Haase se permiten en los últimos tiempos, no debe engañar a nadie. Las divergencias entre ellos y los Scheidemann no son divergencias de principio. Los unos consideran que Hindenburg y Mackensen han vencido ya y que ahora pueden permitirse el lujo de protestar contra las anexiones. Los otros estiman que Hindenburg y Mackensen no han vencido aún, y que por lo tanto hay que "mantenerse firmes hasta el fin".
El kautskismo sólo lucha en apariencia contra las "instancias superiores", precisamente con el propósito de esfumar, después de la guerra, a los ojos de los obreros, la discusión sobre una base de principios y escamotear el asunto con una amplia resolución – la mil y tantas – redactada en un estilo vagamente izquierdista, en lo que son verdaderos maestros los diplomáticos de la II Internacional.
Es perfectamente comprensible que, en su difícil lucha contra las "instancias superiores", la oposición alemana deba aprovechar también esta fronda sin principios del kautskismo. Ahora bien, para todo internacionalista, la piedra de toque debe seguir siendo la actitud negativa hacia el neokautskismo. Sólo es verdadero internacionalista quien combate el kautskismo y comprende que el "centro" sigue siendo, desde el punto de vista de los principios, incluso después del aparente viraje de sus jefes, el aliado de los chovinistas y de los oportunistas.
Nuestra actitud hacia los elementos vacilantes de la Internacional tiene, en general, una inmensa importancia. Estos elementos – en su mayoría socialistas de matiz pacifista – existen tanto en los países neutrales como en algunos países beligerantes (por ejemplo, en Inglaterra, el Partido Laborista Independiente). Estos elementos pueden ser nuestros compañeros de ruta. Es indispensable un acercamiento a ellos, contra los socialchovinistas.
Pero no hay que olvidar que son únicamente compañeros de ruta y que en lo principal, en lo esencial, cuando se trate de reconstruir la Internacional, no estarán con nosotros, sino contra nosotros, y seguirán a Kautsky, Scheidemann, Vandervelde y Sembat. En las conferencias internacionales no podemos limitar nuestro programa a lo que es aceptable para estos elementos, pues de otro modo nosotros mismos seríamos prisioneros de esos pacifistas vacilantes. Así sucedió, por ejemplo, en la Conferencia Internacional de Mujeres, celebrada en Berna. En ella, la delegación alemana, que sostenía el punto de vista de la camarada Clara Zetkin, desempeñó de hecho el papel de "centro". La conferencia de mujeres sólo dijo lo que era aceptable para las delegadas del partido oportunista holandés de Troelstra y para las del I.L.P. (Partido Laborista Independiente)8. Este último – no lo olvidemos – votó a favor de la resolución de Vandervelde en la conferencia de chovinistas de la "Entente", que tuvo lugar en Londres. Respetamos altamente al I.L.P. por su valiente lucha contra el gobierno inglés durante la guerra. Pero sabemos que este partido no se ha situado ni se sitúa hoy en el terreno del marxismo. Y consideramos que la tarea principal de la oposición socialdemócrata es, en el momento actual, alzar la bandera del marxismo revolucionario, decir a los obreros con firmeza y precisión qué pensamos acerca de las guerras imperialistas y lanzar la consigna de acciones revolucionarias de masas, o sea, la consigna de la trasformación de la época de las guerras imperialistas en el comienzo de una época de guerras civiles.
A pesar de todo, en muchos países hay elementos socialdemócratas revolucionarios. Los hay en Alemania, en Rusia, en Escandinavia (la influyente tendencia que representa el camarada Hoglund), en los Balcanes (el partido de los "tesniakí" búlgaros), en Italia, en Inglaterra (una parte del Partido Socialista Británico), en Francia (el propio Vaillant reconoció en L'Humanité que había recibido cartas de protesta de los internacionalistas, pero no publicó íntegramente ninguna de ellas), en Holanda (los tribunistas9), etc. Y la tarea del día consiste en unir a estos elementos marxistas – por poco numerosos que sean al principio –, en recordar en su nombre las hoy olvidadas palabras del verdadero socialismo y exhortar a los obreros de todos los países a que rompan con los chovinistas y se agrupen bajo la vieja bandera del marxismo.
Las conferencias en torno a los llamados programas de "acción" se limitaban hasta ahora a proclamar más o menos íntegramente un programa de pacifismo a secas. El marxismo no es pacifismo. Es indispensable luchar por el cese más rápido de la guerra. Pero la reivindicación de la "paz" sólo adquiere un sentido proletario cuando se llama a la lucha revolucionaria. Sin una serie de revoluciones, la pretendida paz democrática no es más que una utopía pequeñoburguesa. El único programa verdadero de acción sería un programa marxista que dé a las masas una respuesta completa y clara sobre lo que ha pasado, que explique qué es el imperialismo y cómo se debe luchar contra él, que declare abiertamente que el oportunismo ha llevado la II Internacional a la bancarrota y que llame abiertamente a fundar una Internacional marxista sin los oportunistas y contra ellos. Sólo un programa así, que demuestre que tenemos fe en nosotros mismos y en el marxismo, y que declaramos al oportunismo una guerra a vida o muerte, podrá asegurarnos, tarde o temprano, la simpatía de las masas proletarias de verdad.
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la III Internacional
El P.O.S.D.R. se separó, hace ya tiempo, de sus oportunistas. Ahora los oportunistas rusos se han vuelto, además, chovinistas. Esto no hace más que reafirmarnos en la opinión de que la escisión con ellos era necesaria por el bien del socialismo. Estamos convencidos de que las divergencias actuales entre los socialdemócratas y los socialchovinistas no son menores, en modo alguno, que las que existían entre socialistas y anarquistas al separarse los socialdemócratas de los segundos.
El oportunista Monitor tiene razón cuando dice, en preussische Jahrbücher, que la unidad actual es ventajosa para los oportunistas y para la burguesía, ya que obliga a los elementos de izquierda a someterse a los chovinistas e impide que los obreros vean claro en las disputas y creen su propio partido realmente obrero y verdaderamente socialista. Tenemos la profunda convicción de que, en el estado actual de cosas, la escisión con los oportunistas y los chovinistas es el primer deber de un revolucionario, de la misma manera que la escisión con los amarillos, los antisemitas, los sindicatos obreros liberales, etc., era necesaria para educar con mayor rapidez a los obreros atrasados y atraerlos a las filas del partido socialdemócrata.
A nuestro juicio, la III Internacional debiera fundarse precisamente sobre esta base revolucionaria. Para nuestro Partido no existe el problema de si es oportuno o no romper con los socialchovinistas. Este problema ya lo ha resuelto de manera irrevocable. Para él sólo existe ahora la cuestión de realizar esa ruptura en un futuro inmediato, a escala internacional.
Se comprende muy bien que para crear una organización marxista internacional es indispensable que en los distintos países exista la disposición a crear partidos marxistas independientes. Alemania, país del movimiento obrero más antiguo y poderoso, tiene una importancia decisiva. El futuro inmediato dirá si ya han madurado las condiciones para crear la nueva Internacional marxista. Si es así, nuestro Partido ingresará con alegría en esa III Internacional, depurada del oportunismo y del chovinismo. Si no es así, ello querrá decir que esa depuración exige todavía una evolución más o menos larga. Y entonces nuestro Partido formará la oposición extrema en el seno de la antigua Internacional, hasta que se cree en los diferentes países la base para una asociación internacional obrera que se sitúe en el terreno del marxismo revolucionario.
No sabemos ni podemos saber cómo se desarrollarán las cosas en los próximos años sobre el plano internacional. Pero lo que sabemos a ciencia cierta, y estamos firmemente convencidos de ello, es que nuestro Partido, en nuestro país, entre nuestro proletariado, trabajará sin descanso en esa dirección y, con toda su actividad cotidiana, creará la sección rusa de la Internacional marxista.
En Rusia no faltan tampoco socialchovinistas declarados ni grupos del "centro". Esa gente luchará contra la creación de una Internacional marxista. Sabemos que Plejánov está en la misma posición de principio que Südekum al que, desde ahora, ya tiende la mano. Sabemos que el llamado "Comité de Organización", dirigido por Axelrod, predica el kautskismo sobre el terreno ruso. Escudándose en la unidad de la clase obrera, esa gente preconiza la unidad con los oportunistas y, por conducto de ellos, con la burguesía. Pero todo lo que sabemos acerca del movimiento obrero actual en Rusia nos permite abrigar la plena seguridad de que el proletariado consciente de Rusia seguirá estando, como hasta ahora, con nuestro Partido.
CAPÍTULO IV
HISTORIA DE LA ESCISIÓN Y SITUACIÓN ACTUAL DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN RUSIA
La táctica del P.O.S.D.R con respecto a la guerra, que hemos expuesto anteriormente, es el fruto inevitable del desarrollo de la socialdemocracia en Rusia en el curso de treinta años. No se puede comprender bien esta táctica, como tampoco la situación actual de la socialdemocracia en nuestro país, sin reflexionar sobre la historia de nuestro Partido. Por ello, debemos recordar ahora al lector los hechos fundamentales de esa historia. La socialdemocracia surgió, como corriente ideológica, en 1883, cuando el grupo "Emancipación del Trabajo" expuso por primera vez en forma sistemática, en el extranjero, las ideas socialdemócratas aplicadas a Rusia. Hasta el comienzo de la década del 90, la socialdemocracia siguió siendo en Rusia una corriente ideológica, sin nexos con el movimiento obrero de masas. A principios de la década mencionada, el ascenso social, la efervescencia y el movimiento huelguístico de los obreros hicieron de la socialdemocracia una fuerza política activa, ligada indisolublemente a la lucha (tanto económica como política) de la clase obrera. Y de esa misma época arranca la escisión de la socialdemocracia en "economistas" e "iskristas".
Los "economicistas" y la vieja Iskra (1894-1903)
El "economismo" fue una corriente oportunista en el seno de la socialdemocracia rusa. Su esencia política se reducía al programa siguiente: "A los obreros, la lucha económica; a los liberales, la lucha política". Su principal apoyo teórico fue el llamado "marxismo legal" o "struvismo", que "admitía" un "marxismo" vaciado por completo de todo espíritu revolucionario y adaptado a las necesidades de la burguesía liberal. Arguyendo el estado atrasado de las masas obreras rusas, y deseosos de "ir con las masas", los "economicistas" limitaban las tareas y el alcance del movimiento obrero a la lucha económica y al apoyo político del liberalismo, sin plantearse tareas políticas independientes, ni tarea revolucionaria alguna.
La vieja Iskra (1900-1903) luchó victoriosamente contra el "economicismo" en nombre de los principios de la socialdemocracia revolucionaria. Toda la flor del proletariado consciente estaba al lado de Iskra. Años antes de la revolución, la socialdemocracia presentó el programa más consecuente e intransigente. Y la lucha de clases y la acción de las masas en el curso de la revolución de 1905 confirmaron ese programa. Los "economicistas" se adaptaban al atraso de las masas. Iskra educaba a la vanguardia obrera capaz de llevar a las masas hacia adelante. Los argumentos actuales de los socialchovinistas (sobre la necesidad de contar con las masas, sobre el carácter progresista del imperialismo, sobre las "ilusiones" de los revolucionarios, etc.) fueron ya utilizados todos por los economicistas. La Rusia socialdemócrata conoció hace veinte años una revisión oportunista del marxismo en el espíritu del "struvismo".
El menchevismo y el bolchevismo (1903-1908)
La época de la revolución democrático-burguesa provocó en la socialdemocracia una nueva lucha de tendencias que fue una prolongación directa de la anterior. El "economicismo" se trasformó en "menchevismo", y la defensa de la táctica revolucionaria de la vieja Iskra dio origen al "bolchevismo".
En los turbulentos años de 1905 a 1907, el menchevismo era una corriente oportunista, apoyada por los burgueses liberales, que llevaba las tendencias de la burguesía liberal al movimiento obrero. Adaptar la lucha de la clase obrera al liberalismo: ésta y no otra era la esencia del menchevismo. Por el contrario, el bolchevismo planteaba como tarea de los obreros socialdemócratas incorporar los campesinos democráticos a la lucha revolucionaria, pese a las vacilaciones y traiciones del liberalismo. Y las masas obreras, como lo reconocieron más de una vez los propios mencheviques, siguieron a los bolcheviques, durante la revolución, en todas las acciones importantes.
La revolución de 1905 comprobó, robusteció, profundizó y templó la táctica socialdemócrata intransigentemente revolucionaria en Rusia. La intervención abierta de las clases y de los partidos puso de manifiesto, reiteradas veces, los nexos que unían el oportunismo socialdemócrata (el "menchevismo") con el liberalismo.
El marxismo y el liquidacionismo (1908-1914)
La época contrarrevolucionaria puso otra vez a la orden del día, y en forma absolutamente nueva, el problema de la táctica oportunista y la táctica revolucionaria de la socialdemocracia. Del cauce principal del menchevismo salió, pese a las protestas de sus mejores representantes, la corriente liquidacionista, es decir, la renuncia a la lucha por una nueva revolución en Rusia, el abandono de la organización y de la actividad ilegales, las burlas despectivas a propósito de la "clandestinidad", de la consigna de la república, etc. El grupo de publicistas legales de la revista Nasha Zariá (señores Potrésov, Cherevanin, etc.) constituyó un núcleo independiente del viejo partido socialdemócrata, núcleo al que la burguesía liberal rusa, deseosa de apartar a los obreros de la lucha revolucionaria, sostenía, ensalzaba y mimaba de mil maneras.
Este grupo de oportunistas fue expulsado del Partido por la Conferencia del P.O.S.D.R. de enero de 1912, que reconstruyó el partido pese a la feroz resistencia de toda una serie de grupos y grupitos del extranjero. Durante más de dos años (desde comienzos de 1912 hasta mediados de 1914) se desarrolló una lucha tenaz entre los dos partidos socialdemócratas: el Comité Central, elegido en enero de 1912, y el "Comité de Organización", que no reconocía la Conferencia de Enero y quería reconstruir el Partido de otro modo, manteniendo la unidad con el grupo de Nasha Zariá. Una porfiada lucha se entabló entre los dos diarios obreros (Pravda y Luch10, y sus sucesores) y las dos fracciones socialdemócratas en la IV Duma del Estado (la "fracción obrera socialdemócrata de Rusia" de los pravdistas o marxistas, y la "fracción socialdemócrata" de los liquidadores, con Chjeídze a la cabeza).
Defendiendo la fidelidad a los legados revolucionarios del Partido, apoyando el auge del movimiento obrero que se iniciaba en esa época (sobre todo después de la primavera de 1912), combinando la organización legal y la ilegal, la prensa y la agitación, los "pravdistas" unieron en torno suyo a la inmensa mayoría de la clase obrera consciente, mientras que los liquidadores, que actuaban como fuerza política sólo por medio del grupo de Nasha Zariá, se apoyaban en el pródigo respaldo de los elementos liberales burgueses.
Las aportaciones de fondos hechas abiertamente por los grupos obreros a los periódicos de ambos partidos, que eran en aquella época la forma de cotización de los socialdemócratas al Partido, tomando en cuenta las condiciones del país (la única forma legal posible, y que todos podían controlar libremente), confirmaron con claridad que la fuente de la fuerza y de la influencia de los "pravdistas" (marxistas) era proletaria, mientras que la de los liquidadores (y de su "Comité de Organización") era liberal burguesa. Veamos a continuación unos breves datos sobre estas aportaciones, de las que informa en detalle el libro Marxismo y liquidacionismo11, y, en forma abreviada, el periódico socialdemócrata alemán Leipziger Volkszeitung12 del 21 de julio de 1914.
Número y cantidades de las aportaciones a los diarios socialdemócratas de Petersburgo – marxistas (pravdistas) y liquidadores – del 1 de enero al 13 de mayo de 1914:
Así, pues, nuestro Partido agrupó en 1914 a las cuatro quintas partes de los obreros conscientes de Rusia en torno a la táctica socialdemócrata revolucionaria. Durante todo el año 1913, el número de aportaciones hechas por los grupos obreros fue de 2.181 para los pravdistas y de 661 para los liquidadores. Desde el primero de enero de 1913 al 13 de mayo de 1914 se obtuvieron los totales siguientes: 5.054 aportaciones de grupos obreros para los "pravdistas" (es decir, para nuestro Partido) y 1.332, o sea, el 20,8% para los liquidadores.
Marxismo y socialchovinismo (1914-1915)
La gran guerra europea de 1914-1915 ha permitido a todos los socialdemócratas europeos, entre ellos los rusos, comprobar su táctica en función de una crisis de proporciones mundiales. El carácter reaccionario, expoliador y esclavista de la guerra es infinitamente más evidente del lado del zarismo que del lado de los demás gobiernos. ¡Y sin embargo, el grupo fundamental de los liquidadores (el único que, fuera de nosotros y gracias a sus relaciones con los liberales, ejerce una influencia importante en Rusia) ha virado hacia el socialchovinismo! Como poseía desde hace bastante tiempo el monopolio de la legalidad, este grupo de Nasha Zariá predicó a las masas la "no resistencia a la guerra", hizo votos por la victoria de la Triple (hoy Cuádruple) Entente y acusó al imperialismo germano de cometer "pecados supernumerarios", etc. Plejánov, que desde 1903 había dado múltiples pruebas de su extrema incoherencia política y de su paso a las posiciones oportunistas, adoptó en forma aún más tajante esa misma actitud, lo que le valió ser ensalzado por toda la prensa burguesa de Rusia. Plejánov descendió hasta el punto de declarar que la guerra que libraba el zarismo era una guerra justa, ¡¡y en los periódicos gubernamentales de Italia llegó a publicar una entrevista en la que invitaba a este país a entrar en la guerra!!
La justeza de nuestra apreciación sobre la corriente liquidacionista y sobre la expulsión del principal grupo de liquidadores de las filas de nuestro Partido, se ha visto, de este modo, plenamente confirmada. El programa real de los liquidadores y el verdadero significado de su orientación no consisten hoy simplemente en el oportunismo en general, sino en la defensa de los privilegios y de las ventajas que la gran potencia concede a los terratenientes y a la burguesía gran rusos. Es la orientación de la política obrera nacionalliberal. Se trata de la alianza de una parte de los pequeños burgueses radicales y de una ínfima fracción de obreros privilegiados con "su" burguesía nacional y contra la masa del proletariado.
La situación actual en la socialdemocracia rusa
Como ya hemos dicho, ni los liquidadores, ni toda una serie de grupos del extranjero (Plejánov, Alexinski, Trotski, etc.), ni los llamados socialdemócratas "nacionales" (es decir, no gran rusos) reconocieron nuestra Conferencia de Enero de 1912. Entre las innumerables injurias que nos prodigaron, la que repetían con más frecuencia era la que nos acusaba de "usurpación" y de "escisionismo". Nuestra respuesta a ella era citar cifras exactas y susceptibles de ser comprobadas objetivamente, que demostraban que nuestro Partido agrupaba a las cuatro quintas partes de los obreros conscientes de Rusia. Y esto no era poco, tomando en cuenta las dificultades del trabajo ilegal en una época de contrarrevolución.
Si la "unidad" era posible en Rusia sobre la base de la táctica socialdemócrata, sin excluir al grupo de Nasha Zariá, ¿por qué no la realizaban nuestros numerosos adversarios, al menos entre ellos? Desde enero de 1912 han pasado tres años y medio, y durante este período nuestros adversarios no pudieron crear, pese a todos sus deseos, un partido socialdemócrata dirigido contra nosotros. Este hecho es la mejor defensa de nuestro Partido.
Toda la historia de los grupos socialdemócratas que luchan contra nuestro Partido es una historia de desmoronamiento y disgregación. En marzo de 1912, todos sin excepción se "unificaron" para colmarnos de injurias. Pero ya en agosto de ese mismo año, en que se constituyó contra nosotros el llamado "bloque de agosto", comenzó la disgregación entre ellos. Una parte de los grupos se separó, pero no pudieron crear un partido ni un Comité Central. Formaron únicamente un Comité de Organización "para restablecer la unidad". Pero en realidad este C.O. resultó un frágil biombo del grupo liquidacionista en Rusia. Durante todo el período de inmenso auge del movimiento obrero en Rusia y de las huelgas de masas de 1912-1914, el único grupo de todo el bloque de agosto que trabajó entre las masas fue el grupo de Nasha Zariá, cuya fuerza estribaba en sus relaciones con los liberales. Y a principios de 1914, del "bloque de agosto" se retiraron formalmente los socialdemócratas letones (los socialdemócratas polacos no formaban parte de él), mientras que Trotski, uno de los jefes del bloque, lo abandonó, aunque no formalmente, y creó una vez más su grupo aparte.
En julio de 1914, en la Conferencia de Bruselas, en la que participaron el Comité Ejecutivo del Buró Socialista Internacional, Kautsky y Vandervelde, se creó contra nosotros el llamado "bloque de Bruselas", en el que no entraron los letones y del que se separaron de inmediato los socialdemócratas polacos, la oposición. Después de estallar la guerra, este bloque se desintegró. Nasha Zariá, Plejánov, Alexinski y el jefe de los socialdemócratas del Cáucaso, An13, se han convertido en socialchovinistas declarados, que hacen votos por que Alemania sea derrotada. El Comité de Organización y el Bund han asumido la defensa de los socialchovinistas y de los principios del socialchovinismo. La fracción de Chjeídze, aunque votó contra los créditos de guerra (en Rusia, incluso los demócratas burgueses, los trudoviques, han votado contra ellos), sigue siendo una fiel aliada de Nasha Zariá. Nuestros furiosos socialchovinistas, Plejánov, Alexinski y Cía., están totalmente satisfechos con la fracción de Chjeídze. En París se ha fundado el periódico Nashe Slovo (antes Golos), con el concurso, sobre todo, de Mártov y Trotski, que desean conjugar la defensa platónica del internacionalismo con la reivindicación absoluta de la unidad con Nasha Zariá, el Comité de Organización o la fracción de Chjeídze. Después de 250 números, este periódico se ha visto obligado a reconocer su propia desintegración: una parte de su Redacción se inclina hacia nuestro Partido; Mártov permanece fiel al Comité de Organización, que censura públicamente a Nashe Slovo por su "anarquismo" (de la misma manera que los oportunistas en Alemania, David y Cía., Internationale Korrespondenz14, Legien y Cía., acusan de anarquismo al camarada Liebknecht) Trotski anuncia su ruptura con el Comité de Organización, pero desea marchar junto con la fracción de Chjeídze.
Veamos ahora el programa y la táctica de la fracción de Chjeídze, expuestos por uno de sus jefes. En el número 5 de 1915 de Sovremienni Mir15, revista que sigue la orientación de Plejánov y de Alexinski, escribe Chjenkeli: "Decir que la socialdemocracia alemana se hallaba en condiciones de impedir que su país entrara en la guerra y que no lo ha hecho, significaría desear ocultamente que no sólo ella, sino también su patria, lancen su último suspiro en las barricadas, o mirar los objetos que nos rodean a través del telescopio anarquista."***
En estas breves líneas se expresa toda la esencia del socialchovinismo: la justificación por principio de la idea de la "defensa de la patria" en la guerra actual y las burlas – con permiso de los censores militares – a costa de la propaganda en favor de la revolución y de su preparación. El problema no consiste en absoluto en saber si la socialdemocracia alemana se hallaba en condiciones de impedir que su país entrara en la guerra, ni tampoco en saber si los revolucionarios pueden garantizar, en general, el triunfo de la revolución. El problema es saber si debemos proceder como socialistas o "agonizar" efectivamente en los brazos de la burguesía imperialista.
La socialdemocracia de Rusia surgió antes de la revolución democrático-burguesa (1905) en nuestro país y se fortaleció en la época de la revolución y de la contrarrevolución. El atraso de Rusia explica la extraordinaria abundancia de corrientes y matices del oportunismo pequeñoburgués entre nosotros, en tanto que la influencia del marxismo en Europa, así como la solidez de los partidos socialdemócratas legales antes de la guerra, hicieron de nuestros ejemplares liberales casi admiradores de la teoría y de la socialdemocracia "razonables" "europeas" (no revolucionarias), "marxistas" "legales". La clase obrera en Rusia no podía constituir su partido más que en una lucha resuelta, durante treinta años, contra todas las variedades del oportunismo. La experiencia de la guerra mundial, que ha traído la vergonzosa bancarrota del oportunismo europeo y reforzado la alianza de nuestros nacional-liberales con el liquidacionismo socialchovinista, nos reafirma aún más en el convencimiento de que nuestro Partido debe continuar en el futuro la misma vía consecuentemente revolucionaria.
* Véase "La guerra y la socialdemocracia de Rusia", Obras Completas de V. I. Lenin, t. XXI. (N. de la Red.)
** Véase "La Conferencia de las secciones del P.O.S.D.R. en el extranjero", Obras Completas de V. I. Lenin, t. XXI. (N. de la Red.)
*** S. M., núm. 5, 1915. Trotski ha declarado recientemente que considera su deber realzar la autoridad de la fracción de Chjeídze en la Internacional. Es indudable que Chjenkeli, por su parte, se dedicará con la misma energía a realzar, en la Internacional la autoridad de Trotski. . .
- El folleto El socialismo y la guerra fue publicado, en alemán, en septiembre de 1915, y distribuido a los delegados a la Conferencia de Zimmerwald de los socialistas; se editó en francés en 1916.
- Véase Clausewitz, Sobre la guerra, t. I, art. I, cap. I, sec. XXIV.
- El "brentanismo" es una "doctrina liberal burguesa que admite una lucha de 'clase' no revolucionaria del proletariado" (véase V. I. Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972), que debe su nombre a L. Brentano, economista burgués alemán, partidario del llamado "socialismo de Estado", quien pretendía demostrar que se podía realizar la igualdad social dentro del capitalismo mediante reformas y conciliaciones de intereses de los capitalistas y obreros. Con un vocabulario marxista como rótulo, L. Brentano y sus seguidores trataron de subordinar el movimiento obrero a los intereses de la burguesía. [pág. 24]
- Véase F. Engels, El socialismo en Alemania (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII).
- Nóvosti, diario del partido socialrevolucionario, publicado en París de agosto de 1914 a mayo de 1915.
- Proletarski Golos (Voz Proletaria), órgano ilegal del Comité de Petersburgo del P.O.S.D.R.; se publicó de febrero de 1915 a diciembre de 1916, en total cuatro números. En su primer número se insertó el Manifiesto del Comité Central del P.O.S.D.R. "La guerra y la socialdemocracia de Rusia".
- La Conferencia Socialista Internacional de la Juventud sobre la actitud ante la guerra se celebró del 4 al 6 de abril de 1915 en Berna (Suiza). Asistieron representantes de las organizaciones juveniles de o países: Rusia, Noruega, Holanda, Suiza, Bulgaria, Alemania, Polonia, Italia, Dinamarca y Suecia. La Conferencia decidió celebrar cada año el Día Internacional de la Juventud, eligió un Buró Internacional de la Juventud Socialista, y organizó, de acuerdo con la resolución de la Conferencia, la revista Jugend-Internationale (La Internacional de la Juventud), en cuyo trabajo tomaron parte Lenin y K. Liebknecht.
- El Partido Laborista Independiente (I.L.P. – Independent Labour Party) fue fundado en 1893. Lo encabezaban James Keir Hardie, R. MacDonald y otros. El Partido Laborista Independiente era de hecho "independiente del socialismo, pero dependiente del liberalismo" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XVIII). Durante la Primera Guerra Mundial, el Partido Laborista Independiente publicó al comienzo un manifiesto contra la guerra (el 13 de agosto de 1914). Después, en febrero de 1915, en la Conferencia de los Socialistas de los países de la Entente, celebrada en Londres, los independentistas se adhirieron a la resolución socialchovinista aprobada en la Conferencia. A partir de entonces, los lideres del Partido Laborista Independiente, encubriéndose con frases pacifistas, mantuvieron una posición socialchovinista. En 1919, después de la fundación de la Internacional Comunista, los lideres del Partido Laborista Independiente, bajo la presión de los miembros de la izquierda del Partido, aprobaron una resolución para retirarse de la II Internacional. En 1921, los independentistas se adhirieron a la llamada segunda y media internacional, y en 1923 se reintegraron a la II Internacional.
- Los tribunistas eran miembros de la fracción izquierdista del Partido Obrero Socialdemócrata Holandés, unidos en torno del periódico Tribuna. En 1909 fueron expulsados del P.O.S.D.H. y formaron un partido independiente (el Partido Socialdemócrata Holandés). Los tribunistas fueron el ala izquierda del movimiento obrero holandés, pero no un partido revolucionario consecuente. En 1918 tomaron parte en el trabajo de fundación del Partido Comunista de Holanda. Tribuna, periódico del ala izquierda del P.O.S.D.H., fundado en 1907 en Amsterdam. Desde 1909 fue órgano del P.O.S.D.H. y desde 1918, órgano del Partido Comunista de Holanda.
- Luch (El Rayo), diario legal de los liquidadores mencheviques; se publicó en Petersburgo de septiembre de 1912 a julio de 1913 y su Sostenimiento "dependía del dinero de amigos ricos burgueses" (Lenin).
- "Marxismo y liquidacionismo. Recopilación de artículos sobre los problemas fundamentales del movimiento obrero contemporáneo. Parte II" publicada en julio de 1914 por la Editorial del Partido Pribói. Esta recopilación comprendía artículos de Lenin contra el liquidacionismo de los cuales "La clase obrera y la prensa obrera" y "Respuesta de los obreros a la formación de la fracción obrera socialdemócrata rusa en la Duma del Estado" contaban con datos detallados acerca de las aportaciones. (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XX)
- Leipziger Volkszeitung. (La Gaceta Popular de Leipzig), órgano de la izquierda socialdemócrata alemana, publicado diariamente desde 1894 hasta 1933, en cuya redacción participaron durante muchos años F. Mehring y R. Luxemburg. De 1917 a 1922, el periódico fue órgano de los "independientes" alemanes, y a partir de 1922, órgano de la derecha socialdemócrata.
- An: N. N. Zhordania, jefe de los mencheviques del Cáucaso.
- Internationale Korrespondenz, semanario socialchovinista alemán dedicado a los problemas de la política internacional y del movimiento obrero, publicado en Berlín desde 1914 hasta 1917.
- Sovremienni Mir (Mundo Contemporáneo), revista mensual literaria, científica y política; se publicó en Petersburgo desde 1906 hasta 1918. Tomaban parte directa en la revista los mencheviques, incluido Plejánov. En el periodo del bloque con el grupo de mencheviques defensores del Partido, encabezado por Plejánov, y a principios de 1914, colaboraron en la revista los bolcheviques. En marzo de 1914 se publicó en Sovremienni Mir el artículo de Lenin "Una nueva destrucción del socialismo". Durante la Primera Guerra Mundial la revista pasó a ser una publicación de los socialchovinistas.
“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”
www.pcielcomunista.org