SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO
IV
(Battaglia Comunista, nº 5 del 2 de febrero al 9 de febrero de 1949)
Traducido por Partido Comunista Internacional
“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”
AYER
Toda la prensa de “información” y la de los partidos del orden ha manifestado en todos los tiempos el máximo interés por los congresos de los partidos proletarios, las tendencias, las escisiones, las fracciones, las unificaciones que se suceden en el campo del socialismo. Se diría que la clase dominante, bajo la ironía y algunas veces la ostentada complacencia por esta mutabilidad y aparente labilidad del movimiento obrero, siente que se trata de un proceso importante en el que se refleja la elaboración y la preparación de eventos sociales futuros, busca comprender, determinar, intervenir en el interés de la defensa del régimen.
En esta competición han acabado, en varios periodos, de hacer su verdadero y propio entreno muchos de los hombres políticos que después han estado al servicio directo y abierto del capitalismo. La política de éste desde cuando se liberó para siempre del temor de retornos y restauraciones feudales consiste esencialmente en seguir el desarrollo del potencial de clase de los trabajadores que oprime y la organización de sus medios de acción y de ataque.
Los choques de métodos a adoptar en la acción de clase han tenido vicisitudes históricas sea sobre el plano internacional como en los partidos de cada nación. En nuestro campo como en el enemigo se ha discutido siempre si las divisiones entre los agrupamientos en desacuerdo con la vía a seguir indicaban una pérdida de fuerza unitaria o constituían un paso adelante hacia una mejor eficiencia. Esto desde la clásica lucha entre Marx y Bakunin que dividió la primera Internacional entre anarquistas o libertarios y socialistas que fueron llamados autoritarios. Las corrientes de derecha de los decenios sucesivos y de la segunda Internacional tergiversaron deliberadamente el término confundiéndolo con el de legalitarios, es decir defensores de la realización del socialismo a través de una penetración en los órganos representativos y administrativos burgueses. Se trataba por el contrario de contraponer a la ingenua concepción anarquista que ve en la revolución social, en el fondo, una ulterior conquista personal del individuo, a quien la revolución burguesa habría ya dado la libertad jurídica, tratándose ahora de procurarse incluso con el uso de la fuerza la económica; el correcto planteamiento que ve el sujeto de la conquista en la clase y no en la persona, clase que es esclava bajo el régimen capitalista no menos que bajo los anteriores y que para abatirlo no tienen necesidad de conatos individuales sino de un organismo político y de combate y del mismo ejercicio del poder y por lo tanto de una autoridad revolucionaria constituida para machacar las resistencias de la conservación capitalista.
Un largo camino de contiendas teóricas y de desintegraciones y nuevos encuadramientos organizativos, en los varios países y en la Internacional, en efecto una larga y difícil escuela en la que la historia mantiene a la clase revolucionaria, hasta la ruptura de la segunda Internacional con la condena del método socialdemócrata que quería conducir a la autoridad proletaria con los mismos mecanismos con que se administra la burguesa – un largo camino que está bien lejos de haber sido recorrido del todo. Las lecciones de este sanguinario y trágico desarrollo son derrotas y victorias, la Comuna de París con los potentes análisis que Marx realizó sobre ella, la revolución rusa y las reivindicaciones del método dictatorial y terrorista proclamadas por Lenin y Trotski contra la polémica de los renegados, la posterior involución del poder obrero ruso y el repliegue increíble de la Tercera Internacional a nuevas alianzas y colaboraciones vergonzosas con las fuerzas del capitalismo.
HOY
Hace poco se ha celebrado el aniversario del congreso de Livorno en el que se fundaba en 1921 el Partido Comunista de Italia y la atención en los últimos días ha sido llevada sobre las vicisitudes del Partido Socialista de los trabajadores y sobre las tres tendencias que se habrían manifestado en el mismo.
En este campo, o en el fieramente adverso de los dos partidos aliados stalinizantes, es fácil ver que nada útil se elabora y nada fecundo puede salir para revigorizar a la clase obrera italiana, de contiendas del género o de nuevas reagrupaciones o separaciones.
Los congresos ya no muestran sentir ni siquiera confusamente los grandes problemas de orientación de una clase adversaria al orden instituido. No buscan resolver más que situaciones contingentes y no discuten más que en función de la estrecha actualidad. El cerco de los jerarcas que es aquél reducido en el que se agota toda la vida de estos organismos - si bien desde todos los lados embotan la cabeza de democracia de masas, de pueblo consciente y de opinión pública - no se deja comprometer a directivas que le limiten su maniobra y le prohíban cambiar el traje y el lenguaje según cambien los vientos: el comportamiento de todos ellos se ha retrotraído ya a la práctica característica de los agentes burgueses y podrían de veras agruparse todos en un sindicato profesional de servidores políticos del capital listos para cambiar siempre la canción que cantan, no el oficio.
Este estilo es defendido abiertamente por todos los tres o cuatro que han partido como más influyentes[1], listos todos estos hombrecillos para burlarse con compasión de quien quisiera, pobre tonto que se ha quedado rezagado treinta años, “hacer cuestiones de principio ante las masas”.
Tomemos todavía por un momento a este curioso PSLI[2]. Debía decidir si quedarse o no en el gobierno. La decisión interesa poco porque hechos más grandes que ellos podrían empujarlos a todos a un gobierno conjunto con curas y estalinistas o echarlos fuera a patadas. Pero es interesante ver que ninguna de las pretendidas “tendencias” tenía un camino que proponer.
La derecha naturalmente reivindica este método de lleno para realizar reformas útiles para los pretendidos obreros electores del partido.
Esta derecha probablemente en su socialdemocratismo condena la violencia y la dictadura proletaria. La izquierda por el contrario las admite a su manera mientras acerca de la participación ministerial quería que hoy Saragat dimitiera, pero no ha propuesto al partido el rechazo del posibilismo, de lo contrario habría debido salir del mismo.
Pero para concluir hacemos una pequeña hipótesis, que surja la posibilidad de un régimen totalitario de un partido burgués, de fascistas, de monárquicos, de curas o de otros, da igual. Muy probablemente harían eco unánime al grito fatídico (el que lo ha jodido todo): ¡ESTO SÍ QUE NO!
La derecha se convertiría en barricadera y Saragat probablemente estaría por el ilegalismo y la insurrección, como Turati ante la amenaza de una guerra triplicista[3] en 1914.
La izquierda dictatorial y maximalista, por maduro leninismo-trotskismo de última moda no sólo admitiría el gran frente antifascista, sino que volvería a encontrar rectilínea que la desembocadura de la acción fuese todavía una vez más un gobierno de gran coalición “nacional”, “popular”.
Derecha e izquierda, incluso sabiendo que los estalinistas pueden siempre en base a una orden tipo 1940 hacer bloque con un Hitler de mañana, les llamarían hermanos tanto en las milicias partisanas como en el gobierno.
Pero ni siquiera todo esto es seguro. Ha acaecido del revés del ’22 al ’45, pero precisamente estos politicastros de hoy se distinguen todos por no estar obligados por principios, por programas o por votos congresuales a comportarse otra vez del mismo modo. Probablemente un gran maduro totalitarismo los pondrá a todos un día de acuerdo dando un buen puesto a los más “elásticos” de cada matiz.
Ellos están siempre a la espera de un imprevisto “fantasma”, quizás el de Mussolini, al que lanzar el clásico, demagógico, unifrentístico ESTO SÍ QUE NO.
Los socialistas y revolucionarios consecuentes creían por el contrario que quién entraba en las filas del proletariado lanzaba este grito una sola vez y para siempre contra el régimen del Capital.
Más apestoso que esto, para nosotros no hay nada. Para nosotros, de la “class di asen[4]”.
[1] En el italiano “clan di testa”.
[2] Partito Socialista dei Lavoratori Italiani (Partido Socialista de los Trabajadores Italianos). Escisión del PSI, llevada a cabo en 1947 bajo el liderazgo de Giuseppe Saragat, a raíz de su oposición a la política de colaboración del PSI (en aquel momento llamado PSIUP) con el PCd’I, mientras su grupo defendía la colaboración del PSI con la Democracia Cristiana.
[3] Triple alianza realizada en 1882 entre el Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro e Italia. Se refiere a la posibilidad de entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial al lado de Alemania y Austria-Hungría. NDT.
[4] Obra teatral cómica de final del S.XIX. Clase de asnos en dialecto milanés. NDT.