Índice "El Comunista" nº75    

 

ASCENSO Y TRIBULACIONES DEL IMPERIALISMO EUROPEO (I)

 

Caracterización del imperialismo europeo

En este artículo analizaremos el desarrollo que ha seguido el imperialismo europeo y las tendencias que, en su interior o desde el exterior, empujan a su integración o a su desintegración según el caso. Pero antes de continuar, tomemos como referencia segura la valoración marxista de Lenin en 1915 sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa (la actual Unión Europea):

“Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales "avanzadas" y "civilizadas", los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios. (…) Los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo, equivalen a un acuerdo sobre el reparto de las colonias. Pero bajo el capitalismo no puede haber otra base ni otro principio de reparto que la fuerza. El multimillonario no puede repartir con alguien la "renta nacional" de un país capitalista sino en proporción "al capital" (añadiendo, además, que el capital más considerable ha de recibir más de lo que le corresponde). El capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía de la producción. Predicar una distribución "justa" de la renta sobre semejante base es proudhonismo, necedad de pequeño burgués y de filisteo. No puede haber más reparto que en proporción "a la fuerza". Y la fuerza cambia en el curso del desarrollo económico. Después de 1871, Alemania se ha fortalecido tres o cuatro veces más rápidamente que Inglaterra y Francia. El Japón, unas diez veces más rápidamente que Rusia. No hay ni puede haber otro medio que la guerra para comprobar la verdadera potencia de un Estado capitalista. La guerra no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada, sino que es el desarrollo directo e inevitable de tales fundamentos. Bajo el capitalismo es imposible el crecimiento económico parejo de cada empresa y de cada Estado. Bajo el capitalismo, para restablecer de cuando en cuando el equilibrio roto, no hay otro medio posible más que las crisis en la industria y las guerras en la política.

Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos . . . ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y Norteamérica (…)” (La consigna de los Estados Unidos de Europa, Lenin, 1915).

Pese a los cien años pasados desde estas precisas citas, todos sus puntos fundamentales siguen siendo válidos e incluso son de tremenda actualidad.

Las fronteras internas en Europa han cambiado. No hay más Austria-Hungría ni Imperio alemán, aunque caracterizados correctamente como potencias ya capitalistas entonces por Lenin. La Unión Europea no sólo pelea por la conquista de los mercados contra Japón y EEUU sino también contra China, India, Rusia, Turquía, Suráfrica, Brasil, etc. Pero su sentido de existir sigue siendo el mismo que se planteaba en 1915: para impedir y aplastar si es necesario la revolución proletaria en su seno, y para defenderse juntos de las otras potencias capitalistas.

En las últimas dos décadas no son ya Alemania ni Japón los que crecen mucho más rápido que sus rivales sino Asia en general y China en particular quienes crecen a un ritmo mucho mayor pero el desequilibrio resultante es de la misma naturaleza.

¿Y no es evidente que el reparto del mundo posterior a la 2ª matanza imperialista ha saltado por los aires, que como en 1915 otro reparto sólo puede hacerse por la fuerza y que la guerra es a la vez el desarrollo inevitable del capitalismo y el único modo de comprobar la verdadera potencia actual de los Estados capitalistas en pugna actualmente?

Una vez recordado el carácter reaccionario frente a la revolución proletaria de la actual Unión Europea y su naturaleza imperialista, nos situaremos al final de la segunda guerra mundial para analizar cómo se ha conformado a partir de ese momento el imperialismo europeo, cómo ha sido su ascenso y en qué consiste su estancamiento.

 

Vencedores y perdedores, o lo contrario

En 1945, Alemania, la que sería luego el núcleo y motor del actual imperialismo europeo, acababa de ser derrotada en el conflicto bélico, estaba dividida en cuatro partes, ocupada militarmente y privada de ejército.

En los años inmediatamente siguientes, dos de los vencedores y ocupantes, el imperialismo francés e inglés, vieron desmantelados sus imperios por efecto del desarrollo de las revoluciones democráticas burguesas en Asia y África así como del condominio ruso-americano sobre Europa y el mundo.

Así, mientras el fascismo era militarmente derrotado sólo para ser abrazado en su práctica por todos los Estados capitalistas del mundo (intervención estatal en la economía, integración del sindicalismo en las redes del Estado burgués, hipertrofia del Estado burgués, concentración de la capacidad represiva y militarización de todos los ámbitos de la sociedad); también dos de los supuestos vencedores de la guerra (Francia y Reino Unido) fueron en realidad los grandes perdedores de la segunda matanza mundial.

La independencia de la India (1947), la derrota de Francia en Dien Bien-Phu (1954) y la posterior independencia de Argelia (1962) son episodios de este repliegue. La desautorización de Reino Unido y Francia por parte de Rusia y EEUU ante Egipto en la crisis del Canal de Suez en 1956 pondría de manifiesto la pérdida de poder de estas potencias capitalistas clásicas.

 

Milagros de un vencido

En 1949, la burguesía alemana recuperaba su instrumento de dominación de clase y se fundaba la República Federal Alemana. Tan sólo dos años después (1951) se constituía la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA) sobre la base de la alianza franco-alemana, incluyendo también a Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, con el objetivo expreso de evitar la repetición de la guerra mundial en territorio europeo. Las experiencias de las dos primeras guerras habían enseñado a estos capitalistas que EEUU habían podido imponerse sobre los otros países contendientes precisamente porque la guerra no se libraba en territorio americano.

Al cabo de seis años (1957) se forman tanto la Comunidad Económica Europa (CEE) como la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA) por parte de los mismos Estados capitalistas. El embrión del imperialismo europeo estaba consolidado en torno a la vencida y todavía dividida Alemania.

 

El muro de Berlín y el falso socialismo ruso

Contra la expansión de este embrión del imperialismo europeo y contra la clase obrera se levantó por parte del falso socialismo ruso el nefasto Muro de Berlín, en 1961.

Este muro construido con fines anticomunistas fue una telaraña emulativa para los negocios capitalistas de los dos lados del telón, pero fue un peso enorme y sofocante para la clase obrera europea. Ningún muro podía evitar años después la gran confesión del carácter capitalista del denominado bloque del Este, pero sí que sirvió para que una parte de la clase obrera aprendiera a rechazar el socialismo o bien se batiera por un objetivo falso, contrario a sus necesidades y finalidades históricas, identificando erróneamente en ambos casos el socialismo con el capitalismo andrajoso del área de influencia de la Rusia estalinista (que para nosotros no es sustancialmente diferente antes o después de la muerte del individuo Stalin).

Por el contrario, cuando el proletariado revolucionario consiga tomar el poder en uno o varios países, al calor de la próxima oleada revolucionaria de la que tenemos una certeza plena pese a no aparecer como inmediata y ni siquiera próxima, no sólo no levantará ningún muro sino que serán los capitalistas del resto de países los que lo levantarán. Y lo levantarán para impedir el empuje y extensión de la revolución comunista y la difusión de las noticias acerca de la instauración de la dictadura revolucionaria del proletariado: destrucción del Estado burgués, expropiación de los medios de producción, reducción drástica de la jornada de trabajo,  incorporación de las masas obreras al ejercicio del poder revolucionario, eliminación del dinero y del trabajo asalariado, expropiación del parque de viviendas y otros edificios para eliminar la carestía de vivienda y erradicar el uso de habitaciones insalubres, etc.  

 

La creación del Sistema Monetario Europeo

La atracción paulatina de los diversos países capitalistas de la Europa occidental fue siguiendo su curso: en 1973 se incorporaban a la CEE Dinamarca, Irlanda y Reino Unido, seguidos de Grecia (1981) España y Portugal (1986), pero un hito en el desarrollo del imperialismo europeo fue la creación en 1979 del Sistema Monetario Europeo (SME), base de la futura moneda con la que el imperialismo europeo intentaría discutir la primacía del dólar como moneda de reserva o divisa internacional.

La posibilidad de imprimir dólares y cambiarlos por mercancías reales había sido la base de la apropiación por parte de EEUU de parte de la ganancia obtenida por el resto de burguesías del mundo a través del plusvalor explotado a sus respectivas clases obreras. Esta era la función de los acuerdos de Bretton Woods (1944), impuestos por EEUU en el tramo final de la segunda matanza imperialista y que habían saltado por los aires en 1971, coincidiendo con el primer déficit comercial de EEUU.

 

La tendencia a la integración del área euroasiática

En 1982 se empieza la construcción del   Gaseoducto Rusia-Europa. Para tratar de evitar esta integración energética entre el capitalismo europeo occidental y Rusia, EEUU procedió al embargo a la filial francesa de Dresser (fabricante de los compresores necesarios para licuar el gas) a lo que siguió su requisa por parte de Francia para apropiarse de los compresores.

Esta reacción virulenta del imperialismo estadounidense para evitar la conexión energética entre Europa y Rusia fue el preludio de una constante en la política de EEUU. A su vez, la reacción europea era manifestación de una tendencia real de parte del capitalismo europeo, y alemán en particular, a realizar esta integración. Los lazos de esta tendencia con Rusia se han podido observar años después en el papel de G. Schröder (ex presidente de Alemania) al frente del gaseoducto Nord Stream 2 y en sus cargos en Rosneft.

También en el plano de la producción el conjunto de países del bloque del Este iban cayendo en una relación de dependencia con el capitalismo alemán de la RDA, y en un alto grado de endeudamiento financiero con la RFA.

 

La caída del muro y la reunificación de Alemania

El capitalismo ruso no pudo impedir en 1989, la caída del Muro de Berlín y el inicio del desmoronamiento de su bloque por una combinación de factores (derrota militar en Afganistán en una guerra imperialista iniciada diez años antes en 1979 y las grandes oleadas de huelgas dentro de Rusia, ver “El Comunista” nº19, noviembre 1989, p.14) que le impidieron movilizar el ejército como había hecho en 1968 en Checoslovaquia y en Polonia en las huelgas de 1970, repetidas luego en 1976 y 1981.

El endeudamiento masivo de todos los países del bloque del Este y también de los del Oeste con Alemania, junto con la crisis de sobreproducción relativa en el área rusa, determinaron el desmoronamiento completo que siguió.

Con la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento del bloque del este, caían las bases del condominio ruso-americano y de la división de Alemania: acto seguido, en 1990, se reunificaba el Estado capitalista alemán, y en el mismo año se constituía la Unión Económica y Monetaria Europea (ver “El Comunista” nº20, mayo 1990, p.14).

 

El desmembramiento de Yugoslavia

Al año siguiente, en 1991, empezaba el desmembramiento de Yugoslavia, el proceso de sometimiento de Serbia y la recuperación de la salida directa al mediterráneo por parte de Alemania. Las sucesivas declaraciones de independencia de Eslovenia y Croacia, promovidas por Alemania en cuyas academias se habían formado los cuadros militares eslovenos y croatas, fueron el preludio de la guerra de Bosnia cuya población fue cínicamente sacrificada en una guerra alargada artificialmente (como lo fue la guerra Irán-Irak de 1980-1988) para ir desgastando y reduciendo a Serbia. La ausencia de una alternativa de clase y de un planteamiento intransigentemente internacionalista que no hiciera ninguna concesión a ningún tipo de nacionalismo, determinó un baño de sangre que se extendió hasta 1999 con la guerra de Kosovo y el bombardeo de Serbia, primera acción militar exterior del ejército alemán después de la segunda matanza imperialista.

 

Los competidores de EEUU: Japón y Alemania

Con Rusia en caída libre y China en proceso de industrialización (iniciado después de la derrota china ante Vietnam en 1979 y el lanzamiento de las Zonas Económicas Especiales en 1980), dos potencias capitalistas amenazaban con desplazar a EEUU: Japón y el naciente imperialismo europeo.

El imperialismo japonés ya estaba invirtiendo en zonas que habían sido el coto de caza de EEUU, como la construcción en 1980 de la mayor refinería del mundo en Abadán (Irán), con capacidad de producción de 2,5 barriles diarios. Y en 1990, Japón había desplazado a EEUU en los 10 primeros bancos por activos del mundo. Para 1994, en Japón había 413.578 robots industriales por sólo 65.198 en EEUU. Nótese que la comparativamente pequeña Alemania tenía ya también 56.175.

Esto motivó la demostración de fuerza de EEUU con la primera guerra de Irak en 1990 (después de incitar convenientemente a Irak para que les diera una excusa invadiendo Kuwait) y la campaña para que pagaran los costes de la guerra Japón y Alemania: los dos vencidos de la segunda matanza mundial que estaban discutiendo a EEUU su primacía mundial.

Sobre esta base EEUU pudo aplicar contra Japón la contingentación de la producción así como la entrega de los dos supercomputadores más avanzados. Impidiendo que se vendieran las mercancías japonesas si no se producían en EEUU, la burguesía japonesa ha sido condenada a cocerse en la salsa de la sobrecapacidad productiva instalada. Pero no pudo someter a Alemania y el imperialismo europeo, que proseguía su proceso de integración y expandiéndose su influencia hacia el sur y el este de Europa, en pleno desmoronamiento.

 

El ataque contra el SME y la formación de la UE

Para tratar de dinamitar el proceso de conformación del imperialismo europeo, en 1992 se lanzaron los ataques especulativos contra la lira italiana, la peseta española y la libra esterlina. Vendiendo masivamente estas monedas para devaluarlas y obligarlas a salir del Sistema Monetario Europeo, consiguiendo grandes ganancias al recomprar estas monedas devaluadas a mucho menor precio. Este ataque contra el SME estuvo dirigido por G. Soros, participando en él tanto especuladores de EEUU como de los países escandinavos, entre ellos y muy significativamente el actual Secretario del Tesoro de EEUU en el segundo mandato Trump (S. Bessent).

Pese a haber sido efectivos contra las monedas italiana, española y británica, los especuladores se estrellaron contra el franco francés, o mejor dicho, se estrellaron contra el Bundesbank (Banco central alemán), que compró todos los francos que se lanzaron masivamente a la venta. Con esto fracasó el intento de hacer saltar también al franco del SME y quedó demostrada la apuesta por la unidad del capitalismo alemán y francés, y también la potencia económica de esta burguesía que había resistido el ataque.

El fallido ataque financiero no pudo impedir pues la conformación de la Unión Europea al año siguiente, 1993, sobre la base de las “comunidades europeas”, es decir, de la CECA, la CEE y la CEEA.

 

El Banco Central Europeo y el lanzamiento del euro

Y en 1998 se creaba el Banco Central Europeo, paso previo al lanzamiento del Euro como moneda para transacciones internacionales en 1999 y su introducción como moneda general en 2002. El imperialismo europeo se había dotado de una moneda única y tenía la intención de desbancar al dólar en su función de moneda de reserva, aunque nunca ha estado cerca de conseguirlo.

Al analizar el siguiente gráfico, téngase en cuenta que antes de 1999 en el epígrafe de Euro se entienden el conjunto de monedas europeas que luego se integraron en el euro. Salta a la vista la contundencia con la que el dólar estadounidense desplazó a la libra esterlina. Se observa el incremento paulatino de las monedas europeas y del yen japonés, en los años posteriores a la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods.

 

 

 

En torno a 1990 (como efecto de la guerra de Iraq) se expande el dólar otra vez, a cuenta del terreno que pierden las monedas europeas y el yen japonés. En 1999 y luego en 2022, con la implantación del euro, las monedas europeas agrupadas de esta forma vuelven a recuperar terreno. Pero a partir de entonces el euro no avanza verdaderamente. Y el dólar retrocede, pero no tanto por efecto del euro sino por el de otras divisas. Estas divisas (yuan, rublo, rupia, dirham, etc.) todavía no tenían un peso específico en 2017, cuando termina el gráfico, pero mostraban una tendencia ascendente que han mantenido.

 

Expansión de la UE hacia el Este

Si las últimas incorporaciones a la UE previas al lanzamiento del euro, en 1995, fueron Austria, Finlandia y Suecia; a partir del lanzamiento de la divisa europea se integraron principalmente Estados de la Europa del Este: en 2004, República Checa, Estonia, Chipre, Letonia, Lituania, Hungría, Malta, Polonia, Eslovenia y Eslovaquia, en 2007, Bulgaria y Rumanía, y en 2013, Croacia. De esta forma el radio del imperialismo europeo llegaba a casi toda Europa y a su punto culminante. A partir de este momento, las admisiones como candidatos a integrarse en la UE han dejado de ser un genuino intento de expansión imperialista para pasar a ser una promesa para mantener la expectativa y evitar que esos Estados se acerquen demasiado a otras potencias capitalistas, como China o Rusia.

En 2022 se admitieron a Bosnia y Herzegovina, Moldavia y Ucrania como candidatos, que se pusieron a compartir cola para una admisión real con Macedonia del Norte (desde 2005), Montenegro (desde 2010), Serbia (desde 2012) y Albania (desde 2014).

 

El Euromaidán en Ucrania

En 2013, China anunciaba el lanzamiento de la Nueva Ruta de la Seda, en la que Ucrania debía jugar el papel de hub de distribución en Europa. Por un lado, la burguesía europea había ido dándose cuenta del progresivo horadamiento de su patio trasero por parte de China y, por el otro, EEUU llevaba años invirtiendo sistemáticamente en un intento de arrebatar Ucrania del área de influencia rusa y arrastrar a Rusia a una guerra contra los Estados europeos.

El resultado fue el Euromaidán, con el que se depuso al presidente Yanukovich después de que éste suspendiera el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Ucrania que había aprobado el Parlamento. Con este movimiento se arrancó al grueso de Ucrania de la influencia rusa y se impidió que Ucrania fuera la plataforma para la inundación de Europa con mercancías chinas traídas en tren.

Pero el imperialismo ruso no se quedó quieto y en 2014 ocupó Crimea y Sebastopol, así como los territorios de Donetsk y Lugansk. Entonces empezaron las sanciones de la UE y EEUU contra Rusia y la guerra de baja intensidad en el Donbás que se mantuvo hasta el estallido de la guerra abierta con la entrada del ejército ruso en Ucrania en febrero de 2022.

 

Continuará

En el siguiente número analizaremos cómo, después del ascenso casi ininterrumpido que hemos ido siguiendo hasta antes de 2013, se torna a partir de aquí en un periodo en el que resaltarán las disputas internas al mismo tiempo que algunos Estados actúan como quinta columna ya sea de Rusia como de EEUU, se manifiestan deficiencias importantes en materia militar y en tecnologías clave, se va esfumando el planteamiento de complementariedad comercial con China al mismo tiempo que EEUU se vuelve un aliado impredecible, Reino Unido se separará de la UE para terminar en una posición peor que en la que estaba, el imperialismo europeo es expulsado del Sahel, su integración energética con Rusia es dinamitada y los EEUU consiguen detonar una guerra en Ucrania para luego empezar las tratativas de normalización con Rusia a costa del imperialismo europeo.

Estos son algunos de los elementos, sumados a los efectos de la crisis de sobreproducción, que analizaremos como generadores de tendencias centrífugas y centrípetas que actúan en términos opuestos en el proceso de integración o desintegración del imperialismo europeo.

En cualquiera de esas dos eventualidades, la clase obrera no tiene nada que ganar ni con el mantenimiento de los Estados nacionales ni con su fusión en un único Estado en el capitalismo: en los dos casos el único camino es la destrucción revolucionaria de los Estados capitalistas existentes hacia la superación del capitalismo, instaurando la Dictadura Proletaria Mundial que trabajará implacablemente en pos de su propia extinción, desapareciendo una vez eliminadas definitivamente las clases sociales y los intentos de restauración del capitalismo.

  

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