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SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

XX

CRISTIANISMO Y POLÍTICA

(Battaglia Comunista, nº 23 del 8 al 15 de junio de 1949)

Traducido por Partido Comunista Internacional

“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

www.pcielcomunista.org

 

AYER

El peso del factor religioso en la lucha política debe considerarse de manera muy diferente según las fases de la historia contemporánea, y principalmente en tres tiempos: la preparación, el desarrollo y la victoria de la revolución burguesa, la lucha de la burguesía contra los peligros reales de restauración feudal, la fase actual en la que el capitalismo dominante lucha ya en todo el mundo en un solo frente, contra la revolución de los trabajadores.

En el orden feudal el poder político descansaba sobre clases cerradas y sus instituciones exclusivistas, nobleza, clero, oficialidad, dinastía, y su doctrina justificaba tal monopolio de riqueza y de poder con el principio de autoridad y la investidura por voluntad y gracia divina. La predicación religiosa y la organización de las iglesias era parte esencial de la defensa del régimen dominante, obstáculo fundamental al asalto al poder y a los privilegios por parte de las fuerzas nuevas. El estado en algunos países descansaba sobre la iglesia, en otros estaba armado por una iglesia organizada compenetrada con éste y de acuerdo con sus mismos propósitos de conservación. Dios y el cura eran usados al mismo nivel para justificar y defender ciertas relaciones de propiedad y de producción y la explotación de las masas de siervos.

La burguesía mercantil e industrial privada de derechos adecuados a los de los otros órdenes no pudo hacer su camino sin luchar contra la iglesia y contra la religión oficial. La crítica que ésta hizo al principio de autoridad y al derecho divino condujo a sus precursores teóricos a la crítica de todo el sistema teológico y a la negación misma de la religión.

El cuarto estado, la clase proletaria embrionaria, no podía no luchar al lado del tercer estado burgués, y como compartía sus batallas aceptó como resultado histórico establecido su crítica doctrinal y filosófica. El primer movimiento socialista no sólo nació ateo sino que consideró que, en la ulterior lucha de clase antiburguesa por otras relaciones y otros principios, la cuestión religiosa permanecería pacífica y liquidada; tal situación duró en todo el periodo en el que las fuerzas de las monarquías absolutistas y feudales intentaron anular las conquistas de la revolución y usaron en primera línea en las coaliciones contrarrevolucionarias y en los disturbios de las Vandeas[1] la sugestión religiosa y la excomunión sacerdotal: los obreros lucharon con los burgueses liberales y jacobinos contra nobles monárquicos y curas.

Verdadero o ilusorio, el peligro de que la revolución capitalista, que mientras tenía el poder transformaba socialmente el mundo hasta las entrañas con un ritmo frenéticamente progresivo, pudiera ser derrotada y revertida, generó la política particular del bloque anticlerical, cultivó la ideología de tipo masónico, y la difundida convicción de que capitalistas y obreros divididos por la lucha económica y social tuvieran en común la posición antieclesiástica y antireligiosa. En Italia esto duró más que en otros países, ya que el poder temporal de los papas sobre Roma fue obstáculo material para la unidad nacional, postulado de base del régimen burgués.

Como reflejo de tal proceso histórico, la doctrina del proletariado, el marxismo, también recorrió las mismas etapas, en el sentido de que en un primer momento la crítica de los sistemas sociales y políticos burgueses se apoyó en un punto que se consideraba como una conquista definitiva, es decir, la victoriosa crítica destructiva de la religión.

En las obras juveniles de Marx, en las que a menudo los intérpretes tendenciosos del marxismo pescan con satisfacción (convergiendo ya sea desde el lado libertario o ya sea desde el lado democrático radical en el punto concorde de que sobre la base de la raíz común de la conquista de la libertad ideológica y política sólo queda trabajar por la conquista ulterior adicional de la “libertad económica”), en esas obras hay una clara adquisición de esta base, es decir, de la admisión por parte del contradictorio de estar de acuerdo sobre el problema religioso. Hablamos del contradictorio democrático al Marx socialista y revolucionario de la Crítica de la filosofía del derecho y de la Judenfrage (Cuestión judía) que se remontan al 1844. Y sin embargo, basta conocer estas posiciones de la campaña polémica para ver meridianamente claro que no hay contradicción alguna con los desarrollos completos del marxismo y su propio lenguaje, como en El Capital o el Antidühring.

Alemania en ese momento estaba en una posición especial. Habiendo permanecido al margen de las revoluciones burguesas, había tenido, dice Marx, las contrarrevoluciones sin la revolución. Pero había permanecido fuera históricamente y en la "praxis" mientras estuvo dentro en la teoría y en la filosofía. Desde la reforma hasta la gran crítica idealista, los pensadores alemanes habían participado en la demolición de los principios del antiguo orden feudal dominante y de la influencia vaticana. En la ciencia, la religión aparecía vencida y superada, en la política los principios de autoridad y de derecho divino permanecieron inquebrantables en el estado austrogermánico tradicional, mientras que en el sustrato económico y social la industrialización y con ella la formación de una poderosa burguesía estaban en sus inicios. Marx introduce la crítica a Hegel ya su maestro con las palabras: "para Alemania la crítica de la religión ha llegado a su término y la crítica de la religión es la premisa de toda crítica". En todo el desarrollo demuestra entonces cómo tal superación es estéril e inadecuada si no se consigue establecer que la liberación del cerebro del hombre de la superstición religiosa no es nada, donde no se golpeen la absurdidad y las injusticias de las relaciones sociales y políticas, que las revoluciones burguesas y democráticas han implementado y sancionado en sus hipócritas constituciones, que no han emancipado a los hombres sino a los burgueses.

Ha transcurrido un siglo y debemos poner de relieve que tanto en el pensamiento teórico como en la organización de la sociedad nos enfrentamos por el contrario a un mundo de adversarios y contrarios que todavía sostienen firmemente las trincheras del principio religioso y la tolerancia de las iglesias, organizaciones sociales de culto, y pretendidos campos de acción privada.

Pero desde entonces la naturaleza de la posición antirreligiosa del marxismo era inseparable de toda la crítica, ya formulada de manera orgánica y formidable, al sistema burgués. Ésta contiene una crítica rigurosa de la Reforma y de su espíritu burgués, aunque dictada con un uso extenso de los motivos habituales de la dialéctica hegeliana. "Lutero quebró la fe en la autoridad, porque restauró la autoridad de la fe. Convirtió a los sacerdotes en laicos, porque transformó a los laicos en sacerdotes. Liberó al hombre de la religiosidad externa, porque movió la religiosidad dentro del hombre”. Pero así surgió un nuevo problema revolucionario, que es el nuestro, pero que pronto fue renegado por los burgueses, que regresaron al templo: “Ya no importa la lucha del laico con el sacerdote fuera de él, lo que importa es la lucha con el propio sacerdote íntimo, y con su naturaleza sacerdotal”.

Todo el trabajo no necesita más que una "traducción" en los términos del marxismo moderno, pero ya contiene la posición de la lucha de clase, y aunque, para el punto de partida y para confundir a los hegelianos ortodoxos, siga tratando con el Estado de la Sociedad y del Hombre como unidades teóricas, contiene una crítica tan despiadada del concepto burgués de ciudadano y de hombre, que basta para establecer la oposición radical e irremediable entre cualquier aceptación de la lucha de clase proletaria y la supervivencia del hecho religioso individual.

Las Declaraciones francesas de 1791 y 1793 aquí analizadas ratificaron, por un lado, la "libertad" religiosa al decir que nadie debería estar preocupado por sus opiniones, incluso las religiosas, y que todo el mundo tiene la libertad de ejercer el culto que quiera, por el otro ratificaron coherentemente la libertad burguesa de poseer. “Los llamados derechos del Hombre, distintos de los derechos del Ciudadano, no son otra cosa que los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta, del hombre separado de los hombres y de la comunidad”. Estos derechos naturales e imprescriptibles son "igualdad, libertad, seguridad, propiedad".

Y ya desde este antiguo escrito Marx escribe la ecuación base de nuestra doctrina: libertad igual a propiedad. He aquí las palabras textuales (todo el texto merece ser reproducido e ilustrado). "La aplicación práctica del derecho humano a la libertad es el derecho de la propiedad privada".

El tema requeriría un tratamiento específico. Una nota reciente del Times que quería establecer la insuperable antítesis entre la doctrina comunista y la europea occidental, se fundaba en estas identidades: libertad, propiedad, cristianismo. Perfectamente exacto, en cuanto aquel genérico "hombre" burgués occidental, es tan egoísta en economía y propietario, que en la escuela de Lutero ha movido el cristianismo dentro de sí mismo "encerrando el corazón en cadenas" todo preocupado por el saldo de las cuentas individuales, una en el banco, la otra en los mostradores del valle de Josafat[2].

HOY

Desde que los peligros del retorno feudal son sombras del pasado (y ponemos tal fecha a más tardar, como fecha mundial, a la de la Revolución Rusa de 1917, en el sentido de que la última fuerza feudal nacional desapareció con ella) desde entonces todo ateísmo de la burguesía y sus sistemas se acabó, y la relación burguesía-religión está al revés.

El sacerdote católico Luigi Sturzo, una de las poquísimas personas que piensan y escriben en Italia sobre cuestiones históricas y políticas de manera decente, al fundar el Partido Popular Italiano, hoy Democracia Cristiana, hizo un trabajo de estilo luterano y de fin burgués.

Ese partido en su doctrina no coloca la aceptación de una religión determinada o la profesión militante de un culto determinado. Los democristianos no quieren ser llamados partido confesional o católico y tienen razón, en cuanto el uso de la religión como fuerza política en forma confesional está ya superada históricamente y su función corresponde a la nueva fase moderna.

Los marxistas combaten a todos estos cristianos sociales sin necesidad de tener que volver a la refutación filosófica del bagaje teológico, como era necesario que hicieran los librepensadores burgueses para derrocar el dogma utilizado como contrabarricada. Nosotros marxistas no sólo consideramos antitética de nuestra interpretación de la sociedad y la historia cualquier construcción religiosa, sino que debemos combatir en el campo social la aplicación genérica de los llamados principios cristianos, del "espíritu" cristiano, incluso entendidos en el nivel modesto de la ley ética, de la regla de comportamiento práctico del individuo, porque aquí está toda la insidia.

Todo el mecanismo cristiano sobre el comportamiento del hombre al tratar con otros hombres es invocado y aplicado con fines burgueses y más específicamente para sedar y eliminar la lucha de clase revolucionaria.

Vamos también más allá del rechazo genérico a la violencia y la abusada fórmula de la resignación incluso a la prepotencia de otros, del respeto individual de la propiedad del privilegiado, de la espera que la moral cristiana sepa conmoverlo a la limosna y al ¡quod superest date pauperibus![3] Propiedad, libertad y caridad, guardáoslo todo para vosotros. Para derribar estas frágiles mentiras bastaría la aprobación y exaltación de guerras bestiales y de represiones policiales, que bajo la mirada de los últimos ingenuos destrozan carne humana y los demás amenazan con triturarla, siempre en nombre de Cristo y levantando el escudo Libertas.

La contradicción es más profunda. El marxismo no es una regla de comportamiento del individuo, no es la conquista de postulados para la persona humana. Muere, si se deja, después de tantos descubrimientos geniales y revelaciones de nueva luz, encerrar todavía en estos estúpidos límites. La teoría de la revolución y de la dictadura de clase se arruinan hasta quedar en nada si por un momento se admite que se pueda dudar en la elección de los medios de acción por el hecho de que éstos ensucian las manos o dañan el alma de quienes recurren a ellos. Nosotros pensamos que el uso de la violencia y la imposición, destructoras de la libertad de la propiedad y de la seguridad del disfrute de los bienes del burgués, no sólo no contradice, sino que es la única vía para conducir a la finalidad de destruir históricamente la opresión, la explotación y la imposición a escala social; nosotros invitamos a la vanguardia revolucionaria a mancharse las manos para suprimir a los enemigos de clase y fundar nuevas condiciones de comportamiento de las colectividades del mañana. Nosotros demostramos que en la dinámica económica del mundo de hoy la mentira que quiere atenuar las infamias de la abrumadora acumulación capitalista con atomizaciones de riqueza es sólo el medio común de todos los derrotistas de la revolución proletaria.

Es insensato oponerse a los demócratas cristianos con la falsa acusación de clericalismo, de confesionalismo político, de legitimismo o de feudalismo.

Éstos son diez veces más modernos y peligrosos y deben ser denunciados y combatidos como desviadores de la lucha de clase por mandato del capitalismo dominante.

Su programa social de apología del pequeño burgués, del campesino y del artesano, de la prometida pero imposible fragmentación de los capitales concentrados en manos de las bandas que controlan el poder estatal en el país y en el mundo, no es distinto del de todos los otros partidos en campaña desde hace decenios contra el proletariado clasista y sus vanguardias revolucionarias. Hace uso del estúpido mito de que los problemas del orden social se resuelvan en la historia inculcando en los hombres uno por uno unos pocos estúpidos dictados de comportamiento moral pensados de una vez para siempre por cualquier gran cabeza algunos milenios atrás. Que luego todos han dicho lo mismo, Confucio, Buda, Cristo, Mahoma o Platón -y no se puede encontrar una posición más en oposición con el marxismo que la doctrinilla de la ética individual como base única de la acción social y política. Nos fastidiaría menos la admisión ontológica y filosófica de que exista el padre eterno.

En lugar de este mito derrotista del espíritu cristiano, los demás tienen otras recetas, que están todas al mismo plano histórico: los fascistas tenían la patria y la nación, más o menos elegida; los diversos demócratas y republicanos tienen al pueblo e incluso a la humanidad, desclasada en cuanto todos son electores y pueden decir y escribir tonterías; los estalinistas tienen su democracia progresista y popular no bien definida, pero una checoslovacada como las otras.

Son todos recursos abiertos de la defensa y de la contraofensiva capitalista; particularmente peligroso y odioso el socialcristiano, pero con igual derecho que los demás a escribir sobre la bandera las palabras antiproletarias: libertad, democracia y propiedad para todos: palabras con las que el capitalismo vino al mundo, para morir sólo cuando se las hagamos tragar a todos los que las usan, desde el Kremlin hasta la Casa Blanca y la Basílica de Pedro.

[1] N.d.T: Entre 1793 y 1796 en la región francesa de Vendée (Vandea en castellano) tuvo lugar una rebelión que llegó a convertirse en una guerra civil que enfrentó a los partidarios de la Revolución francesa y a los contrarrevolucionarios.

[2] N.d.T: Se menciona en la Biblia en un pasaje del libro de Joel (Jl 3:2 y 12). Se asocia al valle donde el rey Josafat venció a la coalición de los reinos de Moab, Ammón y Edom. Allí sitúa la profecía el juicio de Yehovah contra los gentiles, al final de los días, tras la restauración de Judá. De hecho, Josafat, Yeho-shaphat, significa "Yeho-vah ha juzgado" o "Juicio de Yehovah".

[3] N.d.T: en latín, “da lo que te sobre a los pobres”

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