SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO
XXXIII
PROLETARIADO Y REFORMA AGRARIA
(Battaglia Comunista, nº 45 del 30 noviembre-6 diciembre 1949)
Traducido por Partido Comunista Internacional
“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”
AYER
Reformas de estructura: difícil condensar mejor en tres palabras la renegación de la teoría socialista. Esta manía de los lemas y de las frases sintéticas es, en efecto, indudablemente antigua; usó y abusó de ellas Mussolini y enraizó esta moda entre nosotros, pero los imitadores están bien lejos de poseer su innegable ingenio excéntrico y su instintiva elocuencia, y queriendo imitar sus rugidos, que por lo menos eran divertidos de escuchar, les salen flatulencias.
Las reglas, las leyes, las normas jurídicas que encuadran la vida social se denominan en el comunismo y socialismo crítico “formas” de producción. Las relaciones de propiedad sobre los bienes inmuebles y muebles tutelados por las leyes del Estado no son otra cosa que formas de la producción, límites en los cuales se desarrolla y se disciplina la actividad económica. El derecho escrito y codificado de una época, no menos que la tácita aceptación de ciertas normas comunes por efecto del hábito, de costumbre, de “sentido moral”, son parte de tales formas, y se indagan y estudian no como proyecciones del espíritu divino o humano, sino como estructuras que reposan encima de las relaciones económicas. Surgió el moderno método socialista cuando se reconoció en todos aquellos andamiajes la mutable, históricamente, superestructura del real tejido económico-productivo de la sociedad.
En la subyacente estructura de la producción se despiertan, con la aparición de nuevos recursos técnicos, fuerzas productivas – una tras la otra: la fuerza muscular del animal domado, del enemigo esclavizado, los medios de transporte y de aproximación a lejanos productos, el capital monetario comercial industrial, la máquina, el motor mecánico, el trabajo artesano y campesino, el trabajo en masa asalariado y así sucesivamente – que finalmente entran en choque con las formas y su tradicional estructura. Caen entonces las pretendidas justificaciones eternas de éstas, religiosas filosóficas o seudocientíficas, aparece la época revolucionaria, el choque entre nuevas fuerzas y viejas formas explota y salta por los aires la mentirosa interesada superestructura.
Doctrinilla socialista, así es, pero vieja y consolidada.
Utilizar pues la vieja “superestructura” legal para cambiar la estructura económica y la relación de propiedad que se ha hecho intolerable, significa pretender que se liberen las fuerzas productivas en el cuadro de las viejas formas sin romperlas, sin superar sus límites, es pues la diametral negación del socialismo.
O se quiere descender a la estructura, y se es revolucionario, se plantea el problema de romper con la fuerza las superestructuras que la encadenan – o se es reformista y se obra en el cuadro de las superestructuras tradicionales (moral, derecho, legalidad, acción en el orden administrativo y estatal constituido y de los partidos en el poder) y entonces a la estructura subyacente y real no se llega y los términos impuestos a las fuerzas de producción permanecen sin cambiar.
O se actúa “en el sistema” (decía el Duce correctamente frente a los problemas del mundo capitalista moderno: ¿crisis “en el régimen” o “del régimen”?) y entonces se conserva la estructura, y se hacen reformas que le prolongan la vida con ajustes de adorno, o se actúa “contra el sistema” y con las fuerzas que quieren romper la antigua estructura chocando contra los frenos y los cepos que la constriñen y la estrangulan; y entonces se hace lucha revolucionaria, sobre todo contra el Estado político presente y su ordenamiento.
Consigna pues más bestia que la de la reforma de estructura, que une a socialcristianos y nacionalcomunistas, no puede acuñarse.
Ha recordado don Luigi Sturzo, extraña figura de ninfa Egeria[1] fuera de la máquina del poder y de la administración controlada por los suyos (y ciertamente en los círculos del partido y de la iglesia se preguntan cómo es que uno que se ha, con su pasado y con su virginidad de contactos mundanos en cualquier campo, garantizado un puesto de coche-cama para el paraíso, en todos los sentidos, con pasaporte rico de visados de todas las jerarquías materiales y espirituales, no se da mayor premura de ir a ocuparlo entre inciensos de clérigos y ángeles) al exponer algunas verdades a propósito de la demagógica (lo dice él) reforma agraria, que el lema de las tierras a los campesinos se lanzó en 1916 por Salandra “a las tropas en guerra”.
La referencia es decisiva al máximo, como exactísimas son las menciones del viejo cura sobre la inconsistencia y segura irrealizabilidad de la promesa hoy renovada, sobre la base de las reales premisas técnico-económicas del programa y de los datos de la situación agraria italiana.
Naturalmente sus deducciones son bien distintas de las nuestras. Decidido fautor de la pequeña propiedad y pequeña explotación agrícola privada, punto cardinal de 45 años del movimiento por el partido popular y la democracia cristiana, él acusa a Salandra de demagogia peligrosa porque habría provocado las ocupaciones de tierras del 1919 y ’20 y la alianza de los agrarios con los fascistas. Pero Salandra no había prometido fábricas, y no obstante se ocuparon también y también los industriales se aliaron con los fascistas. También estos usaron la demagogia antilatifundista, y con el fin directo de incitar una nueva masacre bélica.
Es pues sólo en la honesta exposición de la realidad económica que al solitario de Caltagirone se le puede seguir. Como a propósito del chupopterismo de los capitalistas y de los complejos industriales a cargo del Estado, él denuncia la falsedad de la legislación para los saneamientos y la desproporción entre la prometida panacea de una redistribución de las posesiones jurídicas y las premisas de medios técnicos y económicos movilizados para hacer realizables las divisiones en lotes de las grandes posesiones. Dice haber pedido de hace años para el saneamiento agrario italiano 700 millardos, o sea 700 mil liras por hectárea para un millón de hectáreas. Quizás son demasiadas en relación con los 2 millones ochocientos mil de superficie agraria, sin embargo, es correcto decir que la cifra unitaria es baja, que el problema, en los límites de la actual economía privada, no es un problema de reforma jurídica, sino de inversión de capital.
Es inútil, dice en buena sustancia don Sturzo, contar milongas para fines políticos y electorales, mientras no se encuentren los 700 millardos y no se inviertan en saneamientos hidráulicos y de montaña, carreteras, casas, irrigaciones, etc. Ahora bien la verdad es que el balance del Estado no puede dar más que migajas y las promesas ERP se reducen también ellas a diatribas sin efecto.
Es no menos correcto que la cifra es baja. Una mirada a los datos económicos, hecho al vuelo en esta sede, de la agricultura italiana, lo comprueba. En agricultura juegan estas fuerzas de producción: tierra virgen, en la que no ha habido inversión de trabajo (para los burgueses de capital) que da la renta mínima “ricardiana”. Capital invertido en edificaciones rurales e instalaciones diversas. Población rural trabajadora. En orden de potencia vemos a continuación los tres tipos: el pastoreo; el llamado cultivo autosítico, en el que el hombre trabaja una parte de la tierra y deja otra en barbecho por rotación; el cultivo continuo, en el que con la ayuda de medios más eficaces se cultiva permanentemente la tierra, que en los mejores casos pasa a ser de regadío y de altos ingresos.
Lancemos cifras de modo general en lirillas de hoy. Tipo natural. Valor total de la tierra 100 mil por hectárea, inversión en edificios nada o menos de la décima parte, población agrícola en cien hectáreas 15, con las familias 45. Tipo autosítico o extensivo. Valor 250 mil por hectárea. Inversiones fijas 70 mil, agricultores de todos los sexos y edades en cien hectáreas 35. Tipo intensivo modesto. Valor por hectárea 800 mil. Inversiones fijas: edificios 450 mil, con otras instalaciones diversas unos 650 mil. Un agricultor por hectárea, cien por cien hectáreas.
El ideal de don Sturzo de la pequeña explotación en propiedad absoluta de una familia una hectárea por persona, requiere pues sus 400 mil liras a gastar por cada hectárea del actual latifundio o pasto no roturado o malárico. Sin embargo, como para la primera instalación se necesitan grandes saneamientos en el monte y en el llano, roturación mecánica inicial, años de espera para obtener ingresos, y así sucesivamente, hoy debe pedir al menos un millón por hectárea y, por tanto, un billón. Puede dejar de molestarse.
Donde nosotros no le seguimos es en considerar como optimum económico la pequeña explotación familiar, en especial en el Mezzogiorno. También él sigue aquí un optimum político, aunque no de tres al cuarto y para las eleccioncillas de mañana, sino dictado por los fines de conservación social, de continuidad de las superestructuras jurídicas.
Los grandes pastos del Mezzogiorno y las llamadas tierras sin cultivar antes de pasar al tercer tipo de agricultura de detalle, tienen por necesidad de las cosas que pasar al segundo tipo, que es por naturaleza extensivo, y que para la rotación con los reposos no permite la pequeña explotación: reposa la tierra un año o dos, pero no puede reposar el estómago de quien la trabaja. Tanto más porque no puede hablarse, por razones geofísicas insuperables, de irrigación en todas partes; es necesario pensar en el tipo de vasta árido-explotación extensiva, la única posible. Contentémonos con medio millón de hectáreas y con unas 150 mil liras de inversión, 75 millardos apenas: si alguien las regala o “invierte” en el abandonado Sur, nos ponemos manos a la obra. Redoblaremos por lo menos el número de agricultores que trabaja y come.
Pero si no hay estos 75 millardos de capital, entonces la correcta conclusión técnica y económica es que es mejor no hacer nada. Dado que, en el caso general, el ejercicio del pastoreo o a grandísima escala alternando con algunos cultivos de baja producción es el único activo y posible. Hasta aquí los datos técnicos.
Para pasar al tercer tipo de pequeña posesión es necesaria la utopista inversión de Sturzo. No existe, pero incluso si existiera, seguiría siendo preferible un tipo de gran explotación con carácter de agricultura industrial con trabajo asociado y especializado y no paralelo para todas las familias agrícolas.
La pequeña posesión desgraciadamente existe y fractura el Mezzogiorno, en directa simbiosis con el latifundio. Su balance económico no cuadra nunca, el hambre, la miseria y el embrutecimiento son sus insignias.
HOY
No era ciertamente pobre de episodios de payasismo la historia política italiana, para que De Gasperi tuviese que escenificar su reciente viaje a Sila. Se había visto Zanardelli descubrir Lucania viajando en un carro tirado por bueyes, pero debe admitirse que entonces en los hombres de Estado había un cierto grado de perspicacia, de equilibrio y de preparación, que ha dejado el puesto, en la actual fase del régimen burgués, al más negligente diletantismo, a los más vulgares y mezquinos métodos de chapucero.
El Jefe supremo del gobierno visita el altiplano silano y en una noche ve, entiende y evalúa una serie de planos técnicos, para los cuales quien sabe leer y sabe alguna cosa sobre los métodos adoptados últimamente e incluso más después del fascismo por parte de nuestra burocracia técnica, necesita un largo estudio para descubrir la picaresca de los carretones de negocio, a través de los cuales la empresa capitalista maneja las palancas de los servicios públicos. “¡Todo bien!” ha dicho, “¡planes grandiosos y audaces ya preparados!” Y en quince días se da por hecha la reforma de urgencia para Calabria. Ministros, diputados, periodistas y lectores pasan por encima del hecho que se cocina una sola sopa de dos ingredientes diversísimos. Sila es un macizo montañoso de aire muy saludable y bosques magníficos que han resistido el saqueo de los libertadores. De las 27 mil hectáreas de bosques, 7 mil son no baronales sino estatales. Hay un Consorcio dedicado a los problemas de la economía forestal progresiva y que se ocupa de sistematizaciones y de cuencas montañosas en cuanto sigue siendo posible vender a los extranjeros madera para construcción y energía eléctrica encareciéndosela y racionándosela a los consumidores indígenas. El capital empresarial afluye y hay incluso lujosos alojamientos de estancia. Pero entre el altiplano, que en el lado del litoral tirreno se precipita bruscamente, y la costa jónica (hace dos mil años el país más avanzado del mundo habitado) se tiene el reverso de la medalla y el problema que no tiene nada que ver con el silano: depresión del terreno, paludismo, alternancia de inundaciones y sequías, hambre, miseria y los disparos de fusil contra los campesinos sublevados.
¡Llega el De Gasperi y se da cuenta que los valles tienen un aspecto distinto de las suyas en el Trentino! ¡El primer ciudadano de Italia sabe mucho de la geografía física y de la historia económica del país para hacer tales descubrimientos! El Trentino, por no hablar de su posición geográfica que podría ser ilustrada por los escolares de segundo grado, tiene una economía agraria al margen del sistema germánico y del latino, la pulverización de la posesión se supera beneficiosamente en el norte mediante el régimen de recomposición, en el sur mediante la existencia de muchos organismos de gestión colectiva y consorcial. En la desgraciada Calabria, en pocas palabras que costaba poco hacer buscar en la biblioteca a uno del millón de empleados estatales “El latifundismo y la fragmentación de la posesión se entrecruzan hasta tal punto que tal vez ni siquiera puedan distinguirse con estadísticas comarcales, y también existe una elevada proporción de pastos y bosques. Por el contrario, numerosos territorios presentan una propiedad y un cultivo tan fragmentados que quienes participan en ellos son poco más que meros don nadie, lo que, unido a la frecuente pobreza de las tierras, determinó, como en los Abruzos, la notable emigración de las últimas décadas...".
Según las actuales milongas de la ley, se construirán por vía directísima otras cinco mil pequeñas explotaciones en 45 mil hectáreas, que albergarán a veinte mil trabajadores y por lo tanto a 60 mil con sus familias. Incluso si las promesas se mantuvieran, los números no saldrían. Se necesita un millón para fijar un agricultor en una hectárea, así que 45 mil millones y 60 para veinte mil trabajadores. En esto no se incluye la indemnización por expropiación del capital a los antiguos propietarios.
El examen de cómo ve el problema la "oposición" de S.M. la República nos llevaría muy lejos en el balance de la relación entre trabajador, Estado y propietario. La sustancia es que la miseria del campesino calabrés y meridional no descansa en la extensión demasiado grande de tierra a nombre de una sola empresa, sino en los resultados de la colaboración histórica y social de las dos caras de la burguesía patria. Los terratenientes y los empresarios harán otros grandes negocios con estos miles de millones de Pantalón[2]. La ley se aprueba, y probablemente con los votos de los "extremos", y las bandas de chupópteros corren hacia el Sur, se convierten en "silanos". Se abre una gran comilona más bajo nuestro bello cielo. Los campesinos vuelven a las filas bajo las bocas de las ametralladoras, con el visto bueno del voto parlamentario. Hacia abajo para fundar Sociedades y Empresas para la redención de Calabria. ¡Hacia abajo para asegurar el más que redondo emolumento de liquidador de indemnizaciones! El grano se cosechará en diez años quizás, pero los mandatos del tesoro público correrán en seis meses. ¡Inmediatamente los sueldos de los jefes de las cooperativas y de las secciones de Obra Nacional de Combatientes!
Todos juntos claman a voz en grito, para cubrir esta inmunda "subestructura", la noble consigna de romper el latifundio. Todos prometen tierra.
Don Sturzo tocó una tremenda tecla. Quien promete “tierra” promete “guerra”.
El trabajador agrario italiano, si estuviera dirigido por un partido de clase, rechazaría los ficticios cuadraditos “estacados” en la llanura pestilente y maldita, rechazaría la trampa de la parcelación, y el uniforme de soldadito de infantería. Las tierras estacadas por invitación de los Salandra, los Mussolini o los De Gasperi, se aran con el fusil.
[1] N.d.T. Según la mitología romana, ninfa del séquito de Venus que se casó con Numa Pompilio (segundo rey de Roma) y ejercía como su consejera, dictaminando las leyes y la política.
[2] N.d.T. “Pantalone” en italiano, se refiere al Estado.