INTRODUCCIÓN A LA ESCISIÓN DE 1952
La constitución formal inicial del Partido Comunista Internacionalista en 1943 y el primer periodo hasta 1951 no estuvo exenta de toda una serie de insuficiencias y deficiencias, desde ambigüedades acerca del partisanismo antifascista, pasando por el planteamiento de debate interno democrático hasta la aceptación de la participación en las elecciones parlamentarias[1]. Sin perjuicio de lo anterior, en ese periodo se empezarán a publicar como proceso de clarificación política – y hasta 1951 como contribución externa – “Propiedad y capital” a partir de 1948 y la serie “hilos del tiempo” a partir de 1949, como se habían producido antes textos fundamentales de continuidad y restauración teórica marxista[2].
La verdadera reconstitución sobre bases integralmente marxistas del Partido se lleva a cabo en 1951 cuando, sobre la base de todo el trabajo de clarificación política precedente, se sienta una clara y tajante delimitación de las posiciones del Partido respecto a las posiciones revisionistas que se manifestaban dentro del mismo. “Teoría y acción en la doctrina marxista” (reuniones de Roma y Nápoles) y las “Tesis características” (reunión de Florencia), publicadas inicialmente en forma de extracto sintético como ”Bases para la organización 1952”, recogen esta plataforma en perfecta coherencia con otros textos fundamentales publicados en aquel periodo. Ambos textos se referencian expresamente en el nº5 de Battaglia Comunista de 1952, como textos delimitadores del planteamiento y extensión del encuadramiento organizativo, tareas prácticas y de la acción del Partido.
La clarificación de las posiciones fundamentales según el hilo de la tradición del marxismo y de la Izquierda Comunista de Italia (y más concretamente de su batalla contra la degeneración de la III Internacional) condujo a la separación de la dirección del Partido por parte de quienes posteriormente secuestrarían las publicaciones del mismo haciendo valer su propiedad comercial sobre las mismas. La continuidad del hilo histórico del marxismo tuvo que continuar la publicación de la revista del Partido bajo otro nombre: il Programma Comunista. Quedaron tanto Battaglia Comunista como Prometeo en manos de la línea activista, aliancista, parlamentaria y antisindical que había recurrido a la legalidad burguesa para tal fin.
A continuación sintetizamos, por facilidad esquemática de referencia, los puntos de separación que llevaron a la ruptura, sin perjuicio de remitir al estudio de los textos fundamentales mencionados y a otros, de donde es verdaderamente importante estudiarlos y asimilarlos.
La corriente del marxismo integral, de la continuidad de las lecciones del combate de la Izquierda Comunista italiana contra la degeneración de la III Internacional, la corriente que representaba la continuidad del Partido histórico, se delimitó de la corriente revisionista, en los siguientes puntos:
- Comprensión de la gravedad y profundidad de la situación contrarrevolucionaria y de la lejanía de la reanudación de la lucha de clase, preponderancia del trabajo de restauración teórico y de publicación la revista, de la defensa de la línea histórica de la preparación de la futura reanudación del movimiento, sin renunciar a todas las formas de actividad propias de los momentos favorables en la medida en que la situación lo permita[3];
- Comprensión del proceso revolucionario burgués que se estaba desarrollando en Asia y África (luego culminado completamente en torno a 1975) y del necesario triunfo de las revoluciones burguesas sobre el feudalismo para el nacimiento y generalización del capitalismo (proceso cerrado en Europa en 1871)[4];
- Rechazo a cualquier forma de revisionismo del marxismo y a la libertad de nueva elaboración doctrinal tendente a la fundación de nuevas teorías o de pretendidos nuevos esquemas y explicaciones del mundo social contemporáneo que asuma que los hechos del capitalismo en su fase actual no se pueden explicar con la fundamental teoría marxista[5];
- Rechazo de la teoría revisionista y gradualista de una supuesta rama descendente de la curva del capitalismo, el cual se desarrolla en realidad a través de una serie de curvas ascendientes que llevan a puntos de discontinuidad (crisis)[6];
- Caracterización de la economía rusa como tendente al industrialismo de Estado y rechazo de la posición antimarxista de la “burocracia” como una nueva clase social que sería la clase dominante en la Rusia estalinista[7];
- Rechazo de los expedientes y maniobras tácticas de los frentes únicos políticos, de las fusiones organizativas entre grupos heterogéneos;
- Necesidad del resurgimiento de la red de lucha económica (sindical), como tejido conectivo entre el Partido y las masas, fuera de las influencias de la clase dominante[8];
- Rechazo de la participación en las elecciones burguesas, no como cuestión de principio, pero sí como limitación táctica adquirida y establecida para el capitalismo democrático maduro;
- Rechazo del personalismo, consigna del anonimato[9];
- Reivindicación del centralismo orgánico y rechazo del centralismo democrático;
Los puntos anteriores están íntimamente relacionados entre sí y se podrían ordenar de distintas maneras dado que unos llevan a los otros. A la valoración de la profundidad de la crisis se le liga la realidad del desarrollo de las revoluciones burguesas en África y Asia, sin un movimiento proletario en Europa y América. Ante esta situación, se rechaza cualquier forma de revisionismo de la doctrina marxista de origen, bajo cualquier pretexto situacionista, lo cual lleva al rechazo de la teorización de nuevas formas capitalistas (en Rusia y fuera de Rusia), de nuevas clases dominantes (¡la burocracia!) y de la teoría de la decadencia del capitalismo, cómoda palanca para intentar alterar y subvertir las posiciones doctrinales y tácticas del marxismo. Consecuentemente, se reivindican las lecciones tácticas de la degeneración de la III Internacional rechazando las maniobras tácticas, las fusiones y los frentes únicos políticos, rechazando la participación en el parlamento burgués pero reivindicando la necesaria actividad en el terreno sindical, terreno en el que la integración realizada por parte del fascismo obliga a plantear la necesidad del resurgimiento de organismos de lucha sindical fuera de la influencia del Estado burgués. Derivado de todo lo anterior y del juego nefasto de los nombres en el transcurso de la degeneración de la Internacional, se plantea la necesidad del anonimato y de la superación definitiva del engaño democrático dentro de la organización. Todo ello en perfecta coherencia con el planteamiento de la Izquierda Comunista de Italia en su lucha dentro del PSI, por la separación de los revolucionarios de los oportunistas, y dentro del PCdI después, contra la degeneración de la Internacional.
En orden inverso, era muy normal que quien ansiaba su cuota de protagonismo nominal individual[10] y de innovación teórica viera con completa frustración este planteamiento, reclamara debates y congresos soberanos, pataleara por el mantenimiento de la táctica del parlamentarismo[11], se dejara seducir por la teoría de la burocracia como nueva clase dominante y por la simplificadora (pero errónea) teoría de la decadencia, pasarela hacia las posiciones anti-sindicales (teorizando que serán otro tipo de órganos los que servirán de puente entre el Partido y las masas[12]) y de abstracción de las revoluciones burguesas en curso en más de medio mundo en aquel momento, y se lanzara a las más variadas cabriolas organizativas de fusiones con otras corrientes[13], suspirando por una irreal inmediata reanudación de la lucha de clase en el momento de mayor profundidad de la contrarrevolución. Y esto es lo que caracterizó a la corriente que se apropió de Battaglia Comunista y de Prometeo mediante los tribunales burgueses, permeada por las posiciones revisionistas del grupo francés Socialisme ou barbarie.
Para terminar esta sintética introducción, citaremos un extracto de otro texto fundamental, de 1965[14], titulado “La estructura orgánica del partido es la otra cara de su unidad de doctrina y de programa”, que recoge el momento de la ruptura en estos términos: “En 1952 nuestro Partido vivía en pleno la fase que hemos recordado, y en la que procedía a expeler de su seno residuos y escorias contrarrevolucionarias. En 1952, éstas pretendían, entre otras cosas, que en el partido se aplicase el mecanismo democrático. Y con una argumentación típica de los oportunistas de todos los tiempos, nos acusaban, de querer esterilizar el partido, de querernos quedar al margen de la lucha de clase real. Y se jactaban, faltaba decirlo, de ser verdaderamente “políticos”.
En esta situación, salió el último número de Battaglia Comunista, órgano del Partido, el 12-28 de septiembre de 1952. El último, porque los oportunistas entonces consiguieron con maniobras verdaderamente... “políticas” apropiarse de la cabecera del periódico y de la revista “Prometeo”. De hecho, quien lee el nº 16-1952 de Battaglia Comunista, encuentra en la última página un “Aviso a los lectores” en el que se afirma que los responsables del robo “legal” del periódico al Partido revolucionario “no podrán ya volver sobre el terreno del partido revolucionario. Es inútil, por consiguiente, hablar de sus nombres y de sus móviles, hoy y después”. El número sucesivo lleva la cabecera Il Programma Comunista, vuelve a publicar el “Aviso a los lectores” y lleva en grande la indicación: “Año I-nº 1”.
Se trata pues de un evento capital en la historia del partido, de un episodio crucial que marca irrevocablemente su tradición. Ahora bien, el número del 12-28 de septiembre de 1952, de Battaglia Comunista refiere: “Una importante reunión de Partido en Milán el 6 y 7 de septiembre”. En el mismo período, y también en Milán, los oportunistas de los que hablábamos más arriba anunciaban su “congreso soberano”, con votos, mociones, presidencia, debate y segundas vueltas en las votaciones, con la complacida presencia de representantes de la revista ultraoportunista “Socialisme ou Barbarie”, hoy ya desenmascarado como lo que siempre fue, un órgano de la socialdemocracia. La importante reunión de nuestro Partido se contraponía pues radicalmente, en la misma ciudad y en el mismo período, a todos aquellos oportunistas. Dos métodos antitéticos de entender la naturaleza del Partido revolucionario, su función, y su organización se contrapusieron entonces, para siempre.
La reunión tuvo el carácter de una verdadera movilización de las fuerzas de todo el partido, y fueron tratados los temas presentados luego en la revista “Siguiendo el Hilo del Tiempo” (Sul filo del tempo) bajo el título: invariancia del marxismo revolucionario, e impersonalidad de la clase. Tesis, éstas, que nos caracterizan ya desde hace años y años frente a todos los oportunistas. Transcribimos del resumen:
“Las dos sesiones del día siete, muy concurridas de compañeros de Milán y de cada región, tuvieron un carácter de verdadero Congreso, aunque anunciadas con la fórmula de las «Reuniones de Estudio» ya probada como de amplio y ventajoso efecto. Estaban presentes compañeros de las organizaciones de Turín, Asti, Casale, Génova, Parma, Forli, Ravenna, Boloña, Florencia, Palmanova, Trieste, Milán, Luino, Nápoles, Roma, etc. y compañeros franceses.
“La posición democratoide y filistea común, propia de los “cortejadores” y corruptores de la “base” le negará carácter de Congreso a una sesión donde toma la palabra sólo el ponente para una exposición concluyente y profunda, y la reunión manifiesta su consenso participando en el trabajo sólo con una ininterrumpida y seria atención y comprensión: de modo que el informe en sus tesis se demuestra expresión efectiva del pensamiento común y unánime. Falta, se suele decir más o menos hipócritamente, el debate contradictorio. Se olvida que en 48 horas de permanencia en la ciudad de reunión los compañeros, todos o en grupos, además de las 6 horas de sesión con el ponente, llevan a cabo un intercambio muy ardiente de opiniones, noticias, propósitos y precisos programas de trabajo; no dedican las horas disponibles a habladurías y a los comentarios sobre la valentía de los dirigentes, sobre los tonos de su voz o el color de sus cabelleras, sino a los serios problemas que pueden interesar a verdaderos militantes. Y entre éstos los había jovencísimos y ancianos, que entrelazaban las cuestiones del hoy con las soluciones que dicta la experiencia de una lucha de hace más de medio siglo. Sea lo que sea de la democracia formal y de los votos sobre las mociones, históricamente los efectos de los congresos han estado determinados siempre fuera de la sala oficial de sesiones de tipo parlamentario, a las que es hora de darle la espalda para siempre” (Battaglia Comunista, 12-28 de septiembre de 1952, nº 16).
Todos los compañeros pueden constatar que la descripción del modo de funcionar y de la dinámica, del partido revolucionario, es aquí idéntica, incluso en las palabras, a la que se encuentra en los puntos 7 y 8 de las “Tesis sobre la tarea histórica, la acción y la estructura del partido comunista mundial”, aparecidas en el nº 14, 1965 de Il Programma Comunista. Recordamos también que el texto ha sido transcrito íntegramente, sin añadirle ninguna modificación. Y ahora, releamos el último período, permitiéndonos subrayar las palabras, a 13 años de distancia:
“Sea lo que sea de la democracia formal y de los votos sobre las mociones, históricamente los efectos de los congresos han estado determinados siempre fuera de la sala oficial de sesiones de tipo parlamentario, a las que es hora de darles la espalda para siempre”.
[1] De hecho, en 1946 el órgano formal del partido todavía se presentó a las elecciones para la Asamblea Constituyente italiana.
[2] Como los textos conocidos como “Tesis de la Izquierda” en 1944-45 (“El asalto de la duda revisionista a los fundamentos de la teoría marxista”, “El ciclo histórico de la economía capitalista”, “El ciclo histórico de la dominación política de la burguesía”, “El curso histórico del movimiento de clase del proletariado. Guerra y crisis oportunista”), “Naturaleza, función y táctica del Partido revolucionario de la clase obrera” de 1945, el Tracciato d’impostazione (El curso a seguir) de 1946 o “Fuerza, Violencia y Dictadura en la Lucha de Clase” (1947).
[3] “Activismo (Pequeño diccionario de los clavos revisionistas)” (1952): “Somos acusados eternamente de hacer «abstracción de la situación», lo mismo que decía Bujarin. Pues bien, observemos un momento esta famosa situación. He aquí como se presenta, el mundo burgués, año en curso: La clase dominante ha conseguido, maniobrando las palancas del oportunismo, aplastar hasta la médula el movimiento revolucionario, en una maldita guerra que debía concluir el proceso de involución contrarrevolucionaria de los partidos obreros. Una máquina estatal de proporciones y de capacidades represivas inauditas mantiene encadenadas a las masas a la explotación, peor que el torno al cuerpo del condenado al suplicio. La confusión caótica y los sufrimientos de las masas son tales y tantos que la clase obrera está transformada en un tronco sangrante que se mueve inconscientemente: su cerebro está obscurecido e intoxicado, su sensibilidad narcotizada, los ojos no ven, las manos se retuercen sobre si mismas. En el lugar de la lucha de clase, existe el horripilante estrago de la lucha intestina, propia de náufragos en la balsa de salvamento a merced de las olas. En las fábricas, y no es cosa nueva en la historia, impera el espionaje, la delación, el rencor, la venganza mezquina y pícara, el oportunismo más estúpido y bestial, la prepotencia, el abuso neurasténico, pero en las masas oprimidas por las consecuencias de treinta años de tremendas derrotas, no existe ni siquiera la fuerza para sentir auténtica náusea, porque ésta se expresa en las exhalaciones miasmáticas del sindicalismo de empresa, del corporativismo y, en el plano político, del conciliacionismo social y del pacifismo impotente.”
[4] El Partido realizó un trabajo de clarificación teórica entre los que destacan “Factores de raza y nación en la teoría marxista” (1953) y “Las revoluciones múltiples y la revolución anticapitalista occidental” (Reunión de Génova, 1953).
[5] “La ‘invariancia’ histórica del marxismo – El falso recurso del activismo” (Reunión de Milán, 1952).
[6] “Teoría y acción en la teoría marxista. La inversión de la praxis” (Reunión de Roma, 1951).
[7] El Partido desarrolló un estudio en profundidad durante los años siguientes que se publicó en “Estructura económica y social de la Rusia de hoy“ (Reuniones de Nápoles y Génova de 1955), en el marco del estudio general del partido sobre la cuestión rusa que se puede leer entre otros en “Diálogo con Stalin” (1952), “Rusia y revolución en la teoría marxista” (Reunión de Bolonia, 1954), “Las grandes cuestiones históricas de la revolución en Rusia” (1955), “Rusia en la gran revolución y en la sociedad contemporánea” (Reunión de Turín, 1956) y en “Diálogo con los muertos” (1956). Más específicamente, contra la teoría de la clase “burocracia” y de las posiciones específicas de “Socialisme ou Barbarie”, véase, entre otros: “La batracomiomaquia”, “Graznido de la praxis” y “Danza de fantoches: de la conciencia a la cultura” (1953).
[8] “Teoría y acción en la teoría marxista. Partido revolucionario y acción económica” (Reunión de Roma, 1951) cuyo Sumario establece: “En las varias fases de la trayectoria burguesa (revolucionaria, reformista, contrarrevolucionaria), la dinámica de la acción sindical sufrió profundos cambios (interdicción, tolerancia, sumisión); pero esto no quita que sea orgánicamente indispensable tener –entre la masa de los proletarios y la minoría encuadrada en el partido– otro estrato de organizaciones que sean políticamente neutras por principio, pero constitucionalmente accesibles sólo a los obreros, y que organismos de este género deben resurgir en la fase en que la revolución se avecina.”.
[9] En “El individuo como títere de la historia” (1953) se lee: “Ahora bien, nos parece que el jugo de las duras lecciones de tantos decenios sea éste: renunciar a remover a los hombres y a vencer a través de los hombres no es posible, y precisamente nosotros, la izquierda, hemos sostenido que la colectividad de hombres que lucha no puede ser toda la masa o la mayoría de la misma, debe ser el partido no demasiado grande y los círculos de vanguardia en su organización. Pero los nombres con gancho han arrastrado hacia adelante por diez, y después arruinan por mil. Por consiguiente frenamos esta tendencia y en cuanto sea posible, en la práctica, la suprimimos, no por cierto a los hombres, sino al Hombre con aquél Nombre dado y con aquél dado currículum vitae... (…) El culto al dirigente, de la entidad y persona no ya divina, sino humana, es un estupefaciente social aún peor, y nosotros los definiremos como la cocaína del proletariado. La esperanza en el héroe que inflame y conduzca a la lucha es como la inyección de simpamina (fármaco que estimula el sistema nervioso); los farmacéuticos han encontrado el término adecuado: heroína. Tras una breve exaltación patológica de energías, sobreviene la postración crónica y el colapso. No existen inyecciones para ponerle a una revolución en liquidación, a una sociedad torpemente embarazada de dieciocho meses, y aún infecunda. Arrojemos el recurso vulgar de extraer éxitos del nombre del hombre de excepción, y gritemos: otra fórmula del comunismo: es la sociedad que ha desechado a los títeres.”
[10] Esta corriente siguió publicando sus trabajos con nombre de autor, generando un personalismo específico en torno a su más conocido representante, Onorato Damen, antiguo parlamentario que seguía soñando con su poltrona, como se recuerda en “Activismo” (1952).
[11] En el Congreso organizado por la corriente activista, parlamentarista y anti-sindical (ver más adelante para mayor detalle), se aprobó la siguiente moción que mantenía la táctica nefasta del parlamentarismo: “El II Congreso del Partido Comunista Internacionalista aprueba el conjunto de tesis presentadas por el Comité del Congreso como base política de la organización y de las actividades del partido y, al delegar su aplicación en sus órganos centrales, reafirma lo siguiente: (…) El Partido, desde el Congreso de Livorno en adelante, nunca ha hecho suyo el abstencionismo en las campañas electorales como principio informador de su política, del mismo modo que nunca ha aceptado el participacionismo sistemático e indiferenciado, como es su tradición de clase. El Partido valorará cada vez el problema de su participación en función del interés político de la lucha revolucionaria y siempre que sea posible movilizar a su alrededor a una parte, aunque modesta, de proletarios conscientes.”
[12] Carta de O. Damen: “Creo que el actual sindicato corporativista (fascista, socialdemócrata o comunista da igual) por su función de órgano indispensable para la vivificación del sistema capitalista está destinado a vivir hasta el final las vicisitudes económicas, sociales y políticas del capitalismo moribundo y sólo será roto con el estado imperialista por la embestida del proletariado revolucionario. En tal fase de avance o de conquista del poder, el reagrupamiento de las fuerzas del proletariado no esperará a que se repita la práctica tradicional del sindicato (…).”
[13] Como la creación del Quadrifoglio, agregado heterogéneo denominado Movimiento de la Izquierda Comunista, formado en 1956 por la entonces Battaglia comunista junto con los trotskistas de los Gruppi Comunisti Rivoluzionari, con los Gruppi Anarchici di Azione Proletaria y de Azione Comunista (que junto con la anterior acabará formando Lotta Comunista) o la creación posterior de la Tendencia Comunista Internacional (TCI), organización que afirma al mismo tiempo no ser el Partido mientras sigue publicando Battaglia Comunista como órgano del Partido Comunista Internacionalista. Se puede leer una crítica al Quadrifoglio en “Microfonías diarreicas (el cuadrifolio entrevistado en la radio)” en il Programma Comunista nº5, 1957.
[14] Escrito en un momento en que el Partido volvía a tener que combatir la corriente que intentaba reintroducir el engaño democrático, al mismo tiempo que se batía contra la corriente místico-idealista que servía de complemento a la anterior; lucha que dio lugar a las Tesis de Nápoles (1965) y de Milán (1966) así como a los anteriores Apuntes (1964) y Consideraciones (1965).