En el nº1 de “El Comunista” (nueva edición), de mayo de 1983, con el que retomábamos la publicación de la revista del Partido en castellano, publicamos unas modestas pero suficientes notas con el título “La degeneración de programma comunista y nuestra batalla” que resumen las causas históricas de esa degeneración, las principales manifestaciones externas del proceso y la decisión de romper (en el caso de la sección española, enero de 1982) con la disciplina formal de una organización que ya no representaba el hilo histórico del Partido. Estas notas no fueron una elaboración “local” de la sección española, sino que habían sido publicadas por los compañeros de la sección de Schio en febrero de 1983 como parte del esfuerzo internacional de mantener la continuidad del Partido fuera de la organización formal degenerada.

Habíamos sido expulsados primero sustancialmente – como habían sido expulsados los planteamientos de la Izquierda en general por el denominado nuevo curso – y, por esto, decidimos romper la disciplina formal que para los marxistas no significa nada si no está vinculada a la continuidad de la línea y a la unidad de doctrina-programa-táctica.

No se hizo esperar demasiado la confirmación ulterior de que la dirección de esa organización formal no representaba ya el hilo histórico del Partido. Esa dirección contra cuya degeneración habíamos mantenido nuestra batalla, fue estallando sucesivamente en pedazos unos meses después: en octubre de 1982 (cuando rompieron sobre bases siempre más activistas El-Oumami, Proletarier y el centro parisino); en junio de 1983 cuando se da rienda suelta al “debate interno” abiertamente democrático y una parte de la redacción se hace a un lado; en enero de 1984 cuando esta última parte recuperó en los tribunales la revista y la otra parte empezó a publicar “Combat”; en 1985 cuando de “Combat” se desgaja “il Comunista” y se fusiona con “le Prolétaire”.

Es importante notar que nuestro nº1 de mayo de 1983 es anterior a la reyerta por el control de “il programma comunista” a partir de junio de 1983 entre las distintas variantes del nuevo curso que no se habían declarado abiertamente liquidacionistas del envoltorio formal del Partido y las describe a todas ellas.

 

 

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LA DEGENERACIÓN DE PROGRAMMA COMUNISTA Y NUESTRA BATALLA

[El Comunista nº1 - mayo 1983]

 

Con estas modestas notas trataremos de explicar a todos aquellos que nos conocían como sección del Partido Comunista Internacional porqué se ha llegado a la ruptura entre la organización Programma comunista y nosotros. Van dirigidas sobre todo a aquellos que han seguido nuestra actividad y nos han visto intervenir en las luchas de la zona con continuidad, sin facilonerías y efímeros entusiasmos; que quizás nos han criticado por lo que podía parecer un presunto sectarismo de nuestras posiciones políticas y sindicales (pero por el estado actual de “programma comunista” se ve donde se puede llegar incluso con la mínima concesión respecto a posiciones para nosotros irrenunciables), pero no ha podido acusarnos jamás de falta de coherencia en nuestro trabajo siempre ligado al hilo rojo que va desde Marx a Lenin y a las posiciones de la Izquierda Comunista Italiana.

Tal ruptura no ha sido improvisada, sino que es la inevitable conclusión de un afanado proceso, de al menos dos años, que no nos ha visto pasivos, encerrados en la torre de marfil de una presunta integridad política (habría sido una posición antimarxista), muy por el contrario nos ha visto conducir en primera fila una batalla tanto dentro como fuera de la organización para intentar torcer aunque fuera con nuestras limitadas fuerzas, las líneas de tendencia que se alejaban cada vez más del rumbo clasista que siempre había sido patrimonio de nuestra organización. Por otra parte, éramos conscientes, tanto de la imposibilidad de hacer girar en seco al conjunto del Partido, donde ya estas tendencias habían echado profundas raíces (salvo quizás el caso remoto de un cambio drástico de la situación externa con una reanudación generalizada de la lucha de clase), como de la necesidad no obstante esto de “remachar los clavos” y de echar las bases para que no se dispersasen las fuerzas que se oponían al “nuevo curso”.

La degeneración de “Programma Comunista” no ha acaecido de improviso (como por otra parte ningún partido comunista ha degenerado nunca de hoy a mañana; los créditos de guerra votados en 1914 por la socialdemocracia alemana no han sido solo la traición de un núcleo de dirigentes corrompidos, sino el producto de fuerzas materiales operantes desde hacía años, que habían conseguido vaciar, en una situación de relativa paz social, al partido de toda voluntad y posibilidad de lucha, integrándolo en el sistema parlamentario burgués, aunque sobre el papel quedasen altisonantes declaraciones de principio). La degeneración de “programma” no ha sido por tanto obra de una fantomática “banda de los cuatro” sino del proceso tremendo de una contrarrevolución que dura ya más de 50 años y ha permitido la infiltración en nuestra organización, que era la única que había conseguido, desde 1945 hasta hoy, conservar intacto el patrimonio programático y táctico del marxismo, de tendencias veleitarias y empíricas (aunque inicialmente solo tendencias y además enmascaradas bajo el ropaje de una formal disciplina hacia los principios).

De este proceso se han salvado pocas “islas”, donde ha habido mayormente la posibilidad de realizar un constante trabajo en el interior de la clase obrera, la existencia de una red de simpatizantes ligados al partido sobre precisas posiciones programáticas y sobre los intraspasables límites tácticos de éstas derivantes, y sobre todo la fusión entre la vieja guardia de la izquierda y las nuevas generaciones; no ha habido saltos en el hilo del tiempo: los jóvenes han aprendido de los viejos, no sólo el ABC del marxismo, sino un método y el sentido de la militancia, no ha existido en el momento en que llegaban al centro del partido las primeras indicaciones desentonantes, ni una diáspora de compañeros, apercibidos del cambio de rumbo, ni la resolución, entonces equivocada (porque a priori no se podía excluir la aún remota posibilidad de una inversión de tendencia), de salir de la organización. La cuestión por otra parte había sido esculpida en las tesis de Lyon de 1926.

“Siendo absurdo y estéril además de peligrosísimo, pretender que el P. y la Internacional estén misteriosamente asegurados contra toda recaída en el oportunismo, que pueden depender de mutaciones de la situación como del juego de los residuos de las traiciones socialdemócratas, en la resolución de nuestros problemas, se debe admitir que toda diferenciación de opinión no reducible a casos de conciencia o desfatismo personal puede desarrollarse en una útil función de preservación del Partido, y del proletariado en general de peligros graves, si estos se acentuasen, la diferenciación tomaría inevitablemente pero útilmente la forma fraccional, y esto podría conducir a escisiones no por el infantil motivo de una falta de energía represiva por parte de los dirigentes, sino solo en la dañada hipótesis del hundimiento del P., y de su sumisión a influencias contrarrevolucionarias… En la situación actual en el COMINTERN no se delinea la constitución de una oposición internacional de izquierda, la formación de una tal oposición será al mismo tiempo una necesidad revolucionaria y un reflejo espontáneo de la situación”.

En tales ocasiones se expresan por tanto, sin trabajo “subterráneo” que no pertenece a nuestra tradición, todas nuestras dudas respecto a las tendencias innovadoras circulantes ya sea en el centro como en la periferia del partido, denunciando el estado de crisis.

En efecto, el partido desde el inicio de los años 70 atraviesa un estado de crisis intermitente ¿Cuáles son las causas? La crisis del sistema capitalista, se agrava cada año más, crece la desocupación, aumentan los despidos, disminuyen los salarios, empeoran las condiciones de vida de los proletarios y brotan focos de guerra en cada parte del globo mientras la guerra comercial se agudiza cada vez más. A esta crisis económica no corresponde sin embargo una reanudación de la lucha de clase e incluso si esporádicamente estallan llamaradas de rabia obrera, el proletariado de las grandes metrópolis da poquísimos signos de reanudación.

El oportunismo, que ha desarmado tanto material como ideológicamente al proletariado en la 1ª postguerra, conserva todavía su influencia disgregadora y desmoralizadora sobre la clase obrera.

Dos son los elementos a tener en consideración: CURVA ECONÓMICA: crisis capitalista en ascenso y CURVA SOCIAL: (o de reanudación del movimiento de clase) aplastada o directamente en descenso.

Se tratara por tanto, y no será ciertamente fácil, de no dejarse llevar por el ansia del colmar el retraso (subjetivamente incolmable !!) entre estas dos curvas, ni mayor razón imputar a causas subjetivas este retraso, sino por el contrario ser todavía más férreos frente a esta situación desfavorable defendiendo las posiciones de siempre, afilando las armas de la crítica, remachando los límites inderogables de la rosa de las eventualidades tácticas ya trazadas en grandes líneas para este ciclo histórico; trabajo sin duda pesado en cuanto no se ven ni siquiera los prolegómenos de la gran oleada revolucionaria, pero necesario e inderogable para poder llegar con un partido aunque sea pequeño, pero revolucionario, a la cita histórica de la coincidencia de las dos curvas.

En el interior de “Programma comunista” se escucha cada vez más a menudo hablar de retraso de fase, de hábitos viejos e inveterados a olvidar, de nuevo ciclo histórico que ha cogido insuficientemente preparado al partido y en consecuencia de la necesidad de colmar el “retraso” (o sea, de colmar con la voluntad el retraso entre curva económica y curva social).

Dado que la clase obrera está “amorfa”, se individualizan sectores preferenciales de intervención como estudiantes, parados, inquilinos, mujeres, jóvenes, subproletarios (que efectivamente pueden ser los que más se resienten de la crisis, pero no poseen ninguna homogeneidad de clase precisamente porque no son clase) identificándoles como los estratos más sensibles del proletariado, desde donde la lucha puede extenderse envolviendo a la clase obrera (mientras que el proceso es todo lo contrario, es decir, las clases medias son trajinadas por la clase obrera en lucha). En la misma óptica se tiende a sobrevalorar las luchas del proletariado y del ala izquierda de la burguesía tercermundista, y se considera que el gran sobresalto contra el sistema capitalista pueda partir de la periferia. Al mismo tiempo y consecuentemente, se comienza a dilatar peligrosamente la rosa de eventualidades tácticas de intervención del partido en el proletariado, para colmar el presunto retraso. En 1951 las “Tesis características” del partido decían: “Para acelerar la reanudación de clase no existen recetas a punto. Para hacer escuchar a los proletarios la voz de la clase no existen maniobras ni expedientes, que como tales no harían aparecer al partido como es verdaderamente, sino como una desfiguración de su función, en deterioro y prejuicio de la efectiva reanudación del movimiento revolucionario, que se basa sobre la madurez real de los hechos y de la correspondiente adecuación del partido, habilitado en esto solamente para su inflexibilidad doctrinaria y política”.

Se proyecta de hecho en una situación de éxtasis la posibilidad del “frente único” y se despacha como tal el acuerdo entre grupos políticos con una influencia limitada sobre limitadísimos grupos obreros. Se da una posible patente de clase a sectores del movimiento pacifista (que representan una de las expresiones de la ideología burguesa y contrarrevolucionaria tendente al desarme del proletariado)

Se comienza rompiendo con el método del centralismo orgánico usando el arma de expulsión para eliminar las posiciones de crítica que cada vez más numerosas se levantan contra las tendencias desviacionistas. Se llega finalmente, a nivel internacional no solo a apoyar, sino también a buscar una ligazón con una organización de siempre denunciada como burguesa como la OLP.

Frente a esta “escalation”, donde al final el eclecticismo en materia táctica se ha traducido en el renegar de posiciones de principio, donde no era más posible, so pena de ponerse a la zaga, permanecer en tal organización, hemos rechazado la aceptación de la disciplina formal, porque otra disciplina no caporalesca nos ha guiado siempre. Hemos mantenido los lazos con los expulsados (y lo hemos reivindicado abiertamente), hemos estrechado lazos con otros compañeros (España, Italia en particular, pero no solo) que como nosotros se oponían a la “degringolade” del partido. En la actividad por la ruptura hemos reivindicado, una vez más, el método adoptado desde siempre por los comunistas para llegar a una escisión que fuese orgánica y no voluntarista, clara y no fruto de sugestiones del momento, en una batalla que ha sido siempre abierta y no clandestina.

Siempre nos ha guiado el reclamo a nuestra tradición, a nuestros principios, a nuestro método, la adhesión al trabajo que se reafirmó en el partido desde 1952.

Continuaremos sobre esta vía de la Izquierda con todos aquellos compañeros que trabajan por la reafirmación integral del programa comunista.

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