CONFLICTOS INTERIMPERIALISTAS EN LA ENCRUCIJADA ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIAL
Marco general
Recordemos sintéticamente una vez más el marco en el que se mueve actualmente el sistema capitalista. El periodo posterior a la segunda guerra mundial vio la culminación de las revoluciones burguesas en Asia y África y la extensión del capitalismo a todo el mundo. Esta extensión a nivel mundial del capitalismo se ha hecho, en el terreno económico, sobre la base de la fase superior del capitalismo descrita por Lenin como el imperialismo y, paralelamente, en el terreno de la dominación de clase de la burguesía se ha desarrollado sobre las bases del fascismo: intervención estatal en la economía, intento de planificación y control mundial centralizado, integración de la red sindical dentro del Estado burgués para el control y asfixia de cualquier intento de lucha obrera, al mismo tiempo que se mantiene de modo general el estupefaciente democrático-parlamentario.
Al periodo en que las potencias imperialistas existentes luchaban para evitar la irrupción revolucionaria del capitalismo en sus áreas de influencia colonial, que culminó con la derrota de EEUU en Vietnam en 1975, le siguió la lucha para frenar o ralentizar el desarrollo e interconexión de estas nuevas áreas del mundo capitalista.
Es un fenómeno derivado de la caída tendencial de la tasa de ganancia el que los capitalismos más jóvenes acumulen a un ritmo más rápido que los más antiguos y, por este motivo, el fin del ciclo de reconstrucción postbélica empujó a los capitales de los imperialismos occidentales – más viejos – hacia Asia, donde encontraban una tasa de ganancia mayor. Con esto, los imperialismos occidentales mantuvieron a flote la tasa de ganancia mientras, dialécticamente, desarrollaban y fortalecían a su futuro concurrente. El desarrollo del proceso de acumulación capitalista desde entonces ha conllevado el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo hacia Asia.
Este desarrollo ha llevado a la ruptura del reparto del mundo posterior a la 2ª guerra mundial, dado que los pesos económicos relativos de las potencias en liza no se corresponden ya más a los de entonces. Esta ruptura del reparto del mundo se caracteriza también por el hecho de que EEUU ha ido perdiendo gradualmente su capacidad de jugar el papel de matón mundial, sangrienta y criminalmente acreditado al final de la 2ª guerra mundial con las bombas en Hiroshima y Nagasaki.
A la extensión del capitalismo a nivel mundial, al fin del ciclo de reconstrucción posbélica y al desguace del capitalismo del bloque del este, le ha seguido la profundización de la crisis de sobreproducción relativa de capitales que se manifiesta sobre todo desde 2008 en el volcán de la producción cuyo epicentro está en Asia y que inunda con mercancías el mercado mundial, apabullando a sus competidores, así como en una plétora mundial permanente de capital ocioso.
Reanudación epiléptica de la circulación
Es en este contexto que se produjeron y prolongaron en el tiempo los bloqueos y detenciones de la producción y circulación capitalista en 2020-2021 así como la posterior reanudación epiléptica de la producción y de la circulación capitalista mundial. Este electroshock administrado al capitalismo por el mismo sistema permitió a las economías de los imperialismos occidentales salir temporalmente del pantano de la deflación en el que se hundían desde hacía años.
Los efectos espasmódicos de este electroshock alcanzaron su punto álgido en 2022 y han ido remitiendo paulatinamente, pero igual que su manifestación ascendente fue transmitiéndose paulatinamente desde la base de la producción hasta la superficie monetaria también su proceso descendiente se ha manifestado primero en la base y sólo un tiempo después se ha ido manifestando en la parte más superficial.
Así, los precios del transporte o de determinadas materias primas (metales) o productos semielaborados (semiconductores) fueron los primeros indicadores del sismógrafo que empezaron a registrar el movimiento ascendente que se fue trasladando a otras industrias y a los servicios con un cierto desfase y, sólo más tarde, a la superficie monetaria. El precio de la energía, mantenido alto durante un periodo largo a través de la subproducción de los países de la OPEP+ durante la reanudación de la producción y circulación mundiales, ha sido otra componente importante. Del mismo modo, cuando una cantidad importante de agujas del sismógrafo estaban ya remitiendo, las agujas más superficiales empezaron a subir, como es el caso de los tipos de interés. En este periodo, ni los tipos de interés bajos generaron la inflación, ni la subida de los tipos ha tenido un papel determinante en la disminución de la inflación. En ambos casos, la evolución de los tipos de interés seguía a la zaga procesos que se desarrollan en el proceso de reproducción del capital a nivel mundial, procesos que generaron una reacción inflacionaria que luego se ha ido desinflamando.
Es importante observar que, en algunas de estas agujas del sismógrafo económico, se sobreponen tanto fenómenos directos como fenómenos reflejos. Los precios del transporte son un buen ejemplo. Por ejemplo, en el alza de los precios del transporte a finales de 2020 y durante 2021 se manifestaba un doble fenómeno, en el cual el fenómeno reflejo era el más significativo de los dos. La significación de este aumento de precios del transporte no radicaba principalmente en la transmisión del encarecimiento del precio del transporte al precio de la mercancía, aunque esto efectivamente suceda dentro de determinados límites. La evolución del precio del transporte reflejaba otro fenómeno autónomo que era la demanda de la propia mercancía transportada que se proyectaba en la propia demanda del transporte. Así, pudimos observar en “El Comunista” nº68 (abril 2022, pág. 10) que el precio del transporte no era simétrico y que EEUU se había convertido de facto en un exportador de contenedores vacíos. Desde el punto de vista de la inflación, más allá del aumento de precio final que implica el encarecimiento del transporte, la componente más importante en la resultante final era la de la demanda de las propias mercancías. Demanda que era a su vez fruto del sobreencargo motivado por la reanudación epiléptica de producción y de la circulación acentuada, en este contexto, por el aumento del gasto público y de las ayudas directas a empresas y familias. Veremos que este fue el caso en la inflación del transporte sobre todo en el año 2021 pero no en el año 2024.
Con los almacenes abarrotados por el sobreencargo realizado, empezó a remitir la demanda y con ello empezó a desinflamarse la circulación (“El Comunista”, nº70, abril 2023, pág. 16 y 17), trasladándose la desinflamación gradualmente y con el correspondiente retraso a los otros indicadores. De momento, la Fed y el BCE han puesto en pausa sus subidas de tipos de interés y empiezan a hablar de bajadas. La tendencia está ahí: “Los últimos datos recogidos por Bank of America reflejan nada menos que 30 rebajas de los tipos de interés a escala global en los últimos tres meses, el máximo desde 2020.” (Expansión, 21-11-2023).
Superproducción de capitales y endeudamiento
La paralización y los espasmos administrados al sistema no han tenido la profundidad suficiente para la destrucción masiva de fuerzas productivas que requiere el capitalismo para salir de un modo duradero del pantano en el que le hunde la sobreproducción relativa. En paralelo, la deuda global no para de crecer en relación con el PIB mundial.
Este es el volumen de capitales aparcados en fondos monetarios: “Desde el inicio de 2023, y hasta mediados de diciembre, el capital depositado en ese tipo de fondos ha saltado de 7,1 billones de dólares a 8,4 billones de dólares (unos 7,6 billones de euros), atraídos sobre todo en Estados Unidos. (…) De los 8,4 billones de dólares en estos vehículos, 7 billones se encuentran en Estados Unidos, 1 billón en Europa y el resto en otras zonas del mundo.” (Expansión, 21-12-2023).
En esta situación, el endeudamiento de los imperialismos occidentales no para de crecer: “el Tesoro estadounidense emitirá este año unos 4 billones de dólares (3,6 billones de euros) en bonos con vencimientos de entre dos y 30 años, frente a los 3 billones del año pasado y los 2,3 billones de 2018 (…) diez de los mayores países de la eurozona emitirán alrededor de 1,2 billones de euros de deuda este año, aproximadamente el mismo nivel que el año pasado” (Financial Times, 08-01-2024).
Hay que tener en cuenta que la base de este endeudamiento es el papel de divisa, de moneda de atesoramiento, que ha tenido el dólar y, en menor medida, el euro. Pero como hemos visto en varias ocasiones en las páginas de “El Comunista", este papel no será eterno: “el 70% de los bancos centrales ha manifestado preocupación por el deterioro de la liquidez en los mercados de deuda pública estadounidense (…) la oferta de bonos no deja de crecer. Según las previsiones de la Oficina Presupuestaria del Congreso estadounidense, la deuda pública podría casi duplicarse en la próxima década, pasando de 24,3 billones de dólares a finales de 2022 a 46,4 billones a finales de 2033, lo que podría acentuar el desequilibrio del mercado.” (Expansión, 16-02-2024).
El desarrollo del imperialismo estadounidense
Si EEUU pudo imponerle al mundo capitalista sus condiciones después de la 2ª matanza mundial, habiendo desplazado desde hacía años a Inglaterra en la hegemonía de la producción industrial, con el fin del ciclo de reconstrucción postbélica y la culminación de las revoluciones democrático-burguesas, su hegemonía empezó a resquebrajarse gradualmente. Estas grietas iniciales (desde su primer déficit comercial, en 1971) se manifestaron ya en la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods, pero han ido teniendo un efecto cada vez más profundo con el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo hacia Asia. En los ’90, EEUU no pudo impedir la reunificación del capitalismo alemán, pero todavía pudo imponer la contingentación al otro vencido de la guerra mundial, Japón, obligándole a devolver las primeras posiciones industriales y financieras que le había arrebatado. EEUU consiguió este resultado volviendo a demostrar su capacidad de matón mundial en la denominada primera guerra del golfo.
A partir de 2001, el intento posterior de repetir la misma jugada terminó, dos décadas después, con la retirada de EEUU de Afganistán e Irak, cuyas causas y consecuencias analizamos en “El Comunista” nº67 (noviembre 2021, pág. 5). La diferencia entre los dos momentos históricos se encuentra en el grado de desarrollo e interconexión de las fuerzas productivas en el mundo y en particular en Asia, incluyendo Oriente Medio. Este desarrollo, en torno al volcán de la producción cuyo epicentro ha sido China, ha ido imponiendo el repliegue de EEUU.
Las contradicciones económicas son las que DETERMINAN la actuación de los distintos actores y su reflejo se proyecta en las voluntades y explicaciones de que se dota cada corriente empujada a la acción por el torbellino de intereses contradictorios y bajo la presión compresiva del repliegue forzado por el desarrollo del curso del capitalismo mundial. Recordemos que “(…) hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.” (Prefacio a la Contribución de la Crítica de la Economía Política, K. Marx, 1859)
Es pues el repliegue impuesto por el desarrollo de las fuerzas productivas el que se reflejó en la fantasía de un repliegue amurallado de una serie de corrientes de la burguesía, de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera estadounidenses (ver “El Comunista” nº64, agosto 2020, pág. 19), después del cual “América” volvería a “ser grande”. El aislamiento progresivo ejecutado por esta corriente generó como reacción que la fracción más expansionista y militarista de la burguesía estadounidense recuperara el control del aparato del Estado a través de un reemplazo de títeres, no exento de convulsiones. En enero de 2021, hicimos la siguiente valoración:
“El grueso de la gran burguesía estadounidense ha visto con espanto los efectos del abandono de la que había sido su política de Estado y se ve empujada a tratar de volver a girar el volante hacia la otra dirección. Lo que no puede ver la burguesía estadounidense es que los efectos que ve con espanto no son sólo o no tanto el fruto de la política de repliegue amurallado. Son sobre todo el resultado del desplazamiento de la producción hacia Asia, de la caída tendencial de la cuota de ganancia en general y más acentuadamente en los países de capitalismo más antiguo, de la imposibilidad material de seguir imponiendo al resto de burguesías del mundo sus condiciones parasitarias. No es más ilusoria la formulación fantástica del “America first” de lo que era el “Yes we can”, el desarrollo del capitalismo no permite ni la una ni la otra.
Por esto, otra cosa será lo que las leyes de la economía le permitan o impongan hacer al capitalismo estadounidense. Esto será lo que determine si éste puede efectivamente volver a su política anterior y recuperar parcialmente las posiciones de influencia abandonadas, si se verá obligado a seguir la dinámica de repliegue actual o si puede llegar incluso a una situación de colapso e implosión interna.” (“El Comunista”, enero 2021, nº65, pág. 18).
El balance hasta la fecha del plan de acción intentado por la corriente expansionista puede resumirse así. Por un lado, ha tenido que mantener una parte de la línea de la corriente aislacionista anterior, por ejemplo, en cuanto a los aranceles y las sanciones contra el capitalismo chino o a la retirada de Afganistán. Por otro lado, el esfuerzo por intentar recuperar posiciones a nivel internacional, tuvo un cierto éxito inicial, jugando con astucia con el envalentonamiento del imperialismo ruso para que cayera en la trampa de Ucrania, consiguiendo romper las tendencias a la integración UE-Rusia, saboteando el Nord Stream 2, logrando hacer estallar la guerra en Europa, resucitando la OTAN y lanzando un ataque financiero circuncéntrico contra el imperialismo ruso basado en el papel (todavía) predominante del dólar como medio de pago y de atesoramiento.
En las páginas de “El Comunista”, hemos ido exponiendo los límites y vicisitudes de este intento de la fracción más expansionista y guerrera, límites impuestos por los mismos condicionantes materiales que se reflejan en la corriente partidaria del repliegue amurallado y aislacionista de EEUU.
El bloqueo interno que sufre EEUU en el plano del circo parlamentario es una manifestación de las dificultades materiales que restringen la acción del imperialismo estadounidense en el exterior y que le imponen, en su interior, una serie de procesos en los que se pone de evidencia la merma importante de su capacidad para actuar en el exterior. Los LÍMITES externos impuestos por las condiciones materiales se traducen en la fractura interna incluso dentro de cada fracción partidista (demócrata y republicana), en el bloqueo para la aprobación del techo de deuda para el presupuesto para el funcionamiento mismo del propio Estado, en la devaluación de su rating por parte de sus propias agencias de calificación crediticia, en el bloqueo del funcionamiento de la cámara de representantes y, muy significativamente, en el bloqueo interno de las ayudas militares para Ucrania o Israel.
El desarrollo de las fuerzas productivas en el resto del mundo capitalista impone a EEUU no sólo no poder mantener su ejército desplegado por el mundo recibiendo hostias por todos los lados, sino incluso un BLOQUEO INCAPACITANTE para mantener un apoyo estable y sostenido para que otros hagan la guerra en su nombre. Respecto a la OTAN, si bien ha sido resucitada formalmente a bombo y platillo, la realidad inmediata de esta organización imperialista es que en la práctica es inoperante, incapaz no ya de imponerse sino ni siquiera de actuar, cuyo segundo ejército corresponde a una potencia (Turquía) que actúa por su cuenta a nivel internacional, muchas veces incluso alineada con Rusia. La sombra de la fracción aislacionista de la burguesía estadounidense se manifiesta en las declaraciones de su histriónico representante diciendo que “animaría a Rusia a hacer lo que demonios quiera con los aliados de la OTAN que no cumplan con su compromiso de gasto de un 2% de su PIB en defensa”. (La Vanguardia, 18-02-2024).
EEUU pasó de ser una colonia agraria británica a desplazar a Reino Unido en el dominio de la producción industrial del mundo, a imponer sus condiciones financieras a sus competidores y a imponerse al mundo por la fuerza de sus armas. De ahí ha pasado a ser el mayor moroso mundial, a no poder mantener su ejército desplegado en acción ni poder sostener el esfuerzo militar de otras burguesías, a refugiarse en la renta de la tierra obtenida pasando a ser el mayor productor de petróleo a nivel mundial. Esto no significa que EEUU haya desaparecido como potencia capitalista mundial ni que haya pasado a ser simplemente negligible, pero sería completamente ilusorio seguirlo viendo como en los años 90 o 70 o 50 del S.XX, sin percatarse de la amplia y profunda modificación que ha ido sufriendo su posición a lo largo de estas décadas.
El desarrollo del imperialismo europeo
Uno de los resultados de la 2ª guerra mundial fue el desguace definitivo de los imperialismos coloniales inglés y francés en los años sucesivos a su finalización. En paralelo el capitalismo alemán fue enucleando al imperialismo europeo, en torno a la creación de la CECA, la CEE y la CEEA, prosiguiendo su integración paulatina pese a la reiterada oposición de EEUU.
Con la caída del bloque del Este (que para los marxistas tiene el valor de la “GRAN CONFESIÓN” del carácter capitalista de Rusia y de su área periférica) la burguesía alemana pudo imponer: su reunificación estatal, la recuperación de su salida al mar mediterráneo a través del desguace de Yugoslavia y la creación tanto de la Unión Europea como del euro con funciones de medio de pago y divisa de atesoramiento.
El capitalismo alemán, vencido militarmente en la 2ª matanza mundial, troceado y ocupado militarmente a continuación, fue superando obstáculos en un proceso ascendente de varias décadas en el que recuperó y amplió su área de influencia. El imperialismo europeo ha podido mantener durante un periodo largo una posición de equidistancia y de no colisión entre EEUU y el desarrollo de las fuerzas productivas en Asia. No obstante el predominio inicial alemán en la producción de maquinaria, el imperialismo europeo no ha conseguido nunca superar su atraso en determinadas tecnologías ni tampoco en el plano militar. La incorporación de nuevos miembros ha introducido ulteriores contradicciones (Reino Unido – hoy fuera de la UE –, Hungría y Polonia) y puntos de apoyo aprovechados por otros capitalismos.
Con un cierto retraso de fase (ver “El Comunista”, nº65, enero 2021, pág. 26), el imperialismo europeo tomó conciencia de que el imperialismo chino no sólo se había extendido por el mundo con su red comercial y de inversión en infraestructuras, sino que estaba instalándose con fuerza en su propio patio trasero (Ucrania, Bulgaria, Bielorrusia, Hungría, Eslovaquia, Balcanes). Esto empujó a regañadientes al imperialismo europeo a intentar la actuación conjunta con su aliado/rival EEUU y a jugar más fuerte, por ejemplo, en Bielorrusia (ver “El Comunista”, nº66, julio 2021, pág. 24).
Por otro lado, la UE ha sido desplazada por China como segundo socio comercial de América Latina (ver “El Comunista”, nº68, abril 2022, pág. 29), mientras el desarrollo de las fuerzas productivas en África junto con la penetración capitalista china, rusa, india, emiratí y turca, han conllevado el colapso de las posiciones del imperialismo europeo en el Sahel y su expulsión secuencial de la zona (“El Comunista”, nº68, abril 2022, pág. 21).
El desarrollo del imperialismo británico
El imperialismo británico, que en 1870 representaba el 31,8% de la producción industrial mundial, fue siendo desplazado representando el 14,7% en 1910, el 9% en 1956 y el 1,8% en 2023. Este declive paulatino, pero ya añejo se reflejó en el último tramo temporal en la creencia de una serie de sectores de la burguesía británica (creencia análoga a la de algunos sectores de la burguesía estadounidense) de que el aislamiento resolvería todos sus problemas. La cruda realidad es que, en el capitalismo maduro, la división internacional del trabajo y el mercado mundial no dejan lugar a tal aislamiento.
Tres años después del Brexit, “casi el 30% de toda la alimentación que importa el país procede de la UE” (Expansión, 01-02-2024) y más de la mitad de su comercio sigue siendo con la UE, sólo que en peores condiciones:
Dos manifestaciones sintomáticas del declive mencionado son: 1) en el plano militar: la reducción en una década del número de soldados del ejército de tierra de 120.000 a 70.000, la reducción del 7,09% al 2,22% del PIB del presupuesto de defensa y los dos portaviones aparcados “en el puerto de Portsmouth por falta de marineros y piezas de recambio” (La Vanguardia, 29-01-2024), 2) en el plano industrial: después de los cierres previstos de los últimos cuatro altos hornos, “será el único miembro del G-20 sin capacidad para producir el acero virgen de primera calidad que necesitan la industria ferroviaria, automovilística, de construcción, de defensa, las turbinas eólicas… Lo que sí fabrica Gran Bretaña es chatarra, hasta 11 millones de toneladas anuales, de las cuales exporta el 80% a países como Turquía, Bangladesh y Pakistán, que la convierten en acero de baja calidad que luego revenden a Londres.” (La Vanguardia, 29-01-2024). El final de ciclo del otrora Imperio Británico es el de ser exportador de chatarra y comprador de acero de baja calidad.
La guerra imperialista en Ucrania
El estallido de la guerra en Ucrania es uno de los principales logros de la política exterior del imperialismo estadounidense, que no cosecha demasiados en las últimas décadas (ver “El Comunista”, nº68, abril 2022, pág. 22). Como hemos recordado más arriba, la guerra ha roto la tendencia a la integración Rusia-UE, ha permitido la voladura encubierta del Nord Stream 2, ha multiplicado la venta de GNL estadounidense a Europa, ha llevado a la resucitación por lo menos formal de la OTAN y a la imposición de un periodo de tensiones internas y desgaste tanto a Rusia como a la UE. Accesoriamente EEUU actúa también contra el desarrollo de la penetración del capital chino. No obstante, este logro inicial no garantiza ni mucho menos que el resultado final favorezca al imperialismo estadounidense.
EEUU consiguió efectivamente atraer a Rusia a la trampa metódicamente preparada en Ucrania, pero, después de dos años, la guerra está en esencia estancada siendo precisamente el lado ucraniano el que muestra mayores señales de desgaste. Los imperialismos occidentales no consiguen proporcionar ayuda suficiente a la burguesía ucraniana para retomar el territorio y, de hecho, tienen dificultades incluso para mantenerlo. Con el sostén del imperialismo occidental a medio gas, la desproporción va en aumento: “la artillería ucrania estaría utilizando 2.000 proyectiles al día, mientras que la rusa cuenta con 6.000 diarios” (El País, 02-02-2024). La burguesía europea “no ha logrado enviar el millón en rondas de artillería comprometido el año pasado” además el programa “acumula una deuda de 7.160 millones en reembolsos.” (El País, 22-01-2024).
En ambos lados del frente, las bajas exigen la movilización de nuevos proletarios para mandarlos a matar y a morir en el frente. En Rusia, además del reclutador militar tiroteado en septiembre de 2022, se han registrado centenares de ataques con cócteles molotov contra oficinas de reclutamiento. Las manifestaciones por parte de familiares de soldados reservistas llamados al frente han evolucionado: “al principio se quejaban de que iban mal equipados. Ahora exigen el fin de la movilización indefinida y que vuelvan a casa.” (La Vanguardia, 04-02-2023). En el lado ucraniano, el ejército que ya cuenta con 880.000 empleados busca movilizar a 450.000 soldados adicionales, lo que la burguesía ucraniana “cuantificó en 13.500 millones de dólares” (La Vanguardia, 20-12-2023). Se ha acordado “la destitución de todos los jefes de los centros regionales de reclutamiento militar de Ucrania, en la última campaña para erradicar la corrupción, tras ser acusados de aceptar sobornos” (The Guardian, 11-08-2023). También se han registrado ataques contra oficinas de reclutamiento y una presión creciente para el reclutamiento forzado. Se está tramitando en el Parlamento ucraniano una ley que “rebajaría la edad del servicio militar de 27 a 25 años, un ajuste con respecto a la sorprendente media de edad de las tropas de primera línea, que ahora es de 43 años” y por la que “todo ucraniano en edad de reclutamiento (de 18 a 60 años) estaría obligado por ley a crear una cuenta electrónica como recluta potencial (…). En caso contrario, se impondrían sanciones. Estas sanciones incluirían la prohibición de utilizar los servicios consulares en el extranjero y el bloqueo de las cuentas bancarias de los reclutas.” (CEPA, 14-02-2024).
Las declaraciones del alto mando del ejército ucraniano de que la guerra estaba estancada y las discrepancias en torno a la movilización de más soldados, han terminado con la destitución del comandante en jefe de las fuerzas armadas y su sustitución por otro elemento, cuya primera decisión ha tenido que ser la rendición de la ciudad de Avdiivka, cerca de Donetsk.
Tanto EEUU, como Alemania, como Polonia han realizado declaraciones públicas en el sentido de que no es viable recuperar el territorio ucraniano actualmente ocupado por Rusia.
Finalmente, aunque Rusia no ha conseguido bloquear la salida por mar del cereal ucraniano, se ha beneficiado ampliamente en este aspecto de la situación tanto por la exportación de su cereal como por la apropiación del cereal del territorio ocupado: “En las regiones de Ucrania ocupadas por Rusia se cosecharon este año unos 6,4 millones de toneladas de trigo – similar a la producción total de Bulgaria – y casi 1,5 millones de toneladas de semillas de girasol, según revela una investigación realizada con imágenes de satélite.” (Bloomberg, 21-12-2023).
El desarrollo del imperialismo chino
Un par de décadas después de la revolución democrática burguesa cuya bandera fue el maoísmo, China inició tratos con EEUU (mientras los aviones estadounidenses bombardeaban Indochina) y se incorporó a la ONU en 1971.
La derrota de EEUU en Vietnam en 1975 acabó con el último obstáculo para el desarrollo capitalista industrial de Asia. Pero de importancia nada desdeñable fue también la derrota de China ante Vietnam, cuatro años después, en 1979. Esta derrota del imperialismo chino ante Vietnam impuso un cambio de rumbo para dejar atrás la baja productividad provocada por los denominados “gran salto adelante” y “revolución cultural”. En 1980, se empiezan a crear las primeras Zonas Económicas Especiales, que serán la punta de lanza de la industrialización china. Ésta despegará cabalgando sobre las espaldas de un proletariado chino forzado a la inmigración ilegal interna, privado de derechos gracias al sistema maoísta del hukou.
Este desarrollo industrial interno presionaba al capitalismo chino a dotarse de los medios para inundar el mundo de mercancías escupidas por el volcán de la producción. En 2001, China entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y en 2011 se realizó la primera conferencia de los BRICS.