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SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

XIX

LOS MUNICIPIOS Y EL SOCIALISMO

(Battaglia Comunista, nº 22 del 1 al 8 de junio de 1949)

Traducido por Partido Comunista Internacional

“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

 

 

El título original de este Hilo del Tiempo es “I comuni ed il socialismo”. En italiano, la palabra “comune” tiene diversos significados, a los que corresponden distintas traducciones en castellano.

La palabra “comune” puede corresponder a la palabra castellana “común” que, a su vez, tiene múltiples significados aptos para que la burguesía (y sobre todo la pequeña) haga multitud de juegos de palabras.

Tenemos por ejemplo el título de “los comunes” en el estado español asignado, con aceptación general de la prensa burguesa, a los conglomerados políticos oportunistas de contenido socialdemócrata en los que se han reformulado los elementos de la pequeña burguesía provenientes de los partidos estalinistas y ambientes afines. Es el caso de candidaturas como “Ahora en común“, “Barcelona en común”, “Más Madrid”, etc. En el estado británico, ni más ni menos que el parlamento, se denomina la “Casa de los Comunes” (House of Commons) y la pequeña burguesía de todo el mundo se entusiasma recordando las ciudades y comunas urbanas revolucionarias burguesas de la Edad media.

En italiano, la palabra “comune” también se corresponde – y ese es el sentido con el que se utiliza en el texto – a lo que en castellano se denomina, según el lugar: Ayuntamiento, Municipio, Municipalidad, Alcaldía, etc. Sobre la palabra “comune” en el sentido del “municipio” se ha tratado de dar falazmente una aureola de comunismo al municipalismo.

El oportunismo ha sembrado, siembra y sembrará siempre confusión con el uso de las palabras. La lucha del marxismo, desde que opusimos al Fantasma el Manifiesto de nuestro Partido (1848), es contra estas confusiones de términos e ideas. El texto aclara que Comunismo no proviene de Municipio (“Comune”, en italiano) sino de la comunidad de los medios de producción y de objetos de consumo, resultado de expropiárselos a la burguesía y su posterior socialización. También anotaremos que el texto utiliza el término “il Comune” para el municipio, ayuntamiento o alcaldía (incluyendo las primeras ciudades autónomas de la burguesía en la Edad Media, denominadas normalmente “comunas” en castellano) y “la Comune” para referirse a la Comuna de París, primer ejemplo histórico de la dictadura del proletariado.

En el estado español, a las divisiones territoriales superiores a las Provincias se les llama Comunidades Autónomas. En varios estados de Latinoamérica, como el colombiano o el chileno, se denomina Comunas a los distritos de una Ciudad o Municipio. Esta diversidad y solapamiento de nomenclaturas da pie a las más diversas confusiones interesadas, como las que recientemente el oportunismo ha lanzado al equiparar las Comunas de Cali con la histórica Comuna de París de 1871 (ver el artículo “Colombia: el fósforo y el agua hirviente”, publicado en El Comunista nº67).

El oportunismo siempre juzgará las cosas por su etiqueta y no por su contenido, pensando consecuentemente que ha cambiado el contenido cuando cambie la etiqueta. Los comunistas no nos detendremos a mirar la etiqueta, sino que, echando a un lado el envoltorio estético y literario, analizaremos siempre el contenido y verificaremos si es el que interesa a la clase proletaria: derrocamiento de la burguesía y su Estado, dictadura centralizada de la clase obrera para abolir revolucionariamente la división en clases, el trabajo asalariado, la propiedad privada y el régimen mercantil y de empresa.

 

 

***


AYER

Usando la expresión: las Comunas[1] y el comunismo, o lo que es lo mismo: las Comunas y los comunistas, más que hacer un juego de palabras se contribuiría a favorecer la confusión de términos y de ideas contra las que el partido marxista lucha sistemáticamente y de las que, en cambio, los oportunistas hacen su forraje diario.

Queremos hablar de los Municipios como entes locales administrativos actuales, y que no parezca banal poner de relieve la premisa de que el comunismo no proviene de Municipio sino de comunidad de instrumentos de producción y de objetos de consumo. Instrumentos y objetos que son físicos y siempre lo serán mientras los términos bienes, riquezas, mercancías y similares comportan relaciones sociales que la revolución comunista destruirá.

No siempre es clara la distinción histórica entre Municipio y Estado. Dice Engels que la sociedad primitiva sin propiedad privada el núcleo de la cual es la tribu o gens originaria no tenía todavía Estado, no existiendo división en clases, lucha entre las clases y poder político estatal expresión de la clase más fuerte. Los primeros estados políticos aparecen con territorios limitados y comprendiendo una sola ciudad con un número notable de habitantes, y puesto que el mismo término se refiere al territorio organizado unitariamente y a las instituciones que lo rigen, la ciudad se confunde con el estado. Pero la “polis” griega y la “civitas” romana no corresponden a nuestro moderno Municipio urbano sino a los estados nacionales. El Municipium romano era el Municipio actual, Roma era la urbe, pero cuando la cualidad jurídica de ciudadano, palabra que viene de ciudad (más bien es civitas que viene de cives[2]) se reconoce a los itálicos de todos los municipios hasta el Po, la península entera forma el territorio del estado político romano con uniformidad de ley y jurisdicción. Por otra parte, el término política, o sea ciencia, arte del Estado viene del griego “polis” entendido precisamente no como ciudad, aglomerado de casas, sino como territorio y régimen único.

Se ha hecho mucha poesía en torno a la Comuna urbana del Medioevo por parte de los revolucionarios burgueses de primera mano que terminan con Carducci, y por los de hoy, de segunda mano, compuestos por zoquetes a los que Mussolini había pisado rudamente los delicados callos. La Comuna urbana medieval donde la primera burguesía luchó con coraje contra el orden feudal para luego sucumbir en Italia a las Señorías aristocráticas, en aquel reflujo que nuestro país sufrió durante siglos como consecuencia del desarrollo del comercio y de la producción mundial (pero que, sin embargo, había excluido para siempre la amenaza del retorno del espectro feudal, amenaza de la que se alimentan infantilmente los pensadores, los escritores, los maestros, los políticos que intoxican con ello) la Comuna urbana medieval era un estado político de territorio pequeño, formado por un centro urbano grande con un contado de villas y campos con un ordenamiento común político electivo, era una polis, no un municipium. Ya Dante había entendido cómo en el encuentro entre los Coaligados de Legnano[3] y Barbarroja estaba de parte de él el elemento fundamental del estado moderno centralizado en un gran territorio que habría llevado mucho más adelante que la fragmentación política y las angustias organizativas y mentales de aquellos de “quei che un muro ed una fossa serra[4]. Pero los retóricos resoplantes de la historia política cuando han visto dónde se eleva el Paladio de la Libertad lo han visto todo. Fórmula de buenos hijos de Troya.

En el estado burgués moderno el municipio romano ha sido renovado en la pretendida autonomía de las administraciones locales, funcionando en general más como baja camorra cuando tienen un modelo local de parlamentito que cuando el estado pone allí a sus funcionarios.

La visión marxista de la lucha de clase indaga y presenta tal hecho social en la empresa individual donde el asalariado depende del patrón burgués, y el desarrollo en el cuadro nacional donde la clase trabajadora conduce su lucha contra el estado, órgano de la burguesía dominante, para derrumbarlo, y en el cuadro internacional de la solidaridad proletaria. Tiene como campo suyo y como escena de lucha de clase también el Municipio y la Provincia o Cantón, indudablemente, pero la cosa no se reduce al chismorreo de ir a ver Montescos y Capuletos[5].

Política y Administración, parloteaban los burgueses, dos campos diferentes. Eco tonto y fiel, los socialistas acomodados pretendían que en los Entes locales fuese útil y bello contribuir a pilotar – los desgraciados eran además buenos técnicos, honestos y desinteresados mientras los oportunistas de hoy son flor de filibusteros – la barcaza administrativa, en cuanto los postulados clasistas se defendían en el Estado y en la Internacional. Decían por esto que los principios de partido se podían sostener bien en las campañas políticas y parlamentarias nacionales, mientras localmente no se debían hacer “cuestiones políticas” sino contribuir a la buena solución de problemas técnicos y concretos en el interés, eso sí, vagamente expresado por los trabajadores, pero igualmente con el de la “población”, de la “generalidad” de “nuestra ciudad”, y similares. Queréis mantener, decían, una actitud de oposición de principio frente al estado y en el parlamento, rechazar mandatos de gobierno y alianzas con otros partidos, pero en las administraciones locales los obreros esperan de nosotros (al final son siempre los obreros los que esperan todas estas cosas – pacientemente a toda hora están esperando, son los consejeros, los asesores, los alcaldes y otros insectos que no esperan más que lo que fue el sueño de una vida) obra positiva para su bienestar, y no hay contradicción con nuestros principios socialistas si hacemos buena administración y si para tal fin hacemos acuerdos con otros partidos.

Mucho cuidado y arremángate. ¿Política y administración? Para el ideólogo liberal burgués la esfera política es aquella en la que juegan y se encuentran las opiniones, las confesiones, las profesiones liberales de fe política de los ciudadanos, que en el formularlas interrogan su conciencia y la educación civil recibida de la escuela y de la prensa del “libre” estado capitalista. El Ciudadano que cumple el sacro libre derecho y deber del voto no interroga a sus intereses ni recuerda la clase económica a la que pertenece, sino que escoge según los filosofemas políticos que más lo han seducido en las oraciones de los candidatos. De este noble campo surge el supremo órgano de gobierno popular de la nación, que la guía según los sumos principios y dictados de la consagración democrática. En el más bajo campo “administrativo” se puede entonces, puestas las grandes Ideas de un lado, dignarse a ocuparse de los hechos de la vida material, calles, canales, acueductos y, perdón, incluso alcantarillas. En la solución puede estar de acuerdo el ateo y el católico, el republicano y el dinástico.

Pero precisamente la visión socialista hace saltar por los aires todas estas tonterías, con un vuelco total. La satisfacción de las necesidades materiales de la clase que trabaja y de sus intereses económicos no es posible más que enfrentando las bases del privilegio social de la clase adversaria, construido en un sistema de instituciones y de defensas que tienen juego en todos los ángulos territoriales y empresariales pero emanan de un centro unitario anidado en el estado político. Todo problema de la técnica de la producción y de la administración de la actividad social en campo estrecho o amplio se convierte en un problema político, o mejor es un problema político, de enfrentamiento y de choque de fuerzas políticas, y es sobre esta base que el movimiento socialista construye su organización y acción de clase.

Llamamientos y razonamientos de esta naturaleza bastaron para conducir el partido socialista italiano en el congreso de Ancona de 1914 a echar por la borda la tesis de los famosos bloques populares administrativos. A despecho de los reformistas y oportunistas se dijo que se haría lucha de clase y política de clase incluso en el Ayuntamiento de Milán y en el de Borgocollefegato.

Si el viejo socialista intransigente Serrati se equivocó en modo colosal en el informe de las grandes cuestiones de la Tercera Internacional se debía en gran parte a la sugestión que ejercían sobre él las conquistas de estas “fortalezas” por parte del partido, constituidas por Ayuntamientos, Mutuas, Cooperativas, que él creía que podrían jugar en el sentido revolucionario incluso si estaban en manos de grises reformistas dedicados a la obra más trillada y concreta. En el vilipendiar a Serrati, sin embargo, entonces bien muerto, los concretistas del grupo turinés del Ordine Nuovo no sólo no se quedaron atrás, sino que tocaron la cima de la virulencia, por no hablar del veneno. Esto no les impidió defender la fusión con el arrepentido Serrati, en lugar de simplemente volver a admitirlo en las filas. Pero el antiserratismo de entonces ha impedido todavía menos en tiempos recientes, cuando uno de los muchos funambulistas del post-fascismo, sin no obstante tomarse en serio a sí mismo, manipuló una nueva teoría histórico política – ¿quién no tiene una entre los mayores de veinte años? Mussolini había hecho fortuna con ello, y éstos razonan como en la Quiniela – es decir, la del Estado Administrativo, no ha impedido, decimos, a Togliatti atribuir un sentido marxista y lanzar uno de los tan hábiles guiños de simpatía a esta grosera bobada en libertad.

Una fase ulterior de la confusión entre Municipio y Estado sobre todo en la definición de las diferencias doctrinales entre marxistas y anarquistas se ha dado a propósito de la Comuna parisina de 1871. En largos años de propaganda revolucionarios socialistas y anarquistas han revindicado bien aquella gloriosa batalla, pero las contribuciones críticas de Marx y de Engels sobre todo en la decisiva clarificación del “Estado y la Revolución” de Lenin han definido el argumento. La Comuna era el primer ejemplo de Estado revolucionario que se organiza después de haber quebrantado el Estado tradicional capitalista y parlamentario. Si erró, fue en el dudar en quebrantar tales instituciones del régimen burgués y en el no emplear suficiente fuerza y autoridad para aplastar las supervivientes minorías de la vieja clase dominante. Los revolucionarios parisinos conquistaron la casa municipal y parecieron sustituir a los ministros del gobierno nacional por un poder municipal, pero la sustancia histórica está en la fundación de un nuevo poder político proletario que quería extenderse por toda Francia y hacer insurreccionarse en toda Francia a la clase trabajadora. Las armas de la república burguesa sostenida por el imperio prusiano germánico impidieron el formarse de este Estado obrero, de esta primera dictadura proletaria, de la que Marx y Lenin han demostrado la naturaleza unitaria, centralista y no federativa.

Si la economía capitalista tiene límites ahora ultranacionales, la comunista no podrá cerrarse en límites más estrechos, empresariales o municipales. Y así la forma histórica del poder revolucionario que guiará el traspaso económico hasta el disolverse del Estado, de la Democracia, de la misma Administración en el sentido actual (Lenin, Engels) no podrá ser de estrecho límite territorial. Tendemos a una Comuna mundial, no municipal, ya que no tendría ningún sentido, ni siquiera un sentido medieval, la economía municipal.

La facilidad de los espíritus rudos, románticos y romañolos había despertado en Mussolini, cuando todavía guiaba a los marxistas italianos de izquierda, una de las tantas simpatías desconsideradas por un ismo que quería surgir con la habitual pretensión de superar las directivas clásicas marxistas: el Municipalismo. Es un trabajo duro mantener alejados estos grandes políticos de ayer y de hoy de su mala costumbre de picotear en todas las direcciones, de pensar que para la camaradería rancia todo hace un buen caldo. ¡Incluso el administrativismo… brrr!

HOY

La consigna de los partidos estalinistas a propósito de los Municipios parece ser ésta: en los órganos políticos centrales todo está permitido, pero en los locales está permitido todavía más. Como ejemplo el bloque junto con los cualquieristas. No queremos aventurar inexactitudes pero si hubiéramos tenido la posibilidad de compulsar todas las listas desde Castiglione Messer Marino a Pieve Porto Morone, creemos que encontraríamos bloques estalinistas con monárquicos, democristianos y misistas. Y la consigna de la Central es una sola: no renunciéis a los puestos. Enrichissez-vous![6]

Se ha informado de un importante éxito municipalista con el alcalde estalinista del pequeño pueblo francés de Vallauris[7], que ha celebrado con estilo impecable el matrimonio del siglo. Éste no ha olido el olor a feudalismo, mira tú qué cosa. La prensa de la ciudad más grosera del mundo, New York, ha salido diez minutos después para decir en ocho columnas que Rita lo ha encontrado “magnífico”.

Alcaldes, diputados, ministros, funcionarios sindicales y jefes de partidos, trabajan todos en serie y de acuerdo con el fin de hacer del proletariado mundial, de suceso en suceso, el “cocu magnifique” – el cornudo magnífico – de la historia.

Esperamos sin embargo verlos un día atravesados por esos cuernos.

 

[1] N.d.T: en el sentido de los Municipios y el comunismo. Precisamente para no hacer este juego de palabras y contribuir a la confusión que combatimos, en el título y en adelante se utiliza el término Municipio para traducir el italiano “il Comune” y Comuna para “la Comune”. La única excepción es la comuna urbana medieval burguesa que hemos denominado así dado que el texto quiere resaltar que no coincide con un mero municipio, sino que se trataba de un auténtico poder estatal.

[2] N.d.T: Ciudad y ciudadano en latín respectivamente.

[3] N.d.T: Se refiere a la batalla de Legnano (1176) entre la Liga lombarda y el emperador Federico Barbaroja.

[4] N.d.T: “Aquellos a los que un muro y un foso encierran”, citado de la Divina Comedia de Dante.

[5] N.d.T: Obra teatral que escenifica en una tragedia amorosa la lucha entre las facciones güelfa y gibelina, en el S. XIII.

[6] N.d.T.: ¡Enriqueceos! En francés en el original.

[7] N.d.T: se refiere al matrimonio de Rita Hayword y el príncipe Alí Khan en 1949.

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